Monseñor Grech: Sinodalidad en tiempos de pandemia, estilo de la Iglesia
Renato Martinez - Ciudad del Vaticano
“La sinodalidad es un antídoto contra el cierre egoísta de pequeños grupos y grandes naciones, y nos ayuda a apreciar la belleza de ser una comunidad capaz de integrar creativamente las diferencias”, lo dijo Monseñor Mario Grech, Secretario General del Sínodo de los Obispos en el Encuentro sobre “Una Iglesia sinodal: Una forma de ser Iglesia y una profecía para el tercer milenio”; evento organizado este 17 de noviembre, en el marco del ciclo de Conferencias sobre “La Iglesia según Francisco”, una iniciativa del Vicerrectorado de Integración, el Instituto de Espiritualidad y Acción Pastoral de la Pontificia Universidad Católica de Argentina (UCA).
La pandemia como Krisis
En su presentación, el Secretario General del Sínodo de los Obispos señaló que, la reflexión acerca de la sinodalidad en tiempos de pandemia es un signo positivo para la Iglesia y la sociedad. Al referirse a la pandemia del Covid-19, que desde hace meses golpea la humanidad de un extremo al otro del planeta, Monseñor Grech dijo que, “no hay duda que nos encontramos frente a una crisis, incluso muchos sostienen que se trata de la crisis mundial más grande desde el periodo de posguerra”. Analizando el significado de la palabra krisis, el Prelado afirmó que, no necesariamente tiene un significado funesto, el sustantivo krisis recuerda la idea de separar, discernir, juzgar. “En este sentido – agregó – el término posee un matiz positivo, en el sentido que la crisis puede transformarse en una ocasión de reflexión, de evaluación, discernimiento, transformándose en el presupuesto necesario para mejorar, renacer, un nuevo inicio”.
La pandemia como Chairós
Pero, si queremos utilizar un lenguaje más cercano a la Sagrada Escritura, indicó Monseñor Grech, podríamos afirmar que, “cada krisis lleva consigo un chairós, es decir una oportunidad, un tiempo precioso misteriosamente atravesado por Dios, un periodo propicio que interrumpe el ciclo siempre idéntico de los días y de los años (kronos) y que nos pide de asumir una actitud distinta, es decir, de vivir una conversión”. En este horizonte, citando las palabras con las que el Papa Francisco concluyó su homilía de Pentecostés de este año: “Lo peor de la crisis que ha causado esta pandemia será el drama de desaprovecharla”, Monseñor Grech dijo que, “la convicción que el tiempo de la cruz sea también el tiempo de la gracia, que incluso en la noche más oscura, Dios no hace faltar su estrella, y por lo tanto toca a los hombres saber extraer del mal el bien posible”.
La pandemia como “un tiempo de marea baja”
En este sentido, el Secretario General del Sínodo de los Obispos presentó a los participantes en la Conferencia la visión de la teóloga italiana, Stella Morra, que ha comparado el tiempo que estamos viviendo con “un tiempo de marea baja”. Que, de un lado, “deja emerger, la extraordinaria belleza del fondo”, pero al mismo tiempo “trae escombros”. Por ejemplo, la oración más intensa en tantas familias, el acercamiento a la espiritualidad, la búsqueda de nuevas formas de expresar la fe, la fantasía pastoral de muchos ministros, etc., pero también se ve la fragilidad de las relaciones conyugales y familiares, la debilidad de nuestros caminos de catequesis, la desorientación interior de muchos que siempre se consideraban creyentes, sin excluir a algunos pastores.
La pandemia ha revelado una Iglesia “clericalista”
A la luz de esta visión, Monseñor Mario Grech dijo que, de un lado, “si los aspectos positivos deben convencernos de que no podemos volver a modalidades pastorales que existían antes de la pandemia; de otro lado, los aspectos negativos – entre algunos cristianos, consagrados y laicos – revelan un enfoque profundamente clericalista”. Por ello, señaló el Prelado que, nos damos cuenta de que, a pesar de los repetidos llamamientos de Papa Francisco para promover una "Iglesia en salida" capaz de hacerse cargo de los hombres y mujeres de este tiempo como un "hospital de campaña", la nuestra sigue siendo a menudo una "Iglesia de sacristía”, lejana de las calles o con la intención de proyectar la sacristía a la calle.
