Archie Battersbee no es una hoja seca
Massimiliano Menichetti
En cuidados intensivos la vida es el sonido intermitente de un monitor o de una bomba que lleva el aire a los pulmones. La vida es sagrada, siempre. Sin embargo, algunos deben morir porque las leyes, las sentencias, y otras personas han decidido que así debe ser. Archie Battersbee, de 12 años, hasta hace poco iba a la escuela y jugaba en una de las ciudades más avanzadas del mundo, Londres, al menos según los estándares económicos y de desarrollo. No obstante, su país no sólo no logra protegerlo, sino que no escucha a su mamá, Hollie, ni a su padre, Paul, que quieren probar todos los medios para salvar la vida de su hijo.
Archie está en coma desde el 7 de abril. Lo encontraron inconsciente, con marcas alrededor del cuello como si hubiera intentado asfixiarse, nadie sabe por qué. La hipótesis es la de un loco juego online. Desde aquella fecha, su madre y su padre, en lugar de ser apoyados y sostenidos, luchan contra quienes deberían buscar todas las posibilidades para salvarle la vida.
Para los médicos del London Royal Hospital, donde el pequeño está ingresado, no hay nada más que puedan hacer: se trata de muerte cerebral y la condición es irreversible, por lo que hay que detener todos los tratamientos que mantienen al niño con vida.
Hollie sigue insistiendo en que los médicos de otras naciones, incluida Italia, están dispuestos a intentar salvar la vida de Archie. Cuatro meses de batallas legales, recursos internos y externos, que llegaron hasta los foros europeos y de las Naciones Unidas, pero todas las puertas han permanecido cerradas hasta ahora, nada ha detenido el espectro de la muerte. A las 11 de la mañana de ayer, el soporte vital habría tenido que interrumpirse.
Frente lo ineludible, los padres del pequeño Archie pidieron el traslado a un hospicio, ganando así más tiempo para su hijo. La postura de los médicos londinenses vuelve a ser negativa, ya que, según ellos, el traslado podría suponer un empeoramiento para el pequeño y ser fatal. El Papa ha hablado repetidamente de "colonizaciones ideológicas", donde todo se pone al revés, y así los inmigrantes causan miedo, los niños por nacer pueden suprimirse, se fomenta la eutanasia, se abandona a los ancianos improductivos…
Francisco, durante su último viaje apostólico a Canadá, volvió a referirse precisamente sobre "la imposición de modelos culturales preestablecidos", que "contrastan la realidad de la existencia". "Es una mentalidad – dijo – que, presumiendo haber superado las 'páginas oscuras de la historia', da cabida a una cancelación cultural que evalúa el pasado sólo según ciertas categorías actuales. Así se implanta una moda cultural que estandariza, hace que todo sea igual, no tolera las diferencias, y se centra sólo en el momento presente, en las necesidades y los derechos de los individuos, descuidando a menudo los deberes para con los más débiles y frágiles: pobres, emigrantes, ancianos, enfermos, niños por nacer... Son ellos los olvidados en las sociedades opulentas; son los que, en la indiferencia general, son descartados como hojas secas que hay que quemar".
Archie no es una hoja seca, es un niño de carne y hueso, como lo eran Charlie Gard, Alfie Evans y lo es Tafida Raqeeb, tratada en Italia tras el tira y afloja con las autoridades sanitarias de Londres. Curar no significa exclusivamente sanar, sino hacerse cargo: de quien está sufriendo, de quien es débil, de quien es frágil. Esto cuesta mucho más, en términos económicos y de inversión, que desconectar las máquinas que mantienen viva a una persona, pero es el espejo de una sociedad que se reconoce criatura y, por tanto, protege y ayuda al hombre, o de una sociedad autorreferencial, que, habiendo cortado todo vínculo, explota, destruye y devora.
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