Día contra el racismo. Zampini invita a la cultura del encuentro
Ciudad del Vaticano
La Misa ha sido organizada por la Embajada Argentina ante la Santa Sede y el Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral, y ha tenido lugar en el Palazzo San Calisto, sede de dicho Dicasterio. Ha sido presidida por el Prefecto, el Cardenal ghanés Peter A. Turkson, y concelebrada por su Secretario Adjunto, el Padre Augusto Zampini, quien pronunció una extensa homilía.
El padre Zampini destacó que, para sanar el virus del racismo, es preciso una “cultura del encuentro” basada en el respeto de la dignidad humana, pues todos somos hermanos y hermanas, hijos de un mismo Padre. También explicó que la Iglesia, como comunidad de discípulos de Jesús, siempre ha tenido un papel fundamental en facilitar a la gente el encontrarse con Dios, mostrando dónde Él habita en este mundo. Y para encontrarlo en una comunidad diversa en culturas, razas y lenguas, pero con un mismo origen, una misma sangre y un mismo destino – dice Zampini – “es preciso escapar de actitudes de condena y superioridad, y promover actitudes de perdón constante y de servicio a los demás, especialmente a los más vulnerables”.
“En el Evangelio la gente pregunta por Jesús, quiere ver a Jesús. Jesús responde con la imagen del grano de trigo que cae en la tierra y muere, para poder así dar fruto”. Por lo tanto, si queremos ver a Jesús hoy - explicó Zampini – “debemos buscar los granos de trigo caídos que nos rodean, es decir, los enfermos y empobrecidos, los abusados y oprimidos, las víctimas de la pobreza, de abuso, de violencia, de discriminación, especialmente por racismo”.
El Secretario Adjunto asegura que “verlos y reconocer sus sufrimientos” nos conecta profundamente con Cristo crucificado y resucitado. Además, señala que vale la pena trabajar tanto en el plano personal, cultural, legal y de lenguaje “para que personas inmersas en la oscuridad de situaciones espantosas como el racismo, puedan emerger a la luz de una vida diferente”. Por último, pide a Dios para que, a partir de nuestros encuentros con Cristo, “podamos dar la vida de nuestra semilla y así convertirnos en fruto para los demás”.
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