Celebradas las Exequias del Cardenal Lozano Barragán en el Vaticano
Su “profunda devoción a la Virgen, arraigada en su alma desde la infancia, nos lleva a pensar que el difunto Cardenal encontró a la Virgen esperándole en el umbral del Paraíso y lo condujo de la mano hacia Jesús, introduciéndole en la alegría y la paz sin fin de la visión de Dios”: palabras del cardenal Giovanni Battista Re, decano del Colegio Cardenalicio, al recordar una de las características de la espiritualidad del purpurado mexicano, el cardenal Javier Lozano Barragán, fallecido a los 89 años tras una larga enfermedad. La Misa Exequial se celebró a las 14 horas en el Altar de la Cátedra de la Basílica Vaticana y a su término el Santo Padre Francisco presidió el rito de la Ultima Commendatio y de la Valedictio.
Testigo constante de la muerte y resurrección de Cristo
El Decano del Colegio Cardenalicio recorrió la vida del “querido cardenal” que “cerró los ojos serenamente el domingo de Pascua, con la alegría de haber recibido la visita del Santo Padre en la noche del Viernes Santo y de haber podido así rezar con el Papa unos días antes de su paso a la vida eterna”.
Su lema episcopal era "Testis resurrectionis", y a lo largo de su vida el cardenal Lozano Barragán - primero como teólogo, luego como párroco y finalmente como jefe de un dicasterio de la curia romana - ha sido un testigo constante de la muerte de Cristo y de su resurrección para nuestra salvación.
Espíritu de servicio y un ímpetu inquebrantable
Recordó también el cardenal Re que “el largo ministerio eclesial del Cardenal Lozano Barragán estuvo constantemente sostenido por la fuerza del amor a Dios, a la Iglesia, al Papa y a las almas”. Éste se desarrolló "con espíritu de servicio y con un ímpetu inquebrantable desde su primera juventud”. En su ministerio, - dijo - muchas personas se sintieron comprendidas y reconfortadas por su sentido de la compasión. Y “en los diferentes cargos que ocupó a lo largo de los años, el espíritu que animaba al Cardenal Lozano Barragán era siempre el mismo: fe sólida, competencia doctrinal, fidelidad al Magisterio, auténtico "sensus Ecclesiae" y amor a las almas”.
Reunidos aquí, en el altar del Señor, el día después de la octava de Pascua, el amado difunto nos invita a hacer nuestras las conocidas palabras del apóstol Pedro: “Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, que, en su gran misericordia, nos hizo renacer, por la resurrección de Jesucristo, a una esperanza viva, a una herencia incorruptible, incontaminada e imperecedera, que ustedes tienen reservada en el cielo. (1 Pedro 1,3-4).
La devoción a Nuestra Señora de Guadalupe
En el conmemorar momentos significativos en la vida del difunto purpurado, hizo presente una característica de la espiritualidad del difunto: su fuerte devoción a la Virgen.
En la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe recibió su Primera Comunión. Cuando fue nombrado obispo, quiso que la ordenación episcopal se confiriera en la misma basílica mariana. Como nuevo cardenal celebró una de sus primeras misas en el santuario guadalupano. Para conmemorar su 25º aniversario como obispo, en 2004, viajó a México para rezar a la Virgen María y celebrar una misa en el Santuario de Guadalupe en el Tepeyac, tan querido por él.
¡Cuántas veces en su vida – exclamó - ha hablado de la Virgen, como la Madre que nos ama y a la que nada escapa de nuestros problemas y angustias!
A Dios “bueno y rico en misericordia”, se confía a “este amigo y hermano nuestro, - concluyó el Cardenal Decano - implorando el perdón por sus debilidades humanas y rogando que Dios lo acoja en la inmensidad de su amor”.
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