Desarrollo Humano Integral: 16º Boletín de la Sección Migrantes y Refugiados
¿Qué está haciendo la crisis actual de COVID-19 a los migrantes, refugiados, desplazados internos y víctimas de la trata de personas en todo el mundo? La Sección de Migrantes y Refugiados del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral publica su boletín en el que comparte innovaciones y buenas prácticas de diferentes actores católicos de todo el mundo que buscan ayudar a las personas desplazadas durante esta crisis y evitar la propagación del coronavirus en sus comunidades. A continuación, los contenidos del boletín número 16:
Asistencia a los refugiados a pesar de los retos planteados por el Covid-19
Debido a la irrupción de la pandemia del COVID-19, varias ONG han tenido que cerrar sus oficinas en África, y no solo en este continente, e interrumpir los proyectos en curso. El consiguiente vacío ha incrementado la exposición y la vulnerabilidad de los refugiados. El hacinamiento en los campamentos, los conflictos armados y la necesidad de ganarse la vida para sobrevivir, son algunos de los retos que dificultan el cumplimiento de las medidas de confinamiento, de higiene y de saneamiento, destinadas a prevenir el COVID-19. Además, el cierre de los centros educativos y psicosociales ha dejado a muchos niños de países africanos, expuestos al trabajo infantil, al reclutamiento armado y a otras formas de explotación, con el riesgo de que aumente la violencia sexual contra niñas y mujeres.
En respuesta a los retos expuestos anteriormente, en África Occidental y en las regiones de los Grandes Lagos, el JRS se esfuerza por mantener a los refugiados a salvo (EN) en medio de la pandemia. A pesar de que los equipos del JRS se vieron obligados a reducir su movilidad y presencia sobre el terreno, la organización pudo dar seguimiento a la situación de los refugiados presentes en esas comunidades e intervenir en caso de necesidad, gracias al personal del JRS y a los líderes locales, que se convirtieron en puntos focales entre la organización y las personas a las que sirve. Para facilitar el acceso de los estudiantes refugiados a la educación, durante el período de confinamiento por el COVID-19, el JRS supervisó y ayudó a los estudiantes a continuar sus estudios a través de clases en remoto. El JRS también ha utilizado la radio y los grupos de WhatsApp, para ofrecer clases y apoyo psicosocial. El liderazgo del JRS puso en marcha “actividades específicas de prevención del COVID-19”. Las actividades incluyen campañas de sensibilización, donaciones para hospitales en zonas aisladas y distribución de artículos de higiene en barrios y centros educativos, además de la construcción de nuevos puntos de agua y letrinas en los centros educativos.
La isla de Lesbos en Grecia es un lugar donde el COVID-19 está resultando muy duro para la asistencia humanitaria. En los últimos meses, numerosas ONG han tenido que suspender sus actividades y abandonar la isla debido a la proliferación de episodios de intolerancia y de violencia contra ellas. En la actualidad, unos 15.000 refugiados viven en condiciones extremadamente difíciles en los campamentos formales e informales de Moria. Sin embargo, la Comunidad de Sant’Egidio nunca ha interrumpido la asistencia que brinda a las comunidades de refugiados vulnerables ( EN ; IT ; FR ; PT) y, por esta razón, representa un signo de esperanza para ellos. En el mes de agosto, se inauguró el primer “restaurante solidario” de Sant’Egidio para refugiados “afincados” allí. La Comunidad ha conseguido que, todos los días de agosto, una cuota de al menos 300 refugiados pueda abandonar el campamento para participar en las actividades organizadas por sus voluntarios procedentes de diferentes países europeos. Se ha adecuado un antiguo molino de aceite, un gran edificio de piedra frente al mar, donde además de las cenas, también se impartirá un curso de inglés para adultos y actividades de la Escuela de Paz para los niños. Una nueva misión temporal de las Hermanas Misioneras Scalabrinianas ( IT ; EN ; FR ) asistirá a la Comunidad de Sant’Egidio en Lesbos. Las religiosas participarán en la preparación de las comidas diarias para los refugiados (alrededor de 150 al día), en la enseñanza del inglés, en el servicio de guardería, en colaboración con la comunidad católica francófona.
