El cardenal Parolin lleva el mensaje del Papa a los marselleses
Delphine Allaire - Marsella, Francia
El cardenal Parolin comenzó su visita bajo la bóveda de la discreta "Vieille Major", emblemática del arte románico provenzal, rezando junto a Mons. Aveline para honrar el tricentenario del voto de los regidores de Marsella, antes de pasar a la nueva Major. En esta imponente catedral neobizantina, sede de la diócesis, el Secretario de Estado celebró la misa de esta tradición religiosa tricentenaria.
En su homilía de la solemnidad del Sagrado Corazón, el cardenal y diplomático italiano insistió en la necesidad de la acogida y la fraternidad hacia el prójimo: "Debemos ocuparnos de nuestros hermanos más aislados y heridos, de los sin techo, de los drogadictos, de los refugiados, de las poblaciones indígenas, de los ancianos, cada vez más solos y abandonados, y de los migrantes", enumeró, revelando explícitamente una "exhortación del Santo Padre a la ciudad de Marsella". Así, nos enteramos de que el Papa Francisco quiere que Marsella continúe con su "generosa apertura", que, en lugar de temer "la destrucción de la identidad local", es capaz de crear "nuevas síntesis culturales".
"El Papa espera que Marsella continúe con su generosa apertura que, en lugar de temer la destrucción de la identidad local, es capaz de crear "nuevas síntesis culturales".
Marsella, puerta y horizonte de fraternidad
"¡Qué hermosas son las ciudades que superan la desconfianza malsana e integran a los diferentes, y que hacen de esta integración un nuevo factor de desarrollo! Qué hermosas son las ciudades que, incluso en su arquitectura, están llenas de espacios que acercan a las personas, las ponen en contacto y promueven el reconocimiento del otro", dijo el cardenal Parolin, citando la primera exhortación apostólica de Francisco, Evangelii Gaudium.
Ante una audiencia de autoridades políticas y económicas locales, entre las que se encontraba el ex alcalde Jean-Claude Gaudin, el Secretario de Estado se congratuló de que Marsella avance hacia "este horizonte fraternal" que ya lleva dentro, como "¡Puerta del Este y Puerta del Oeste, europea y mediterránea a la vez!".
El cardenal encargado de los asuntos políticos y diplomáticos en el Vaticano se refirió entonces a la parábola de la oveja perdida, el Evangelio del día, "una imagen del hermano que vive aquí en Marsella, este hermano de otra cultura, de otro origen, este hermano en la necesidad, este hermano en la humanidad", señaló, atribuyendo a la antigua ciudad la vocación de encarnar "la alegría de un corazón abierto, que se entrega sin cesar".
La génesis de una ciudad construida sobre la acogida
Más tarde, por la mañana, en la basílica de Notre-Dame-de-la-Garde, con vistas a la ciudad y al Mediterráneo, el cardenal Parolin se reunió con sacerdotes, religiosos y religiosas y servicios diocesanos locales. Esta Buena Madre que vigila el mar fue visitada "como peregrino" por San Juan Pablo II en 1947, mucho antes de ser Papa.
Ante el clero, el cardenal Parolin volvió a hablar en nombre del Papa Francisco: "El Santo Padre sabe que hoy estoy con vosotros. Me ha pedido que os transmita a cada uno de vosotros su afectuosa bendición como signo de su unión con nosotros en esta celebración.
Inspirado en la historicidad del lugar, el Secretario de Estado evocó los orígenes de la ciudad fundada por los habitantes de Fócea. "La historia del matrimonio de la hija del rey celta con el marinero griego venido de lejos nos recuerda que el nacimiento de la ciudad de Marsella se inscribe en la calidad de una acogida que no rehuyó el encuentro de culturas diferentes.
"El nacimiento de la ciudad de Marsella está inscrito en la calidad de una acogida que no temía el encuentro de culturas diferentes.
Un puerto de salida para la misión y la evangelización
Se destacó la acogida del forastero, propia de los pueblos del Mare Nostrum, y el rico patrimonio religioso que se ha derivado de ella. "Si seguimos escudriñando el mar, veremos a esos discípulos de Jesús a los que te gusta honrar. Te trajeron la fe en los primeros tiempos del cristianismo. Marsella se convirtió en una comunidad de mártires, santos, monjes y teólogos. Junto al nombre de Lázaro, vuestro patrón, están inscritos en vuestra historia y en las piedras de vuestra ciudad los nombres de San Víctor, San Juan Casiano, varios santos obispos como Eugenio de Mazenod, el beato María Deluil-Martiny, el beato Jean-Baptiste Fouque, por citar sólo algunos", detalló el cardenal, considerando a Marsella y sus salidas de misioneros hacia África y Asia como "una base de partida para la evangelización". Marsella, la ciudad cosmopolita, está pues hecha para la misión. Una misión formada por las diferentes oleadas sucesivas de inmigración, que han contribuido, dijo, a construir la identidad de la ciudad.
Sinodalidad e interioridad
Por último, en cuanto a la sinodalidad, el cardenal Parolin elogió los esfuerzos de la diócesis en los últimos años, en particular a través del proceso emprendido para el Mediterráneo y sus desafíos, como espacio de resurrección.
Como último encuentro del día, el representante del Pontífice celebró una misa para los fieles en la Basílica del Sagrado Corazón, construida tras la Primera Guerra Mundial. Llevando la cercanía y la bendición del Papa a los marselleses, el cardenal subrayó la actualidad de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, llamando a los fieles "a una fe, un amor y una interioridad más radicales", "a vivir un cristianismo profundo y no sólo sociológico".
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