Una madre ucraniana: "En el Bambino Gesù, la nueva vida de Emilia"
Benedetta Capelli y Svitlana Duckhovych - Ciudad del Vaticano
Los ojos claros de Vita son llamativos, además de hermosos reflejan una nueva luz. Así es para las madres. Una vez que el niño ha venido al mundo, la simbiosis no se rompe. Emilia, su hija de seis años, está mejorando. En el hospital "Bambino Gesù" le hicieron un trasplante de médula ósea tras su llegada de Ucrania. Hoy los ojos de Vita, que parece mucho más joven que su edad real, se han iluminado de esperanza.
Es una mujer sola aquí en Italia. Tiene un hijo pequeño que había llegado al país gracias a unos familiares y que ahora con ella. Esto también le da fuerza; una fuerza necesaria para frenar la preocupación por la suerte de su marido, que se ha quedado en Ucrania porque tiene obligación militare. Sólo puede imaginar la agitación en el corazón de este hombre.
"No volveré a comer hasta que cesen las explosiones"
"Cuando empezó la guerra estaba con mi hija en el hospital de Kiev, llevábamos allí unos tres meses. Al principio", cuenta, "no pensamos en irnos, pero cuando empezaron los bombardeos, había mucho miedo, había pánico, y junto con los padres de otros niños enfermos empezamos a buscar la manera de irnos, pero fue en vano". Los médicos ucranianos también hicieron todo lo posible para evacuar a los niños enfermos y "al cuarto día de la invasión", explica Vita, "nos dijeron que nos preparáramos porque existía la posibilidad de abandonar el país". Sin embargo, los días previos a esta decisión son difíciles. "Desde la ventana podíamos ver el cielo negro sobre Hostomyl, en las afueras de Kiev. Todas las noches teníamos que bajar al refugio del hospital, las incomodidades eran enormes. Y Emilia había dejado de comer por miedo, me dijo: 'No quiero comer, mientras haya explosiones'".
El viaje de la esperanza
Gracias a la ayuda de la fundación benéfica "Tabletochki", muchas familias consiguen salir en autobús, escoltadas por coches de policía y algunas ambulancias. En los controles, se deja pasar a los niños enfermos sin hacer fila. El convoy llega a Polonia, un país dispuesto a acogerlos pero sometido a una gran tensión. Para Vita y Emilia, se prospecta un traslado a Italia, donde ya se encuentra el niño más pequeño. "Acabamos en un lugar altamente cualificado. En el Bambino Gesù recibimos unos cuidados maravillosos, estoy feliz de que hoy, después del trasplante, Emilia esté mucho mejor'.
Otra oportunidad de vida
Pero hay una espina en el corazón de Vita que la conmueve varias veces. "Estoy muy preocupada porque no sabemos qué futuro nos espera. Tengo tantas ganas de volver a casa y estar con mi familia, pero por ahora no hay seguridad. Antes pensábamos que todo acabaría pronto, pero ahora vemos que durará mucho tiempo y por eso no veo la posibilidad de volver", dice.
"Deseo que mis hijos", expresa, "no sepan lo que es la guerra, porque es terrible. No puedo ni siquiera imaginar cómo viven los niños en las zonas de nuestro país donde hay combates. Otra cosa que deseo es ganar nuestra segunda guerra, que es esta enfermedad, porque llevamos mucho tiempo con el tratamiento y la situación es bastante complicada, pero por fin, y no exagero, hemos recibido como don otra oportunidad de vida". Una esperanza que la hace sonreír.
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