Card. Salazar: "código de conducta" para obispos que indique la dirección correcta
María Cecilia Mutual – Ciudad del Vaticano
Clericalismo. Parte con este palabra la reflexión del arzobispo de Bogotá y Primado de Colombia, el cardenal Rubén Salazar Gómez, abriendo la sesión vespertina de la primera jornada del Encuentro sobre “La protección de los menores en la Iglesia”, dedicada hoy al tema de la “responsabilidad de los obispos”. Y es precisamente, partiendo de esta premisa, que el cardenal Salazar evidencia la necesidad de “categorizar” la “naturaleza de la crisis”. Porque es el clericalismo que se ve reflejado en la “tergiversación del sentido del ministerio convertido en medio para imponer la fuerza, para violar la conciencia y los cuerpos de los más débiles”, afirma el cardenal Salazar y en “una comprensión equivocada de cómo ejercer el ministerio”, cometiendo “errores de autoridad” que han agravado la crisis. Una realidad, el clericalismo, que el Papa describe en su Carta al pueblo de Dios, de agosto del año pasado, afirmando con fuerza que “decir no al abuso, es decir enérgicamente no a cualquier forma de clericalismo”, recuerda el arzobispo de Bogotá.
Una llamada a la conversión
Las claras palabras del Pontífice “nos urgen a ir a la raíz del problema para poder enfrentarlo” afirma el cardenal colombiano, reconociendo al mismo tiempo que “no es fácil decir enérgicamente no a cualquier forma de clericalismo”, porque es una mentalidad “que subyace a nuestra manera de concebir el ministerio y de actuar en los momentos decisivos”. Por ello, prosigue Salazar Gómez, se hace necesario “desenmascarar el clericalismo subyacente y lograr un cambio de mentalidad”: la conversión.
No dejar desprotegido al rebaño
La responsabilidad de los obispos comienza por el “acrecentar constantemente” la conciencia de que han sido elegidos por el Señor y por lo tanto, no son nada por cuenta propia, afirma el cardenal de Bogotá y habla de “admitir” que la Iglesia no supo y aun hoy, en ocasiones, no sabe “afrontar con rapidez y decisión la crisis provocada por los abusos”. Y se "huye", de muchas maneras, dejando desprotegido al rebaño: negando “la dimensión de las denuncias presentadas, no escuchando a las víctimas, ignorando el daño causado en los que sufren los abusos, trasladando a los acusados a otros sitios donde estos siguen abusando o tratando de llegar a compromisos monetarios para comprar el silencio”. " Actuando de esa manera” precisa el cardenal Salazar, manifestamos claramente una ‘mentalidad clerical’ que nos lleva a poner el "mal entendido bien de la institución eclesial sobre el dolor de las víctimas y las exigencias de la justicia”; llegando “incluso a la mentira o a tergiversar los hechos para no confesar la horrible realidad que se presenta”.
No minimizar la crisis
“Tenemos que reconocer que el enemigo está dentro” afirma a continuación el cardenal Salazar, que “los primeros enemigos están dentro de nosotros, entre los obispos y los sacerdotes y los consagrados que no hemos estado a la altura de nuestra vocación”. Y agrega que para “reconocer y enfrentar la crisis”, superando la mentalidad clerical, es necesario también “no minimizarla afirmando que en otras instituciones suceden abusos a mayor escala”.
“El hecho de que se presenten abusos en otras instituciones y grupos y no justifica nunca la presencia de abusos en la Iglesia porque contradice la esencia misma de la comunidad eclesial y constituye una tergiversación monstruosa del ministerio sacerdotal que, por su propia naturaleza, debe buscar el bien de las almas como su supremo fin”.
El papel de los medios de comunicación
El cardenal Salazar tiene palabras también para reconocer el papel desempeñado por la prensa, los medios de comunicación y las redes sociales “en el ayudarnos – dice - a no soslayar sino a afrontar la crisis”. El prelado reconoce que “es mucho lo que se ha hecho para enfrentar la crisis de los abusos” pero que “si no si no hubiera sido por la insistencia valiosa de las víctimas y la presión ejercida por los medios de comunicación, tal vez no nos hubiéramos decidido a enfrentar como se ha hecho esta crisis vergonzosa”.