La sinodalidad como recurso para ir más allá de la pandemia
Un segundo tema que desarrolló el Secretario General del Sínodo de los Obispos durante la Conferencia, estuvo centrado en la “Sinodalidad como recurso para ir más allá de la pandemia”. En este sentido, Monseñor Grech dijo que, la pandemia lejos de desviar la atención de la agenda de reformas eclesiales, está relanzando con fuerza el tema de la sinodalidad como "estilo" de la Iglesia. Esta expresión, del cristianismo como estilo, precisó el Prelado, fue lanzada por el teólogo francés Christoph Théobald, quien pretende afirmar, refiriéndose simultáneamente al Evangelio y al Concilio Vaticano II, que “el cristianismo no se ocupa sólo de algunos aspectos de la vida humana, sino que toca la existencia en su totalidad. El estilo cristiano es una forma de habitar el mundo, un modo específico que se inspira en el ejemplo de Jesús e imitado por sus discípulos a lo largo de la historia de la Iglesia”.
El estilo cristiano es un estilo sinodal
Es por ello, que el Papa Francisco, desde el inicio de su pontificado, resaltó Monseñor Grech, nos ha estado ayudando a redescubrir que el estilo cristiano es, necesariamente, un estilo sinodal. “La sinodalidad es tan antigua como la propia Iglesia, visto que el Nuevo Testamento y la época de los Padres ya nos muestran el rostro de una Iglesia plurministerial, atenta a valorar los dones y carismas distribuidos a cada uno por el Espíritu Santo, y dispuesta a resolver las cuestiones más complejas con la participación de todos, como en el paradigmático Sínodo de Jerusalén descrito en los Hechos de los Apóstoles”. Así que nos encontramos en un "retorno a las fuentes", sobre todo si se compara con los modelos de Iglesia predominantes en los últimos siglos, claramente caracterizados por el predominio de una disposición piramidal.
El “problema común” podrá ser superado “caminando juntos”
En este contexto la pandemia se revela como un tiempo excepcional para la Iglesia, en el que el “problema común” sólo podrá ser afrontado y superado con un “camino juntos”. Es por ello que, la sinodalidad se revela hoy como un don precioso. “Como sabemos, Sínodo – afirmó Monseñor Grech – significa caminar juntos, se funden la idea del camino y la idea de estar juntos. Es decir, apoyarse mutuamente, experimentando ser un solo Pueblo de Dios”. “La sinodalidad expresa la condición de sujeto que le corresponde a toda la Iglesia y a todos en la Iglesia – como lo explica la Comisión Teológica Internacional en un documento de hace dos años – los creyentes son synodoi, compañeros de camino, llamados a ser sujetos activos en cuanto participantes del único sacerdocio de Cristo y destinatarios de los diversos carismas otorgados por el Espíritu Santo en vista del bien común”.
El estilo sinodal como propuesta para la sociedad civil
La sinodalidad, en el contexto actual de la pandemia, a pesar de ser un término del léxico eclesiástico, puede convertirse en una propuesta real a la sociedad civil. “Una Iglesia sinodal es como un estandarte alzado entre las naciones en un mundo que a menudo entrega el destino de poblaciones enteras en manos codiciosas de pequeños grupos de poder. Como Iglesia que «camina juntos» a los hombres, partícipe de las dificultades de la historia, cultivamos el sueño de que el redescubrimiento de la dignidad inviolable de los pueblos y de la función de servicio de la autoridad podrán ayudar a la sociedad civil a edificarse en la justicia y la fraternidad, fomentando un mundo más bello y más digno del hombre para las generaciones que vendrán después de nosotros”.
La sinodalidad un estilo que fortalece la fraternidad
En este sentido, afirmó el Prelado, la sinodalidad, adoptada como principio operativo por el mundo laico, podría ser un estilo que fortalezca las relaciones interpersonales y la fraternidad humana, conjugando con los principios de participación, solidaridad, subsidiariedad, a los que se refieren los documentos constitucionales de muchas democracias contemporáneas. La sinodalidad es un antídoto contra el cierre egoísta de pequeños grupos y grandes naciones, y nos ayuda a apreciar la belleza de ser una comunidad capaz de integrar creativamente las diferencias.