“Los rohingya que viven en campamentos de refugiados en Bangladesh padecen un riesgo cuatro veces mayor de convertirse en víctimas”, y Cáritas Bangladesh está dando la voz de alarma sobre su condición (EN). Se estima que hay alrededor de 1,1 millones de refugiados rohingyas en Bangladesh. “Son víctimas de desarraigos violentos y traumáticos de su patria, Myanmar; víctimas de emergencias sanitarias como la disentería y la viruela; víctimas de las repetidas emergencias climáticas a las que se enfrentan cuando los ciclones (y monzones) azotan Bangladesh. Y ahora también son víctimas de la pandemia global que está afectando a Bangladesh”. Cáritas Bangladesh señaló que la comunidad rohingya no solo se enfrenta al desafío de tener que vivir en condiciones de hacinamiento y en alojamientos improvisados, sino que también tiene que compartir letrinas e instalaciones de agua potable comunitarias. No puede mantener las adecuadas medidas de distanciamiento o de higiene, destinadas a prevenir la propagación del coronavirus. Además, las instalaciones médicas presentes en el campamento son inadecuadas con respecto al número de habitantes y son pocas las personas que tienen una adecuada información sobre el COVID-19. Cáritas Bangladesh está trabajando en todo el país y en los campamentos de Cox’s Bazar para impartir formación sobre la prevención a decenas de miles de personas y proporcionar jabón y kits de higiene a miles de familias. También han colocado instalaciones para el lavado de manos en lugares públicos y cerca de los aseos. Afortunadamente, Cáritas no es la única que ayuda a los refugiados rohingyas. Con proyectos relacionados con la atención de la salud, los derechos humanos y la protección de la creación, la Iglesia australiana está proporcionando información sobre la prevención del COVID-19 y ofreciendo saneamiento básico ( EN ; IT ; FR ) en la zona de Cox’s Bazar. Cáritas Australia y sus socios nacionales han reparado inodoros y pozos de agua, instalado áreas especiales para el lavado de manos y distribuido jabones y mascarillas.
La Iglesia al lado de los más vulnerables en Asia
La crisis del COVID-19 sigue afectando gravemente al continente asiático. El aumento de nuevos casos demuestra que lo peor aún no ha terminado. El distanciamiento social, el principal método hasta la fecha para combatir la propagación del virus, ha sido particularmente difícil de mantener en Asia, donde vive casi el 60 por ciento de la población mundial. Además, a causa de la pérdida de negocios, empleos y medios de subsistencia, la pandemia está afectando económicamente tanto a países desarrollados como a aquellos en vías de desarrollo. A pesar de la pandemia, la Iglesia asiática continúa ayudando a los más vulnerables.
En Tailandia, la emergencia causada por la pandemia del coronavirus no ha impedido a la Iglesia seguir ayudando a los migrantes y refugiados ( IT ; EN ). A pesar de las limitaciones impuestas en las visitas a los campamentos, los voluntarios del Departamento de Ayuda a las Víctimas y Refugiados (VRD) de la archidiócesis de Bangkok, contribuyen a “la producción de mascarillas y soluciones detergentes, que son difíciles de encontrar y se consiguen a precios elevados”. El VRD llevó a cabo iniciativas de sensibilización para informar mejor sobre el virus e “indicar a la gente, sobre todo a las categorías más vulnerables, cómo defenderse de la pandemia”. Los migrantes y los refugiados no solo esperaban ayuda, sino que ayudaron a confeccionar mascarillas. “Son ejemplos increíbles en tiempos de crisis, y nos consuelan”, concluyó un voluntario.
