Parolin: el proyecto de Europa sigue siendo un proyecto de paz
Salvatore Cernuzio – Ciudad del Vaticano
Una Europa que, a pesar del horror del actual conflicto en Ucrania, sigue llevando adelante ese "proyecto de paz" que fue la inspiración y el deseo de Robert Schumann, surgido de los escombros de la Segunda Guerra Mundial. Esta es la visión que el cardenal secretario de Estado de Su Santidad, Pietro Parolin, espera que sea común para el futuro del Viejo Continente. Ayer por la tarde, el purpurado celebró una misa en Santa Sofía, en Roma, con motivo de la Jornada de Europa.
Entre las bóvedas bizantinas de la iglesia nacional de los ucranianos en la capital italiana, que desde el estallido de la guerra se ha convertido en un centro de recogida de ayuda a la población, Parolin – acogido por cantos litúrgicos – recordó los numerosos muertos en lo que el Papa Francisco estigmatizó como una guerra "cruel" y "sacrílega".
En oración por las víctimas de la guerra
"Imploramos a Dios el don de la paz para Ucrania, el consuelo material y espiritual para las víctimas de la guerra y especialmente para los refugiados, para los niños, para los que lo han perdido todo, para la gente que se ha quedado sola. Que el Señor ilumine los corazones de los gobernantes para que trabajen por restablecer la paz y la concordia", dijo el cardenal, ante la presencia de numerosos embajadores acreditados ante la Santa Sede.
La muerte está vencida
En su homilía, el secretario de Estado comentó la Palabra de Dios que proponía la liturgia del día, "llena de preciosas intuiciones que nos ayudan a entrar profundamente en el misterio pascual del Señor". A continuación, se detuvo en el significado de la muerte, superada por Cristo, el Buen Pastor, que devuelve la vida.
Sin embargo, prosiguió el purpurado, la victoria de Cristo "parece tener dificultad para mostrar su triunfo", casi "ofuscada" en este mundo en el que "el pecado y la muerte parecen tener la razón".
La "memorable" Declaración de Schumann
Las escenas que llegan de Ucrania nos lo recuerdan a diario. Ante los dramas provocados por la guerra, el cardenal Parolin recordó el espíritu que animó "la memorable" Declaración del venerable Robert Schumann, el 9 de mayo de 1950, cinco años después del conflicto "más extenso y sangriento" que Europa había conocido hasta entonces.
En su momento, el ministro de Asuntos Exteriores francés, Schumann – recordó el cardenal – comprendió que la única manera de alejar el peligro de un nuevo conflicto no era la disuasión, ni la "construcción de una paz armada como la de la Guerra Fría"; más bien, intuyó que sólo "la solidaridad mutua y el reparto de recursos" podrían conducir a una "auténtica reconciliación". Así se empezó a trazar el camino hacia la Federación Europea, y así es como cambió el "destino de las regiones que durante mucho tiempo se han dedicado a la fabricación de instrumentos bélicos".
Trabajar por una Europa unida y reconciliada
En la base de la Declaración de Schumann estaba "todo el compromiso político y social" del estadista, "entrelazado con la fe cristiana cultivada en la vida cotidiana". "Para Schumann, Cristo había resucitado de verdad", dijo el cardenal: no era un pensamiento abstracto, sino una presencia operante en el mundo. Y precisamente por esta fe integral, el entonces ministro se comprometió a "trabajar por una Europa unida y reconciliada". En su camino se encontró con personalidades "que compartían la misma fe, la misma visión de la vida, el mismo compromiso político, la misma pasión por el bien común", Konrad Adenauer y Alcide de Gasperi.
Escucharse
Todos ellos "eran conscientes de que no se vence a la muerte con más muerte, sino que sólo la vida vence a la muerte". Frente a la "tentación humana de dejar que prevalezca la discordia", los fundadores comprendieron también que la única manera de afrontar los retos que se presentaban era "escucharse mutuamente, exponiendo con honestidad y sencillez las propias razones, y estando al mismo tiempo abiertos a las razones de los demás", dijo Parolin. Por eso los llamamos "padres fundadores", porque "pusieron los cimientos de un nuevo edificio" y "en la vida se esforzaron por construir donde otros antes sólo habían sabido destruir". Su legado fue "la escucha y la acogida", que "siguen siendo los puntos fuertes de Europa hoy en día". Hoy, concluyó el cardenal, "es precioso mantener viva esta posición en el ensordecedor estruendo de nuestro tiempo".
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