Gallagher: Valores positivos de la religión son una ayuda concreta para la paz
Michele Raviart - Ciudad del Vaticano
El respeto a la vida y el compromiso con la no violencia; hablar y actuar con sinceridad, sin engañar ni manipular; tratar con honestidad y justicia; amar al prójimo. Para el arzobispo Paul Richard Gallagher, Secretario de la Santa Sede para las Relaciones con los Estados y las Organizaciones Internacionales, estos son los valores positivos que unen a todas las religiones del mundo y pueden convertirlas en un actor decisivo en la construcción de la paz. Gallagher intervino en la mesa redonda "Religión, conflicto y construcción de la paz en las crisis globales internacionales" celebrada en el Palacio Montecitorio de Roma hoy, 15 de junio.
La oración como diálogo
Es en la oración donde los creyentes -el 85% de la población mundial se identifica como tal- encuentran la forma privilegiada de expresar su deseo de paz, explicó Monseñor Gallagher en su discurso. La religión, dijo, es de hecho, por su propia naturaleza, una relación cierta entre Dios y el hombre, y esto encuentra su expresión en la oración. Y la oración es un diálogo.
La elección entre la confusión y la concordia
El objetivo último del diálogo, prosiguió el prelado en su razonamiento, citando la Ecclesiam Suam y la Gaudium et Spes de Pablo VI, es por tanto "evitar o poner fin a la guerra y alcanzar la paz". Incluso etimológicamente -guerra deriva del indoeuropeo wers y significa estrago, mientras que paz del sánscrito -pak o -pak que significa unir- la elección es entre "confusión" y "armonía". Sin embargo, la respuesta no siempre es la más obvia, y esto lo entendieron bien los pontífices modernos, en una trayectoria que se remonta hasta el Papa Francisco, que en su visita a Redipuglia en 2014 calificó la guerra de "locura".
La "guerra justa"
Otra cuestión que los Papas han tenido que afrontar a lo largo del tiempo ha sido la de la "guerra justa" y la justificación subyacente al uso de la fuerza. Siempre ha existido una tensión entre esta doctrina y la perspectiva no violenta del Evangelio, recordó el Secretario para las Relaciones con los Estados, se trata de dos aspectos distintos pero compatibles, uno relativo a la acción del cristiano individual, el otro a los Estados y a la expresión de los principios naturales de justicia y equidad.
La fraternidad como respuesta
La Iglesia siempre ha sido una poderosa defensora de la no violencia, añadió, recordando la ratificación en 1868 por Pío IX del primer Convenio de Ginebra sobre el trato a las víctimas de los conflictos armados. Desde entonces, la Santa Sede no ha escatimado esfuerzos en la promoción de la paz, entendida no como ausencia de guerra impuesta por la fuerza, sino como un acto de justicia inscrito en la realidad actual. El fundamento de ésta, como ha reiterado Francisco, sólo puede ser la fraternidad, porque cada ser humano, así como cada país, están conectados entre sí.
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