En Myanmar, la Iglesia ha demostrado ser una valiosa ayuda para las personas vulnerables (EN). En concreto, Karuna Pathein, una rama de Cáritas Myanmar Mission Solidarity , está desempeñando un papel fundamental en la realización de campañas de sensibilización y la provisión de alimentos, productos no alimentarios y servicios de apoyo preventivo en centros de cuarentena, hospitales y otros lugares. Como parte del programa, el obispo John Hsane Hgyi se unió a los trabajadores sociales de la Iglesia para dar apoyo moral y distribuir alimentos a las personas que deben guardar 21 días de cuarentena en un centro gestionado por el gobierno. Dicha visita, una de las numerosas respuestas de la Iglesia al COVID-19, se llevó a cabo para mostrar amor y solidaridad a los repatriados y distribuir a las personas en cuarentena alimentos y artículos de protección. El Obispo afirmó que acudió al centro para dar apoyo moral e instó a los repatriados a no desanimarse, sino a tratar de convertirse en buenos ciudadanos. Mientras tanto, el cardenal Charles Bo de Yangon dirige el equipo eclesial de coordinación nacional sobre el COVID-19, cuya prioridad es la realización de campañas de prevención y sensibilización, así como la oferta de centros de cuarentena en las diócesis de todo el país. El Seminario Mayor Católico Nacional de St. Joseph en Yangon, junto con otros seminarios e instalaciones de la Iglesia en Mandalay y Banmaw, en el estado de Kachin, se han utilizado como centros de cuarentena para los repatriados de Tailandia y de China.
Desde la irrupción del brote de la pandemia del COVID-19, muchos refugiados en Malasia han perdido sus ingresos y han tenido que recurrir a la asistencia de las ONG para cubrir sus necesidades básicas. La ICMC ha trabajado arduamente para garantizar la seguridad de los refugiados y satisfacer sus necesidades básicas (EN) desarrollando, por ejemplo, un programa de financiación de emergencia que ayuda a mantener a los refugiados, supervivientes de la violencia sexual, a salvo de eventuales abusos durante el período de confinamiento. Siempre que ha sido posible, la Comisión ha seguido prestando servicios en remoto. Por ejemplo, el Refugee Protection Corps , un equipo compuesto por refugiados que actúa como vínculo esencial con las comunidades, prosiguió sus actividades desde casa. Durante toda la crisis, los miembros del Refugee Protection Corps han seguido operando a través de servicios de atención telefónica, gestionados por la ICMC para los refugiados víctimas de la violencia de género, trabajando como intérpretes durante sesiones de terapia, tramitación de denuncias de abusos y proporcionando asesoramiento. Todos los refugios para supervivientes de violencia sexual gestionados por la ICMC a través de sus socios, han seguido acogiendo a las víctimas y los empleados que no han podido trabajar desde casa, han recibido un equipo de protección personal y productos desinfectantes.
En la India, la trata de personas es la segunda mayor actividad delictiva organizada, junto con el tráfico de armas y de estupefacientes. El movimiento “AMRAT - Talitha Kum India” está firmemente comprometido en la lucha contra la trata de personas durante la pandemia del COVID-19 (EN; IT ; PT ; FR ). AMRAT significa Movimiento Asiático de Mujeres Religiosas contra la Trata de Personas. Los traficantes eligen a comunidades vulnerables, como aquellas con escasas perspectivas de ingresos o afectadas por guerras o desastres naturales, y utilizan como cebo el sueño de una vida mejor. Las niñas terminan trabajando como prostitutas, empleadas domésticas, trabajadoras y mendigas. A veces se ven obligadas a contraer matrimonio. Las religiosas indias han desarrollado estrategias de prevención y rescate, de protección, de rehabilitación y reintegración para las víctimas. Aun sin ser miembros directos del AMRAT, unas 100.000 religiosas católicas trabajan, silenciosamente, en este apostolado. Desplazándose hasta las aldeas, las carreteras, los campamentos de refugiados, las escuelas, los hospitales, las plantaciones de té, las prisiones y los barrios marginales, denuncian potenciales situaciones en las que los traficantes podrían actuar. La organización ha ayudado a miles de mujeres y niños del noreste de la India que han quedado “atrapados” en diferentes partes de la India durante el largo período de confinamiento. La organización, no solo salva a mujeres y niñas de la trata de personas, sino que también les ayuda a rehabilitarse organizando iniciativas dirigidas al sustento y reintegración social.
