El drama de los inmigrantes y la herida de Chipre en el viaje del Papa
Francesca Sabatinelli - Ciudad del Vaticano
Diálogo ecuménico y comunión de las Iglesias en lugares que son la cuna del mundo occidental, donde se encuentran las raíces de Europa, y desde donde se envía un importante mensaje de fraternidad sobre el tema de los migrantes y refugiados. Así será el viaje de Francisco a Chipre y Grecia, según indicó hoy el director de la Oficina de Prensa, Matteo Bruni, en un briefing con periodistas antes de la partida del Papa, el próximo 2 de diciembre, hacia Chipre y luego, durante los próximos cuatro días, hacia Atenas y Lesbos.
Juan Pablo II en Grecia en 2001
Matteo Bruni recorre los viajes de los predecesores de Francisco a los mismos dos países. Era el año 2001 y San Juan Pablo II peregrinó a Grecia, Siria y Malta, "tras las huellas de San Pablo -señala Bruni- siguiendo los pasos de su predicación en el Año Jubilar 2000". Fue los días 4 y 5 de mayo, en Atenas, y "el punto de inflexión del viaje y de las relaciones con los ortodoxos griegos fue el encuentro con Christodoulos, arzobispo de Atenas y de toda Grecia". También fue el viaje de la declaración común sobre las raíces cristianas de Europa y la ocasión de la petición de perdón del Papa "por los errores de los cruzados", cuando Juan Pablo II habló de "purificación de la memoria".
Benedicto XVI en 2010 en Chipre
En 2010 Benedicto XVI fue a Chipre, un laboratorio de convivencia, continúa el portavoz vaticano, "una isla que siempre se ha sentido durante siglos como una frontera extrema de Europa hacia Oriente Medio". Fue un viaje marcado por la expectación festiva de un pueblo que, por primera vez, veía a un Papa en su tierra y que culminó con la entrega del Instrumentum laboris, recuerda Bruni, a la Asamblea Especial para Oriente Medio del Sínodo de los Obispos. El viaje de Benedicto fue un momento para que el Papa cerrara una década trágica, marcada por las divisiones y que comenzó con el ataque terrorista del 11 de septiembre de 2001, continúa explicando, y "lo hizo con una reflexión sobre el significado cristiano de la cruz, una forma de terminar de una vez por todas con el uso de la cruz para cualquier cruzada política o guerra religiosa".
Francisco y los migrantes en Lesbos
La visita de Francisco tendrá, por tanto, una fuerte connotación ecuménica, en dos países donde las comunidades católicas son minoritarias frente a la mayoría ortodoxa. También habrá muchos temas sociales que atravesarán los encuentros, en primer lugar el drama de los migrantes que vio al Papa ir a Lesbos en 2016. Un viaje triste, recuerda Matteo Bruni, citando las palabras de Francisco pronunciadas en el avión que le llevó a la isla griega "para encontrar la mayor catástrofe humanitaria desde la Segunda Guerra Mundial". Un viaje en el que el Papa regresó con un grupo de refugiados a bordo del avión. Hoy la situación es diferente, subraya Bruni, el campo de Lesbos ya no es como entonces, no está superpoblado, y con mejores condiciones de vida, la isla sin embargo sigue siendo un símbolo que sigue hablando a la comunidad internacional del "mayor cementerio del mundo", el mar Mediterráneo, como ha señalado repetidamente Francisco.
La herida de la división de Chipre
Será, por tanto, un viaje diferente al de 2016, y si esta vez también el Papa llevará a alguien ya veremos, aclaró Bruni a preguntas de los periodistas: "Se estaban estudiando opciones de este tipo, pero la complejidad de la legislación no permite dar respuestas definitivas. En cambio, estas cosas suelen decirse después". En cualquier caso, explicó, no se trataría de "un corredor humanitario, sino de una reubicación, posiblemente un movimiento de refugiados de un país a otro de Europa". Este 35º viaje internacional de Francisco estará marcado, por tanto, por temas muy amplios, entre ellos la herida de la dividida Chipre, cuya esperanza de reunificación, concluye Bruni, no será ignorada durante el viaje del Papa.
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