La Declaración sobre la Hermandad también llega al Lejano Oriente
Andrea Tornielli - Bangkok
El primer día del Papa en Tailandia terminó en el Estadio Nacional con el abrazo del pequeño rebaño cristiano que Francisco vino a confirmar en la fe.
Estas primeras horas de visitas y reuniones en Bangkok representan un "resumen" de los temas del pontificado: en su discurso ante las autoridades políticas de un país que ha acogido a muchos refugiados de países vecinos, estuvo la petición a la comunidad internacional de que no se ignore la crisis migratoria y que la migración sea "segura, ordenada y regulada". Pero también hubo un llamamiento contra la violencia, la explotación y el abuso de niños y mujeres, pronunciado en una tierra desgraciadamente incluida entre los destinos del turismo sexual.
Amistoso y familiar fue el ambiente de la próxima cita con el Patriarca Supremo de los Budistas, en el Templo de Wat Ratchabophit Sathit Maha Simaran.
Francisco entró sin zapatos, recibido por el Patriarca de 92 años y otros monjes. En su discurso, el Papa los invitó a crecer en un estilo de "buena cercanía", agradeciéndoles el hecho de que los católicos, a pesar de ser un grupo minoritario, "gozaran de libertad en la práctica religiosa", viviendo durante muchos años en armonía con sus hermanos y hermanas budistas.
El intercambio entre los dos líderes religiosos también fue interesante y conmovedor: el Patriarca Supremo agradeció a Francisco porque la Iglesia Católica en Tailandia vino "para ayudar y no para conquistar". Un ejemplo de cómo se proclama el Evangelio a través del testimonio y la vida, sin fines hegemónicos, trabajando para ayudar a los pobres y para salvar "nuestra tan maltratada casa común". Durante el intercambio de regalos, el Obispo de Roma entregó al Patriarca budista la Declaración de la Hermandad Humana firmada en Abu Dhabi el pasado mes de febrero. Un texto que poco a poco va más allá de las relaciones entre cristianos y musulmanes.
Del espíritu de servicio y bienvenida que caracteriza el estilo de vida de los católicos en este país, el Papa tuvo ante sus ojos un ejemplo concreto durante su visita al Hospital San Luis, cuando pudo visitar a los enfermos y discapacitados en privado, después de hablar con todo el personal médico. En su discurso, Francisco los invitó a tener una "piedad especial" hacia la vida sufriente que se presenta en la sala de urgencias y a mirar a los pacientes llamándolos por su nombre.
El Papa testificó una vez más que el cristiano no es inmune a la angustia ante la enfermedad y que no hay respuestas preelaboradas para afrontarla: "Todos sabemos que la enfermedad siempre trae consigo grandes preguntas. Nuestra primera reacción puede ser rebelarse e incluso tener momentos de desconcierto y desolación. Es el grito de dolor, y es bueno que sea así: Jesús mismo lo sufrió y lo hizo suyo. Con la oración también queremos unirnos a su grito".
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