La voz de la Iglesia para quienes no tienen voz
El cardenal Charles Bo, arzobispo de Yangon y presidente de la Federación de Conferencias Episcopales de Asia (FABC), hizo un llamamiento a la comunidad internacional ( EN ; IT ; PT ; FR ) para que la crisis generada por el Covid-19 no se cargue, con todo su doloroso peso, sobre los hombros de los más débiles, como los migrantes, los refugiados y las personas desplazadas, sino que se convierta en una oportunidad para construir un mundo más solidario. “Si la humanidad está dividida, la crisis de la pandemia no puede ser superada. Si no se excluye a nadie, es posible curar un planeta. Por el bien de todos, cuidemos de los refugiados. Si la gente sigue viéndose obligada a abandonar sus hogares, seguiremos siendo un mundo en crisis”. Los migrantes, refugiados y desplazados en Myanmar y en toda Asia se enfrentan, cada vez más, a situaciones difíciles: “A menudo están huyendo, viviendo en lugares superpoblados y con una atención sanitaria inadecuada”, escribió el prelado en una carta distribuida a finales de junio. “Es necesario abordar las verdaderas causas de los conflictos, detener las ofensivas militares y permitir que las personas desplazadas regresen a sus aldeas”, dijo el Cardenal, para poner fin a la crisis sanitaria, el hambre y el desplazamiento forzado.
El cardenal Michael Czerny, subsecretario de la Sección Migrantes y Refugiados del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral del Vaticano, lanzó un llamamiento a la solidaridad global en respuesta a la crisis del coronavirus, durante una entrevista concedida a Interris.it (IT). “Estamos en presencia de una crisis única que tiene múltiples ramificaciones, pero que podemos reconducir a una única raíz: la total falta de respeto por la dignidad tanto de cada ser humano, como de la comunidad y de la creación”. El virus nos está dando la oportunidad de aprender una lección importante: “Las sociedades tienden a ignorar a las personas vulnerables, a esconderlas de su propia vista, pero en la era del Covid-19, descubrimos que ya no es posible adoptar estas estrategias. O resistimos juntos al virus o todos estamos expuestos a la infección”, advirtió Czerny. El riesgo de globalizar la indiferencia es real, es decir, de cerrar las puertas de nuestro corazón al otro, de cerrarnos en nosotros mismos. “Todos hemos experimentado alguna forma de vulnerabilidad (...) y este hecho puede permitirnos abrir los ojos a quienes hasta ahora han permanecido invisibles, marginales, superfluos”, concluyó el cardenal Czerny.
Los Obispos católicos en Kenia (KCCB) expresaron su preocupación por los efectos que tiene en la población vulnerable las restricciones para controlar el avance del coronavirus ( EN ), y pidieron la urgente intervención de las correspondientes instituciones. “A medida que continúa la lucha contra el COVID-19, nos preocupa su impacto en las poblaciones vulnerables, como los refugiados, los desplazados internos (PDI) y las personas en continuo movimiento, como los camioneros, pastores, personas que viven en las calles y personas con enfermedades mentales”, indicaron los obispos en un comunicado colectivo. Los obispos señalaron que los refugiados y los desplazados internos corren un elevado riesgo de contraer el COVID-19 en los campamentos densamente poblados donde viven, y pidieron que se “implementen urgentemente medidas” para proteger a estas personas vulnerables. La difícil situación de las mujeres y los niños, que parecen ser los más afectados por el aumento de los casos de violencia de género en medio de las restricciones impuestas por el COVID-19, es otro motivo de preocupación, especialmente teniendo en cuenta las consecuencias negativas de esta violencia en la salud mental de las víctimas. Con respecto a los miembros de la familia tentados a participar en la violencia doméstica, los obispos los exhortaron a ejercer moderación y abrazar las virtudes de “la paciencia, el diálogo, el perdón y la edificación de la paz durante estos tiempos extraordinarios. Nuestra unidad, solidaridad y esperanza son claves para derrotar el COVID-19”, señalan los obispos. Por último, el KCCB hizo un llamamiento a los cristianos y a las personas de buena voluntad a ayudar a la Iglesia a seguir apoyando a las víctimas del coronavirus y de las graves inundaciones.
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