La Santa Sede en la Bienal de Arquitectura “por un futuro mejor de la tierra”
Maria Milvia Morciano - Ciudad del Vaticano
La invitación es a "cuidar el planeta como nos cuidamos a nosotros mismos y celebrar la cultura del encuentro", dice el arquitecto Roberto Cremascoli, creador y comisario del Pabellón, que utiliza estas palabras para resumir las enseñanzas del Papa Francisco, extraídas de las encíclicas Laudato si' (2015) y Fratelli tutti (2020), que a su vez se convierten en la columna vertebral y guía ideal de todo el itinerario expositivo.
Laboratorio del futuro
La palabra clave es precisamente el futuro, que es también el título de la Bienal, "El laboratorio del futuro", como explicó la comisaria Lesley Lokko, porque "es imposible construir un mundo mejor si antes no lo imaginas". La arquitecta de origen ghanés, de hecho, se ha planteado el problema de organizar la Bienal respetando las urgencias que afligen al planeta, promoviendo "una descarbonización y descolonización" del evento. No una narrativa cerrada en el espacio y el tiempo, como solía decirse en el pasado, sino un cambio, con una mirada a África y a los lugares dejados hasta ahora al margen de cualquier proceso financiero o creativo.
Una coincidencia que abre el diálogo
El Prefecto del Dicasterio para la Cultura y la Educación, Cardenal José Tolentino de Mendonça, comisario del Pabellón, señala cómo el tema del encuentro es particularmente querido por el Papa Francisco, que precisamente este año ha celebrado los diez años de su elección como Papa. Una "coincidencia", subraya, "que abre la posibilidad de un diálogo que consideramos importante: ver cómo algunas de las líneas maestras de este pontificado pueden ser la clave para dialogar con la arquitectura contemporánea y converger en una visión que asuma el riesgo de pensar en un futuro diferente". El cardenal reitera cómo el pensamiento de Francisco se refleja bien en los proyectos arquitectónicos propuestos por el Pabellón de la Santa Sede.
Una arquitectura "extrovertida"
El Prefecto vaticano cita al arquitecto Álvaro Siza, autor de las instalaciones del Pabellón, "que a sus noventa años se presenta como una reserva de juventud para el mundo, apostando por una arquitectura no fija entre cuatro paredes, sino dislocada. Es una arquitectura viva, figurada, 'saliente'. Un intenso manifiesto político y poético sobre lo que es o puede llegar a ser el encuentro entre los seres humanos.
La necesidad de modestia
En su discurso, Roberto Cremascoli describe el itinerario de la exposición, pero explica aún más las razones de la misma: "En el convento tiene lugar la construcción de un verdadero proceso, la dimensión evocadora de un proyecto que no pretende necesariamente definir un espacio acabado, sino más bien un modus operandi. Con las "instalaciones" creadas, nos preocupamos por crear orden a través del diseño y la práctica de gestos sencillos, inspirándonos en el uso cotidiano y el modelo de vida monástico".
Así pues, no construcciones o ideas futuristas materiales, no nuevas formas de construcción, sino sobre todo las funciones etéreas y vitales del jardín, la investigación y recuperación de plantas y la reutilización de materiales de construcción. Y citando las hermosas palabras de Mirko Zardini, director del proyecto científico "Amistad social: encuentro en el jardín", Cremascoli habla de la necesidad de modestia, de reformular nuestra visión del mundo: "Probablemente es volviendo a partir de la aparente banalidad de nuestro mundo cotidiano, de nuestras acciones diarias, como podríamos reformular nuestra visión del mundo. Pensar el mundo como un entorno doméstico".
El jardín como lugar de tranquilidad
Por último, tomando la palabra, el arquitecto Álvaro Siza describió con palabras suaves y etéreas su instalación O encontró (el encuentro), donde figuras humanas con los brazos abiertos, arrodilladas o saludando dan la bienvenida al visitante y conducen de la idea de encuentro a la concreción de la responsabilidad. Figuras que dialogan con el "espacio ileso" del convento, como él lo ha definido, dialogan entre sí, dialogan con los visitantes. Con sus gestos nos conducen al encuentro en el jardín, lugar de contemplación. No un lugar ruidoso y bullicioso, donde ruido es también ese término que en semiótica es lo que perturba la mirada, sino un lugar de pausa y quietud.
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