Tercera predicación de Cuaresma: "¡Dios es amor!"
Vatican News
"¡Dios es amor!" fue el tema que abordó el cardenal Raniero Cantalamessa, Predicador de la Casa Pontificia en su tercera Predicación de Cuaresma que tuvo lugar esta mañana a partir de las 9.00 en Aula Pablo VI de la Ciudad del Vaticano ante la presencia del Papa Francisco.
¡Necesitamos teología!
El Predicador comenzó explicando que su meditación se centraría totalmente en Dios puesto que la teología, es decir, “el discurso sobre Dios, no puede quedar ajena a la realidad del Sínodo, tal como no puede quedar ajena a cualquier otro momento de la vida de la Iglesia”.
Teología basada en el Espíritu Santo
Tras destacar que la “teología necesita una profunda renovación” porque el pueblo de Dios tiene necesidad de “una teología que no hable de Dios siempre y sólo ‘en tercera persona’, con categorías a menudo tomadas del sistema filosófico del momento, incomprensibles fuera del pequeño círculo de los ‘iniciados’", el purpurado se preguntó:
Además, el cardenal Cantalamessa recurrió a una cita de Henri de Lubac quien, entre otras cosas, escribió: “El ministerio de la predicación no es la vulgarización de una enseñanza doctrinal en una forma más abstracta, que sería anterior y superior a ella.
Es, por el contrario, la enseñanza doctrinal misma, en su forma más elevada. Así sucedió con la primera predicación cristiana, la de los apóstoles, y lo es igualmente con la predicación de quienes les sucedieron en la Iglesia: los Padres, los Doctores y nuestros Pastores en el tiempo presente. Estoy convencido de que no hay contenido de fe, por elevado que sea, que no pueda hacerse comprensible a toda inteligencia abierta a la verdad".
Y añadió que “si algo podemos aprender de los Padres de la Iglesia es que se puede ser profundo sin ser oscuro”. De hecho, destacó que san Gregorio Magno dice que la Sagrada Escritura es "simple y profunda, como un río en el que, por así decirlo, un cordero puede caminar y un elefante puede nadar".
¡Dios te ama!
El Predicador puso de manifiesto que no proponía “un discurso sobre la renovación de la teología”, puesto que su deseo era “mostrar cómo la teología, entendida en el sentido antes mencionado, puede contribuir a presentar de manera significativa el mensaje evangélico al hombre de hoy y a dar nueva vida a nuestra fe y a nuestra vida de oración”. De ahí su afirmación:
Al respecto aludió a la afirmación solemne de Juan: "Dios es amor", que “debe acompañar, como nota de fondo, todo anuncio cristiano, aun cuando deba recordar, como lo hace el Evangelio, las exigencias prácticas de este amor”.
Por otra parte, en esta meditación el Predicador puso de manifiesto “cómo, a partir de la revelación de Dios como amor, se iluminan con nueva luz los principales misterios de nuestra fe: la Trinidad, la Encarnación y la Pasión de Cristo, y se hace menos difícil hacerlos comprender al pueblo de Dios. Cuando San Pablo define a los ministros de Cristo como ‘dispensadores de los misterios de Dios’ se refiere a estos misterios de la fe, no a los ritos, ni siquiera en primer lugar a los sacramentos".
¿Por qué la Trinidad?
Comenzando con el misterio de la Trinidad, el Predicador recordó que “los cristianos creemos que Dios es uno y trino”, a pesar de que hay quienes le han preguntado ¿por qué los cristianos dicen que son monoteístas, si no creen en un solo Dios?.
Entre las preguntas que el Predicador formuló a lo largo de su reflexión destacamos: ¿quién ama a Dios para llamarse amor? ¿Ama el universo? ¿El hombre? ¿Antes del universo físico quién amaba a Dios para ser amor, ya que Dios no puede cambiar y comenzar a ser lo que antes no era? Y, entre sus respuestas recordó:
Concilio de Nicea
“Y aquí está la respuesta de la revelación – agregó el cardenal Cantalamessa – definida dogmáticamente en el Concilio de Nicea en el año 325. Dios siempre ha sido amor, ab aeterno, porque aun antes de que hubiera un objeto fuera de sí mismo al que amar, tenía la Palabra en sí mismo, ‘el Hijo unigénito’ a quien amaba con un amor infinito que es el Espíritu Santo”.
“También los cristianos creen, por tanto, en la unidad de Dios: una unidad, sin embargo, no matemática y numérica, sino de amor y de comunión, añadió el purpurado, invitando a pensar que “el misterio de los misterios” no es la Trinidad, “sino comprender lo que es realmente el amor”.
¿Por qué la encarnación?
El cardenal Cantalamessa abordó otro gran misterio que hay que creer y proclamar al mundo: la Encarnación del Verbo. “También ella – dijo – revela una nueva dimensión vista a la luz de Dios amor”. En este punto de su reflexión el Predicador de a Casa Pontificia aludió a la famosa pregunta de San Anselmo: "¿Por qué Dios se hizo hombre?" y a su conocida respuesta.
¿Por qué la pasión?
Llegando al tercer gran misterio: la pasión y muerte de Cristo que estamos a punto de celebrar en la Pascua, el Predicador recordó que “las heridas, la cruz y el dolor, hechos negativos y, como tales, sólo privación del bien, pueden producir una realidad positiva como la salvación de toda la humanidad.
Y añadió que “el dolor de Cristo conserva todo su valor y la Iglesia nunca dejará de meditar en él: no, sin embargo, como causa de salvación en sí mismo, sino como signo y medida de amor: Dios demuestra su amor hacia nosotros en el hecho de que, mientras aún éramos pecadores, Cristo murió por nosotros. La muerte es el signo, el amor el significado. El evangelista san Juan pone una llave de comprensión al comienzo de su relato de la Pasión: ‘Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo’".
Un amor digno de Dios
Además, el Predicador se refirió a ver qué cambia en nuestra vida la verdad que hemos contemplado en los misterios de la Trinidad, encarnación y pasión de Cristo. “Y aquí – dijo – nos espera la sorpresa que nunca falla cuando tratamos de adentrarnos en los tesoros de la fe cristiana”.
Hacia el final de su predicación el cardenal Cantalamessa sugirió decir en la oración a Dios Padre: "¡Padre, te amo con el amor con que te ama tu Hijo Jesús!". Y decirle a Jesús: "Jesús, te amo con el amor con que te ama tu Padre celestial". ¡Y saber con certeza que no es una ilusión!”.
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