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Margarita Bays Margarita Bays 

Canonización de Margarita Bays, la Santa de lo cotidiano

La nueva Santa es una laica suiza, terciaria franciscana, que eligió como camino para alcanzar al Señor la cotidianeidad de la familia, negándose siempre a entrar en una orden religiosa.

Roberta Barbi - Ciudad del Vaticano

Margarita Bays nació en La Pierraz, en el cantón suizo de Friburgo, en 1815. Segunda de siete hijos de una modesta familia campesina, hacia los 15 años comenzó con su aprendizaje de costurera, actividad que nunca abandonó, practicándola tanto en casa como a domicilio.

Servicio a los pobres, “los favoritos de Dios”

La nueva Santa, sin embargo, también se sintió inclinada hacia la oración y a una vida de recogimiento. Todos los días rezaba el Santo Rosario, participaba en la Misa y se detenía a contemplar el Santísimo Sacramento, invitando a rezar a todos los que encontraba por trabajo, así como a la familia. También se comprometió en la parroquia, donde pasaba todo su tiempo libre: enseñaba catecismo a los niños, visitaba a los enfermos, cuidaba a los pobres, a todas las personas que, en su opinión, eran las “favoritas de Dios” por ser indefensas. Por esta vida de apostolado activo fue acogida en la Tercera Orden Franciscana, hoy la Orden Franciscana Seglar, en 1860.

Una santidad vivida en familia

Mucha gente le pregunta a Margarita, dadas sus inclinaciones, por qué no entra en un convento, pero ella sabe, en su corazón, que su lugar está en casa y que su camino a la santidad es su servicio diario a su familia. Y esta no siempre le facilitó las cosas: cuando su hermano mayor se casó con su doméstica Josette, durante años tuvo que sufrir el acoso de su cuñada que no entendía su vida de oración mientras ella se veía obligada a trabajar en el campo. Margarita soporta todo con silencio y cuando Josette se enferma, al punto de morir, sólo querrá tenerla cerca. Con los otros miembros de la familia Margarita es paciente, acoge a todos y cuida de todos: de su hermana que regresa a casa después de un matrimonio fracasado, de un hermano que terminó en la cárcel y de un sobrino nacido fuera del matrimonio de cuya educación se ocupará precisamente la tía Margarita.

La experiencia del dolor físico

En 1853 Margarita fue operada de cáncer intestinal. Los tratamientos eran muy invasivos, así que empezó a rezar a la Virgen rogándole que la curara para que sufriera de otra manera. Quedó satisfecha el 8 de diciembre de 1854, mientras en Roma el Papa Pío IX proclamaba el dogma de la Inmaculada Concepción. A partir de ese día, Margarita quedó ligada para siempre a la figura del Cristo sufriente en la cruz: se le aparecieron los estigmas que sabiamente ocultó de las miradas indiscretas, se enfermaba misteriosamente los viernes y, durante la Semana Santa, experimentó la experiencia del éxtasis. El dolor se hizo cada vez más intenso, hasta que Margarita puso su vida en manos del Padre el 27 de junio de 1879. Los feligreses y todos los que la conocían y la amaban se decían entre sí: “Nuestra Santa ha muerto”. 

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11 octubre 2019, 18:27