Código de conducta y discernimiento comunitario
"En el tratamiento de la crisis y en el proceso de conversión el obispo no está solo ya que su ministerio es colegial", prosigue el cardenal Salazar Gómez, e insiste: “Más que nunca tenemos que sentirnos llamados a fortalecer nuestros vínculos fraternos, a entrar en un verdadero discernimiento comunitario”.
El prelado reconoce la valiosa labor realizada por los Papas para “ayudarlos” en esta tarea, mostrándoles “el camino a recorrer”. “Pero parece deseable – dice - que se ofrezca al obispo un ‘Código de Conducta’ que, en armonía con el ‘Directorio para los Obispos’, muestre claramente cómo debe ser el proceder del obispo en el contexto de esta crisis”. El Arzobispo de Bogotá recuerda que el Papa Francisco en su carta apostólica en forma de motu proprio ‘Como una madre amorosa’ presenta “la exigencia de la actuación del obispo y de su remoción en caso de una negligencia grave comprobada en estos casos”. El ‘Código de Conducta’ clarificará y exigirá cual debe ser la conducta “propia del obispo” y “su obligatoriedad será una garantía” para que los obispos actúen “al unísono y en la dirección correcta”. Importante es asimismo la “actualización permanente” en la “formación” de los obispos, porque los “tiempos cambiantes plantean desafíos nuevos” a los que deben responder.
Diálogo permanente del obispo con sus sacerdotes
El Cardenal Salazar, también presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano, se refiere a la responsabilidad del obispo para con sus sacerdotes, que abarca un amplio radio de acción que va desde el discernimiento de la vocación de los futuros presbíteros y consagrados, la formación inicial y el acompañamiento. Ante la actual crisis, la responsabilidad del obispo ha adquirido “dimensiones especiales”- afirma el cardenal – volviendo la cercanía del obispo “imprescindible”. “Un diálogo permanente” es el camino que el obispo debe recorrer en la relación con los sacerdotes.
Acción inmediata y plena justicia
Es responsabilidad de los obispos cumplir con el propio deber de “enfrentar enseguida la situación que se presenta a partir de una denuncia contra un sacerdote o consagrado”. Y especifica que “toda denuncia debe desencadenar enseguida los procedimientos que están indicados tanto en el derecho canónico como en el derecho civil de cada nación, según las líneas-guía marcadas por cada conferencia episcopal”. Importante es también distinguir siempre “entre pecado sometido a la misericordia divina, crimen eclesial sometido a la legislación canónica y crimen civil sometido a la legislación civil correspondiente”, para actuar “con plena justicia”. A lo largo del proceso canónico, agrega el cardenal Salazar Gómez, es fundamental que el acusado sea escuchado” porque “la cercanía bondadosa del obispo es un primer paso hacia la recuperación del culpable” y “es necesario mirar también hacia su tratamiento para que no reincida”.
Seria responsabilidad en la reparación de las víctimas
Primer deber de los obispos es “escuchar a las víctimas”, afirma el arzobispo de Bogotá y “no minimizar el daño causado y el dolor producido”. El arzobispo recuerda que en muchos casos “se llegó a pensar que el único motivo que impulsaba a las denuncias era el buscar compensaciones económicas”. “Y no hay duda de que también en muchas ocasiones, hemos cedido a la tentación de tratar de arreglar con dinero situaciones insostenibles para acallar el posible escándalo” admite. Una “realidad nefasta” dice el cardenal, “que no nos puede impedir tomar conciencia de la responsabilidad seria y grave que nos corresponde en la reparación de las víctimas” a las que “estamos obligados a ofrecerles todos los medios necesarios –espirituales, sicológicos, siquiátricos, sociales- para la recuperación exigida”.
En la conclusión el cardenal Rubén Salazar Gómez se refiere al discurso de San Juan Pablo II a los cardenales americanos en el 2002 en el que daba la “dirección esencial que deben tener todos nuestros esfuerzos para superar la crisis actual”: “Tanto dolor y tanto disgusto deben llevar a un sacerdocio más santo, a un episcopado más santo y a una Iglesia más santa.” Y a continuación afirma que “con la ayuda del Señor y con nuestra docilidad a su gracia vamos a lograr que esta crisis lleve a una profunda renovación de toda la Iglesia con obispos más santos, más conscientes de su misión de pastores y padres de la grey” para así poder “erradicar la cultura del abuso en el mundo en que vivimos”.
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