Monseñor Gallagher: El acuerdo ucraniano sobre el trigo es un ejemplo de diálogo
Michele Raviart - Vatican News
Si es cierto que "no hay paz sin pan", porque la falta de lo necesario para vivir genera a menudo tensiones sociales, no es menos cierto que "no hay pan sin paz". Así lo atestigua la guerra en Ucrania, "que no sólo ofrece el triste balance de tantos muertos, heridos, desaparecidos, refugiados y desplazados internos, así como una gran destrucción de infraestructuras y edificios civiles", sino que ha provocado una crisis alimentaria mundial, ligada al bloqueo de las exportaciones de cereales desde los puertos del Mar Negro, que en el 2022 ha afectado a 47 millones de personas en algunas de las naciones más pobres del planeta. Así lo recordó Monseñor Paul Richard Gallagher, Secretario para las Relaciones con los Estados y las Organizaciones Internacionales, en su intervención en el acto "Panem et Pax", celebrado en el Instituto Yunus Emre de Roma y coorganizado por las embajadas ante la Santa Sede de Ucrania y Turquía. El objetivo del encuentro era apoyar la "Iniciativa del grano del Mar Negro", el acuerdo mediado por Turquía y las Naciones Unidas que desde el pasado 22 de julio, con la aprobación de Kyev y Moscú, permite de nuevo la salida del grano ucraniano por el Mar Negro.
Un acuerdo difícil, pero crucial para los más pobres
De hecho, recuerda Gallagher, Ucrania es uno de los principales proveedores de grano del mundo, con una producción total de casi 24 millones de toneladas anuales, lo que la convierte en el séptimo productor mundial. De ellas, más de dos tercios se destinaban, según cifras de 2020, a la exportación, además de otros 27 millones de toneladas de productos agrícolas relacionados y fertilizantes, destinados principalmente a países en desarrollo de África, Oriente Medio y Asia. El nada fácil acuerdo firmado en Estambul permitió superar el bloqueo portuario, aunque no faltaron las dificultades de aplicación y las amenazas de no renovación del acuerdo.
Protegerla de cualquier instrumentalización
Por ello, la iniciativa, reiteró el Prelado, no sólo debe ser alabada, "sino sobre todo, apoyada, salvaguardando su naturaleza y protegiéndola de posibles instrumentalizaciones y abusos". Hay dos aspectos del acuerdo que son especialmente relevantes para la Santa Sede. El primero es que el acuerdo "fue motivado y deseado como un proyecto humanitario". De hecho, la preocupación no era sólo no perder el grano ya cosechado o por cosechar, sino también estabilizar el mercado y garantizar la alimentación de tantos pobres del planeta, teniendo en cuenta su lugar privilegiado frente a otros consumidores.
No olvidar la finalidad humanitaria de la iniciativa
Por lo tanto, el acuerdo debe gozar de la máxima estabilidad, también porque, si bien es cierto que los precios de los cereales han bajado, el retraso de las exportaciones sigue siendo importante y, por lo tanto, es esencial mantener constante la salida de cereales ucranianos. Como recordó el Papa pocos días antes del acuerdo, los cereales no pueden utilizarse como arma de guerra y esto significa no sólo evitar utilizar las exportaciones como medio de chantaje, sino también utilizar el acuerdo para otros fines que no sean directa o indirectamente humanitarios.
Un ejemplo de fructífero compromiso diplomático
El otro aspecto clave es que el acuerdo sobre el trigo "representa el primer y único acuerdo importante entre las partes desde la invasión de Ucrania", lo que demuestra "que los esfuerzos diplomáticos merecen la pena y pueden ser fructíferos". Aunque después de un año y dos meses los esfuerzos por restablecer una paz justa sigan sin dar resultados, reitera Gallagher, este entendimiento, si se cuida y se aplica bien, "puede servir para reconstruir el clima de confianza que tanta falta hace y que podría desarrollarse en un diálogo fructífero también sobre otras cuestiones que gozan de un consenso de principio, como la necesidad de garantizar la seguridad nuclear y de evitar una escalada militar de esta naturaleza". Como recordó el Papa en el Urbi et Orbi de la pasada Navidad, la comida puede ser un instrumento de paz y retomar el camino que se perdió el 24 de febrero de 2022, el camino contrario a la guerra, el camino de la humanidad.
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