La misión de paz del Bambino Gesù
Svitlana Dukhovych y Benedetta Capelli - Ciudad del Vaticano
Lo extraordinario se esconde entre los pliegues de lo ordinario. Esta es la sensación que se tiene al entrar en el Hospital Infantil Bambino Gesù, donde la dedicación va de la mano de la profesionalidad y el compromiso. Especialmente en estos últimos siete meses en los que la guerra ha irrumpido en la vida de todos, especialmente de muchos ucranianos, y ha cambiado su destino. Es un conflicto cruel con los más pequeños porque llevan sus marcas con ellos. Visibles como las heridas o las amputaciones, invisibles como los traumas por los que cada ruido se vuelve demasiado fuerte, el vuelo de un avión insoportable, la oscuridad es la antesala del miedo.
Así lo confirma la Dra. Sara Catena, referente de pacientes extranjeros para el hospital. "Estos niños llegan con grandes traumas porque de repente, en su vida cotidiana, se encontraron bajo las bombas. Cuando llegan aquí, relata, son mudos, no hablan, pero luego, gracias a nuestro servicio de psicología clínica, a los educadores y a la musicoterapia en las salas, que es una forma de conseguir que se expresen a través de la música, hemos conseguido y estamos consiguiendo poco a poco que se desbloqueen".
Enriquecimiento humano
Esta es una de las muchas respuestas que ofrece el Bambino Gesù. "Desde el 24 de febrero, día en que estalló la guerra, hasta hoy, el hospital - subraya Sara Catena - ha acogido y tratado a unos 1.600 niños. En este momento tenemos 20 niños en el hospital y 13 pacientes en las casas de acogida, un total de 33 familias". Son números que fotografían una atención integral: no sólo se atiende al niño enfermo, sino también a los padres e incluso a los abuelos. En este proceso son fundamentales los mediadores culturales que han ayudado y siguen ayudando a superar las barreras lingüísticas. Un primer acercamiento llevó a impartir clases de italiano en el hospital. Infaltable la disponibilidad de todo el personal - afirma la referente - "que ha dado todo lo que esta posible dar". "Estamos muy contentos con nuestra contribución porque nos ha enriquecido también desde el punto de vista humano, en nuestro trabajo".
La Dra. Sara Catena destaca que muchas de las historias que encontró la impresionaron. En los ojos el asombro de una abuela ante el bien recibido. "Cuando le explicamos que todo era gratis: la casa donde iba a dormir, los cuidados que podía tener, la comida... se puso a llorar y cuando le preguntamos por qué lloraba, nos contestó que era la primera vez en su vida que alguien le daba algo gratis. Esto nos hizo darnos cuenta de la importancia de nuestra contribución, de lo que logramos darles".
Confiar en los demás
La Dra. Mariana Mitiai es ucraniana y desde hace tres meses participa en la acogida de pacientes llegados a Italia desde su país en el Bambino Gesù. No deja de repetir que el hospital en el que fue contratada "es una excelencia", habla de "una familia unida en la que todos se apoyan mutuamente", dice que su trabajo es también ser un nexo de unión entre los médicos y las necesidades de los jóvenes pacientes. "La atención médica que se ofrece y que veo con mis propios ojos", explica, "es altamente especializada y, sobre todo, gratuita. Y esto es de gran importancia para los padres que tienen aquí lo más preciado: la vida de sus hijos. Se preocupan por lo que ocurre en Ucrania, siempre hay miedo, ansiedad, pero al menos tienen una gran posibilidad, no pequeña, de que sus hijos podrán vivir una vida plena y saludable, como todos los demás".
También hay un aspecto que hace reflexionar a Mariana: haber visto en los médicos, las enfermeras y los auxiliares una gran confianza en las capacidades de los demás. "Me gustaría que nosotros, como ucranianos, también confiáramos en los demás. Ahora, creo que todo está cambiando en nuestro país y creo que, tras la experiencia de la guerra, llegaremos a confiar al cien por cien".
El deseo de un cielo tranquilo
Ana Osipova, madre de Lionya, un niño que está siendo tratado por problemas oncológicos, ha sentido en su piel la caricia de todo un hospital. La historia que cuenta se intercala con sonrisas y lágrimas, porque en el corazón de esta joven madre, están juntos el dolor y la esperanza. "Salimos de Ucrania el 26 de marzo y el 27 ya estábamos en Italia. Llegamos al Bambino Gesù y comenzamos el tratamiento para nuestro hijo. Lionya estaba muy débil, porque después de que le extirparan el tumor, tuvo una segunda recidiva. Y venir a Italia era la única oportunidad de vida para nosotros". También Ana está sorprendida por la generosidad que ha encontrado: comida, alojamiento, voluntarios que la recogen para quedarse en el hospital con su hijo y luego la llevan de vuelta al centro por la noche.
Habla un poco de italiano y relata la huida de Ucrania, cuando escuchó las explosiones, el paso a un pueblo de la región de Zhytomyr, la ansiedad de Lionya. "Hoy, cuando pasa un helicóptero o un avión, el niño siempre levanta la cabeza hacia el cielo. Está muy preocupado cuando hay sonidos fuertes, tiene esta reacción, le ha quedado para siempre'. Ana dice que desde hace tiempo tenía previsto venir a Italia para tratarlo y que la guerra no ha hecho más que acelerar el tiempo. ¿Qué le gustaría desear a las madres y a los niños que se quedaron en Ucrania? A todos los niños ucranianos", responde Ana, "les deseo salud, les deseo a todos un cielo despejado, nosotros realmente queremos volver a Ucrania".
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