Adriana y Margherita, dos amigas ucranianas. Se conocieron en el Vaticano
Svitlana Dukhovych - Ciudad del Vaticano
Al verlas, parece que se conocen desde la infancia. Lo que tienen en común es la luz de sus ojos, la curiosidad y la confianza con la que miran al mundo. Adriana tiene 13 años, vive en Roma, su padre es italo-suizo y su madre es ucraniana. Margherita, de 12 años, es hija de refugiados ucranianos que huyeron de la guerra en los primeros días tras su inicio. Cuando cuentan su amistad, surgida durante el campamento de verano "Estate ragazzi in Vaticano", se perciben sus ganas de pasarlo bien y de divertirse junto a los demás, pero también queda clara su comprensión de que la amistad es también compromiso y ayuda a los demás.
El nacimiento de un vínculo
Margherita todavía está aprendiendo italiano, pero como es muy comunicativa, se las arregló para llevarse bien con los otros niños del campamento de verano, en parte con algunas palabras en italiano que conocía, y en parte con el inglés. Todo cambió cuando conoció a Adriana, que habla tanto italiano como ucraniano (además de alemán e inglés).
Iba a la piscina y oí que alguien detrás de mí hablaba en ucraniano", dice la chica, "y entendí lo que decía. La persona que estaba a su lado no entendía, así que me di la vuelta y traduje al amigo que estaba a mi lado lo que Margherita estaba diciendo. Entonces Margherita me preguntó: "¿Sabes ucraniano?". Así que hablamos, nos conocimos y ahora somos amigas".
Tres semanas "maravillosas"
Para Margherita, la participación en el "Centro Juvenil de Verano en el Vaticano" fue realmente vital: muchos de sus familiares y amigos se quedaron en Ucrania, con los que siempre está en contacto. Cuando habla de ello, apenas puede contener las lágrimas. Si aquí en Italia me hubiera quedado encerrada en casa, habría pensado mucho en Ucrania, en cambio me distraje", confiesa. Estas tres semanas han sido maravillosas y divertidas, he podido olvidarme de la guerra y experimentar la normalidad".
La esperanza de visitar Ucrania
Adriana conoce lo que ocurre en Ucrania por los relatos de los familiares de su madre, que viven en el país, invadido por el ejército ruso. Dice que no ha podido visitarlos desde hace tres años: primero por la pandemia y ahora por la brutal guerra en curso. Es una gran pena para ella también porque allí sólo habla ucraniano y consigue mejorar mucho su idioma. "Espero que la guerra termine pronto", dice.
"Gracias", es la palabra que, a pesar de su corta edad, Margherita conoce bien y la repite a su nueva amiga, a sus compañeros de campamento de verano y a todos los que han hecho su vida y la de su familia más tranquila.
Gracias por haber leído este artículo. Si desea mantenerse actualizado, suscríbase al boletín pulsando aquí