Gallagher: Diplomáticos de la Santa Sede deben ser pastores y no funcionarios
Por Beatrice Guarrera
"Desarrollar una "cultura del encuentro", ya que la diplomacia lleva en sí misma el esfuerzo del encuentro": ésta fue la necesidad fundamental de la conferencia organizada ayer en Roma, en el Palazzo San Calisto, por la asociación de derecho pontificio Carità Politica (Caridad Política). La diplomacia es, de hecho, un "vehículo para el diálogo, la cooperación y la reconciliación" en lugar de las reivindicaciones y los contrastes fratricidas, y es capaz de sustituir el uso de la fuerza, según una nota de Carità Politica. Precisamente de esto se habló en la conferencia "Diplomacia de la Santa Sede y cultura del encuentro", coordinada por Alfredo Luciani, presidente de Carità Politica, en la que participaron el arzobispo Paul Richard Gallagher, secretario para las Relaciones con los Estados y las Organizaciones Internacionales de la Secretaría de Estado, Mahmoud Talaat, embajador de la República Árabe de Egipto ante la Santa Sede, y Marcus Bergmann, embajador de Austria ante la Santa Sede.
"La cultura del encuentro", afirmó monseñor Gallagher, "sustenta la vocación misionera que los representantes pontificios, junto con los colaboradores, viven en su ministerio en los diversos países del mundo". En su discurso, el arzobispo destacó algunos episodios bíblicos de los que tomar ejemplo para reflexionar sobre la diplomacia pontificia: desde el encuentro entre Abraham y el sacerdote Melquisedec (Génesis, 14,17-20) -ejemplo elocuente de la amistad entre los pueblos desde la antigüedad- hasta el que tuvo lugar entre el profeta Eliseo y Naman, jefe del ejército del rey de Aram (2 Re, 5) y entre Darío, rey de los Persas, y el profeta Daniel, que fue arrojado al foso de los leones por haber transgredido el decreto que prohibía las súplicas a cualquier deidad que no fuera el mismo monarca persa (Daniel, 6). En los Evangelios se narran diversos encuentros con extranjeros que tienen a Jesús como protagonista: la curación del siervo del centurión romano (Mateo, 8.5-13) y de la hija de una mujer siro-fenicia en la región de Tiro y Sidón (Marcos, 7.24-30), la parábola del Buen Samaritano (Lucas, 10.25-37), la conversación junto al pozo con una samaritana (Juan, 4.1-42) y el diálogo con Poncio Pilato (Juan, 18.33-40).
Los encuentros de Jesús tienen siempre un carácter personal, subrayó monseñor Gallagher, y así debe ser también para los encuentros de los diplomáticos de la Santa Sede, que "no son funcionarios sino pastores, y como arzobispos y sacerdotes hablan al corazón de las personas que reciben". El libro bíblico que más expresa la cultura del encuentro son los Hechos de los Apóstoles, donde encontramos el relato de Pentecostés, "en el que se basa la certeza cristiana de que los seres humanos pueden entenderse y estar unidos" en una comunidad fraterna y solidaria. La cultura del encuentro se encuentra también en los escritos paulinos y en el libro del Apocalipsis, que narra el encuentro definitivo de la humanidad con lo divino y nos recuerda la importancia del testimonio. "Para promover la cultura del encuentro, de hecho, el diplomático de la Santa Sede debe ser también un auténtico testigo del Evangelio, un incansable artífice de paz y un apasionado apóstol de la reconciliación".
Para la Asociación de Carità Politica, la conferencia fue la ocasión de lanzar, en vista del próximo Jubileo, la constitución del Polo de las Religiones en Roma, "un instrumento para crecer hacia una fe cada vez más madura y consciente". En el origen de esta iniciativa está, ante todo, la creciente toma de conciencia de la importancia del diálogo entre las culturas y entre las religiones, pero también la presencia cada vez mayor en Roma de miembros de las grandes religiones del mundo, en una ciudad llamada, por tanto, a ser el punto de partida de la cultura del encuentro. El Polo de las Religiones se sitúa en continuidad con la diplomacia, con un objetivo común: hacer que las religiones dejen de ser fuentes de conflicto y se conviertan en instrumentos de paz, de compartir la vida y de solidaridad, para favorecer el encuentro en la fraternidad humana.
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