Con corazón de hijo
Alessandro Gisotti
A veces son los más jóvenes los que tienen el amor y coraje más grande. Del evento festivo en la Plaza de San Pedro que vio al Papa Francisco reunirse con una multitud de adolescentes italianos, quedará impreso en la memoria de todos el testimonio de Mattia Piccoli, de 12 años, que hace unos años se convirtió en el ángel de la guarda de su padre enfermo de Alzheimer. En diciembre del año pasado, Mattia recibió de manos del Presidente Sergio Mattarella la distinguida condecoración de Alférez de la de la República. "Por el amor y el cuidado con el que sigue diariamente la enfermedad de su padre y le ayuda a combatirla", se lee en la motivación del Quirinale. Ayer, Mattia dio testimonio de ese amor y cuidado con la espontaneidad de un adolescente que tuvo que "crecer" rápidamente para ayudar a su padre Paolo. "Nunca he hecho nada sin querer o por obligación", dijo, mientras el Papa y los jóvenes le escuchaban atentos y emocionados: "Quise ayudar a mi padre como un acto de amor, pensando en todo lo que él había hecho por mí". Mattia relató que de niño sólo pensaba en jugar, pero de repente empezó a notar que su padre ya no parecía ser él, parecía diferente y a veces se olvidaba de hacer las acciones más importantes como recogerle del colegio.
"No entendía muy bien lo que le estaba sucediendo a mi padre -confiesa-, pero el 19 de diciembre de 2016 nos dieron la noticia que cambiaría la vida de mi familia: a mi padre le diagnosticaron el Alzheimer precoz. Una enfermedad devastadora, que parece casi inaprensible porque paraliza la mente y los sentimientos de forma "misteriosa", llevando a la persona afectada por la enfermedad a una dimensión de extrañeza, incluso con respecto a sus afectos y recuerdos más queridos. Es una enfermedad que suele sumir a las familias en un estado de soledad. Pero ni siquiera el Alzheimer ha podido alejar a un padre de su hijo, que con amor creativo y obstinación lo mantiene cerca de él y no lo deja ir. "Desde ese día, dice Mattia, mi tarea, al no tener ayuda externa, ha sido ayudar a mi padre en las cosas cotidianas que ya no podía hacer por sí mismo, como ducharse, atarse los zapatos o darle consuelo cuando no sabía dónde estaba". El hijo que protege a su padre. Le ayuda a dar sus inciertos pasos por el camino de la vida, tal y como su padre había hecho por él sólo unos años antes. Hace unos meses concluimos la celebración del año especial dedicado a San José, testigo y ejemplo de paternidad. En este extraordinario acontecimiento, es como si este niño hubiera asumido las cualidades distintivas de la paternidad -valor, ternura, acogida- para custodiar y animar a su propio padre. Patris Corde se convierte así en Filii Corde.
Sin embargo, uno puede preguntarse con razón, ¿dónde encontró un niño esta fuerza, este amor para enfrentarse a una prueba más grande que él? Esta fuerza", confió en el encuentro de ayer, "me viene gracias a mi familia: al valor de mi madre, al apoyo de mi hermano e incluso de mi gran papá que siempre ha ayudado a las personas y me ha enseñado el valor de la solidaridad. La fe cristiana también me ha ayudado muchas veces cuando estoy triste y me siento abatido, porque echo mucho de menos a mi papá de antes. Mattia recordó cuando todos se reunían en la iglesia para encender una vela "confiando en que nuestras peticiones serían atendidas o lo feliz que era mi padre cuando cantaba con el coro de la parroquia". Una historia que, con la inmediatez de una experiencia intensamente vivida, llegó al corazón de quienes la escucharon. Con pocas palabras, en pocos minutos, el pequeño Mattia ofreció un gran don: dio testimonio de que el amor de un hijo, la unidad de una familia, la solidaridad de una comunidad de fe pueden ayudar a resistir toda prueba.
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