Bien común es el bien integral de la persona
Asimismo, la sinodalidad puede ayudarnos a repensar el mismo concepto de "bien común", querido por la doctrina social de la Iglesia. En época de pandemia, la batalla contra el virus solo se podrá vencer todos juntos, gracias a una alianza entre diferentes actores. A menudo, este concepto, del bien común, se ha malinterpretado en un sentido utilitario y materialista, es decir, consiste en el reparto de bienes e intereses por una pluralidad de individuos. Sin embargo, también tiene otro significado, no limitado a la dimensión económica; un significado según el cual el bien común surge más bien del acuerdo sobre qué valores y objetivos son dignos de la persona humana, contribuyendo a su “buen vivir”, y por tanto va garantizado a todos los miembros de la comunidad. El bien común, visto desde esta óptica, no solo tiene que ver con los “bienes”, sino sobre todo con el “bien” integral de la persona, es decir, con lo que permite a los miembros de una sociedad, alcanzar la plena autorrealización.
Una comunidad mundial que navega en una misma barca
Como afirma el Papa en su última Encíclica, Fratelli tutti, la sinodalidad “rima” con la fraternidad, es decir, representa el presupuesto doctrinal y la traducción jurídica de un concepto - el de fraternidad - originalmente perteneciente al ámbito de la reflexión moral. En la Encíclica, el Pontífice afirma claramente que, ante la irrupción de la pandemia del Covid-19, “se evidenció la incapacidad de actuar conjuntamente. A pesar de estar hiperconectados, existía una fragmentación que hacía más difícil resolver los problemas que nos afectan a todos”. Esta constatación, continúa el Papa, “despertó durante un tiempo la consciencia de ser una comunidad mundial que navega en una misma barca, donde el mal de uno perjudica a todos. Nos hemos dado cuenta que nadie se salva solo, que únicamente es posible salvarse juntos”.
Hacia el próximo Sínodo
Hacia el final de su presentación, Monseñor Mario Grech dedico un espacio para hablar de la próxima Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, convocada por el Papa Francisco el pasado 7 de marzo sobre el tema: “Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión”, trabajos que han sido retardados por la irrupción de la pandemia. Por otro lado, la situación planetaria actual puede ofrecer ideas importantes para abordar un tema tan vasto y complejo de la manera correcta, evitando un “retiro” de la Iglesia en sí misma y sus problemas, sino más bien propiciando una extensa reflexión sobre la relación entre la Iglesia y la sociedad contemporánea.
Un Sínodo sobre sinodalidad es apertura al mundo
La agenda del Sínodo será definida mejor en los próximos meses. Naturalmente, la fase preparatoria será orientada por los pedidos que llegarán desde las Iglesias particulares, las Conferencias Episcopales y desde los Sínodos de las Iglesias orientales católicas, sin que nada se establecido con rigidez de antemano. De todas maneras, una indicación segura la encontramos en la elección que el Santo Padre realizó para este el Sínodo: la referencia a la comunión que permite enraizar la sinodalidad en el misterio de la Trinidad, comunión eterna de las Tres Personas Divinas, haciéndonos comprender que la eclesiología sinodal es un desarrollo coherente de eclesiología de la communio desarrollada por el magisterio posconciliar; la invitación a la participación postula el compromiso de superar el clericalismo, redescubriendo la “individualidad eclesial” de todos los bautizados, incluidas las mujeres, a pesar de la diversidad de ministerios y de los dones recibidos; la llamada a la misión confirma la convicción de que un Sínodo sobre sinodalidad no será un ejercicio de "introversión", sino que debe favorecer el desarrollo de una Iglesia cada vez más extrovertida, es decir, abierta al mundo, al que Cristo la envía a llevar la Evangelii gaudium, la alegría del Evangelio.
Una Iglesia sinodal es una Iglesia de la escucha
Para lograr estos objetivos, afirmó Monseñor Grech, será necesario emprender de inmediato una atenta escucha de todas las voces eclesiales, así como aconteció en los últimos Sínodos, incluido el Sínodo Especial para la Amazonía, precedido por una movilización del Pueblo de Dios sin precedentes en el vasto territorio amazónico. La condición forzada de distanciamiento social que impone el virus nos compromete a idear nuevas formas de encuentro e intercambio, exhortándonos a usar ese don especial del Espíritu Santo que es la “fantasía” y que aprovechemos las tecnologías digitales, que nunca como ahora pueden ayudarnos a “acortar distancias”, así como lo estamos haciendo hoy. Una Iglesia sinodal es una Iglesia de la escucha, con la conciencia de que escuchar «es más que oír». Es una escucha reciproca en la cual cada uno tiene algo que aprender. Pueblo fiel, Colegio Episcopal, Obispo de Roma: uno en escucha de los otros; y todos en escucha del Espíritu Santo, el «Espíritu de verdad» (Jn 14,17), para conocer lo que él «dice a las Iglesias» (Ap 2,7).
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