Mons. Auza: el diálogo interreligioso y la paz
Debora Donnini - Ciudad del Vaticano
Las auténticas enseñanzas religiosas contribuyen a la paz, a la verdadera libertad, a combatir el terrorismo, a garantizar el acceso a la instrucción y al trabajo, sobre todo para las mujeres, a proteger a los niños, ancianos y débiles. Son algunos de los temas del Documento sobre la “Fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia común” – firmado precisamente en el curso del Viaje Apostólico del Papa Francisco a los Emiratos Árabes, que mons. Auza menciona en su discurso, ayer en Nueva York, en el encuentro que tiene por tema justamente el diálogo interreligioso: un modo para celebrar la octava edición de la Semana de la armonía interreligiosa de la ONU. Entre otras cosas, Mons. Auza llevó para todos una copia del Documento. En su intervención cita también las palabras del Papa Francisco con ocasión de la firma de la declaración.
Canales de fraternidad
“El diálogo interreligioso es una condición necesaria para la paz en el mundo” esencial para asegurar el verdadero progreso humano. Y por lo tanto, se subraya cómo se profana el nombre de Dios cada vez que se lo usa para justificar la violencia. “La verdadera piedad religiosa implica siempre amar a Dios y al prójimo”. Para construir comunidades inclusivas es entonces central que los religiosos y las personas de fe sean canales de fraternidad. Y el Papa Francisco – subraya mons. Auza – “ama hablar del diálogo interreligioso” como de un “caminar juntos” en el cual las personas de diversas religiones y culturas comienzan un diálogo de vida, compartiendo alegrías y dolores.
Conocer a los demás
Otro aspecto evidenciado por el Papa es aquel del “coraje de la alteridad”, con la defensa de la humanidad y de los derechos del otro, incluida la libertad religiosa, de otra manera, no puede existir verdadero diálogo. Por lo tanto, es necesario conocer la historia y la cultura de los otros y precisamente tantas dificultades derivan de falsas comprensiones de aquello en lo cual los demás creen. “El verdadero diálogo supone que cada parte desee conocerse y desee acrecentar y profundizar el conocimiento recíproco”, dice mons. Auza. El diálogo requiere además un profundo sentido de justicia fraterna. Una autentica fraternidad, favorecida por una autentica armonía interreligiosa, puede ayudarnos a mantener el desarrollo integral y unido.
Las consecuencias del diálogo interreligioso
En su discurso, mons. Auza recuerda las consecuencias positivas de este tipo de diálogo interreligioso. En primer lugar, muestra a toda la sociedad cómo confrontarse sobre las cuestiones más importantes y cómo trabajar respetuosamente, en una época de gran polarización y fragmentación social. En segundo lugar, lleva a trabajar juntos en proyectos de ayuda a los pobres, a educar a los huérfanos y así sucesivamente. En tercer lugar, “en un mundo en el cual algunos buscan desterrar a Dios de los espacios públicos”, la colaboración entre creyentes ayuda a “asegurar que el nombre de Dios no sea olvidado y que el amor de Dios, sobre todo hacia los más necesitados, no se enfríe jamás en los corazones humanos”.
La tercera consecuencia puesta en evidencia por el Observador Permanente de la Santa Sede ante la ONU es que este tipo de diálogo interreligioso hace posible un testimonio concertado contra la violencia por motivos religiosos y “proporciona un medio para limpiar los pantanos donde ese extremismo se reproduce”.
Por lo tanto, no sólo ayuda a superar la falta de comprensión recíproca que puede llevar a tratar a los demás como enemigos más que como hermanos, sino que puede también hacer que los valores religiosos, que se transmiten de generación en generación, sean aquellos que promueven la armonía y no el odio. Finalmente, el diálogo interreligioso evidencia el testimonio de las religiones individuales sobre la importancia de la dimensión trascendental de la vida humana. En conclusión, mons. Auza espera que esta conversación sea un paso en la dirección de comunidades unidas, de manera que se favorezca el verdadero desarrollo y la paz.
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