Padre Cantalamessa: María figura y modelo en este tiempo de prueba
Ciudad del Vaticano
Bajo el tema general de “María durante la vida pública de Jesús”, el Padre Raniero Cantalamessa, Predicador de la Casa Pontificia, ofreció al Papa y a la Curia Roma su secunda predicación de Cuaresma que debido a la emergencia sanitaria que se vive en el mundo debió ser grabada y transmitida posteriormente.
El Padre Cantalamessa comenzó recordando que en las meditaciones de esta Cuaresma se prosigue por el camino que se inició en Adviento, siguiendo las huellas de la Madre de Dios. Y afirmó textualmente:
María presente en los momentos fundamentales
Tras destacar que no se habla mucho de María en el Nuevo Testamento, o al menos no tan a menudo como esperaríamos, teniendo en cuenta el desarrollo que tuvo en la Iglesia la devoción a la Madre de Dios, el Predicador afirmó que si ponemos atención, nos damos cuenta de una cosa:
Encarnación, Misterio pascual y Pentecostés
El Predicador explicó que “estas tres presencias de María en los momentos claves de nuestra salvación” no pueden ser una casualidad, por eso deseamos, en esta Cuaresma, seguir a María en el Misterio pascual, dejándonos guiar por ella en la comprensión profunda de la Pascua y en la participación en los sufrimientos de Cristo.
El Padre Cantalamessa dijo además que “el Misterio pascual no comienza, en la vida de Jesús, con el prendimiento en el huerto y no dura sólo durante la Semana Santa”. Sino toda su vida. Ya desde el saludo de Juan Bautista que lo indica como el Cordero de Dios, es una preparación para su Pascua. Y según el evangelio de Lucas, la vida pública de Jesús fue toda una “lenta e inexorable subida hacia Jerusalén, donde consumaría su éxodo”.
La nueva Eva
Paralelamente a este camino del nuevo Adán obediente, se desarrolla el camino de la nueva Eva. Por esta razón – continuó explicando el Predicador – también para María el Misterio pascual había comenzado desde hacía tiempo. “Ya las palabras de Simón sobre el signo de contradicción y sobre la espada que le traspasaría el alma contenían un presagio que María conservaba en su corazón, junto con todas las demás palabras”.
Y ante la pregunta de “¿qué sucede normalmente en un camino de santidad después de que un alma ha sido colmada de gracia, después de que ha respondido generosamente con su ‘sí’ de fe y ha comenzado voluntariosamente a cumplir obras buenas y a cultivar la virtud?”, respondió:
La kénosis de María
Tras aludir a San Juan Pablo II con su encíclica Redemptoris Mater, en que aplica a la vida de la Virgen la gran categoría de la kénosis, en que al pie de la cruz, María participa, mediante la fe, en el desconcertante misterio de este despojamiento; el Predicador reafirmó algunas enseñanzas del Concilio Vaticano II, de San Juan de la Cruz y, naturalmente, del Nuevo Testamento, donde, por ejemplo, “encontramos palabras fuertes de Jesús”. Y dijo que “María, siendo la madre, aprendió la obediencia por las cosas que padeció”.
También María aprendió la fe y la obediencia; creció en ellas gracias a las cosas que padeció, para que nosotros podamos decir de ella, con toda confianza: no tenemos una madre que no sepa compadecerse con nuestras enfermedades, nuestro cansancio, nuestras tentaciones, habiendo sido ella misma probada en todo a semejanza de nosotros, a excepción del pecado.
Después de presentar otras imágenes de María durante la vida pública de Jesús, con el relato de los evangelios, el Padre Cantalamessa añadió un último detalle del que habla San Lucas habla, al referirse a las “seguidoras femeninas de Jesús”, es decir, de un cierto número de mujeres piadosas que habían sido beneficiadas por parte de Jesús y que “lo atendían con sus bienes”, es decir, cuidaban de las necesidades materiales suyas y de los apóstoles, como preparar una comida, lavar o remendar ropa.
La kénosis de Jesús
Y prosiguió explicando que “la cualidad de Hijo de Dios no sirvió para ahorrarle a Cristo alguna humillación y, del mismo modo, la cualidad de Madre de Dios no le sirvió a María para ahorrarle algunas humillaciones”.
María discípula de Cristo
Ante la pregunta acerca de ¿cómo reaccionó María a esta conducta del Hijo y de Dios mismo en relación a ella? El Padre Cantalamessa sugirió releer los textos recordados en que nunca se constata “la más mínima mención de conflicto de voluntad, de réplica o de auto justificación por parte de María; ¡nunca una intención de hacer cambiar de decisión a Jesús!
Docilidad absoluta
Es aquí donde aparece la santidad personal y única de la Madre de Dios, la maravilla más alta de la gracia. María callaba. Su respuesta a todo era el silencio. No un silencio de repliegue o de tristeza, más bien un silencio bueno y santo. Y el hecho de que calle – explicó el Predicador – no significa que para María todo sea fácil, que no deba superar luchas, fatigas y tinieblas.
El predicador concluyó, en este tiempo de gran tribulación para todo el mundo, dirigiendo a la Virgen la antigua oración:
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