El Papa Pacelli sobre las madres y los padres de familia
Andrea Tornielli
Hay un pasaje de la encíclica Mystici Corporis de Pío XII particularmente actual en un tiempo en que la transmisión de la fe en la familia está en crisis y la Iglesia está a punto de vivir la primera fase del Sínodo sobre la sinodalidad que tiene como objetivo la misión. Es aquel al que el Papa Pacelli dedica la descripción de la Iglesia como Cuerpo de Cristo "compuesto orgánicamente y jerárquicamente". El Pontífice invita a no creer que la estructura orgánica de la Iglesia "se limita o reduce solamente a los grados de la jerarquía; o que, como dice la sentencia contraria, consta solamente de los carismáticos, los cuales, dotados de dones prodigiosos, nunca han de faltar en la Iglesia". No sólo obispos y clérigos, por una parte, y personas con carismas especiales, por otra. El Papa añade: “Más aún: se ha de advertir que, sobre todo en las presentes circunstancias, los padres y madres de familia y los padrinos y madrinas de bautismo, y especialmente, los seglares que prestan su cooperación a la jerarquía eclesiástica para dilatar el reino del divino Redentor, tienen en la sociedad cristiana un puesto honorífico, aunque muchas veces humilde, y que también ellos con el favor y ayuda de Dios pueden subir a la cumbre de la santidad, que nunca ha de faltar en la Iglesia, según las promesas de Jesucristo".
"En las presentes circunstancias", es decir, en el año 1943 marcado por el horror catastrófico de la Segunda Guerra Mundial, el Sucesor de Pedro indica el "puesto honorífico" que ocupan (o deberían ocupar) los "padres y madres de familia", el Pueblo de Dios que trabaja y vive la ordinalidad de la vida cristiana y de sus sacramentos. Pacelli no sólo recuerda el camino de la santidad para ellos, sino que subraya su fundamental contribución a la expansión del Reino, es decir, a la misión.
Hoy, como ochenta años atrás, quizás más que ochenta años atrás, es precisamente al testimonio cotidiano y escondido de los padres y de las madres de familia a quienes se confía la misión de testimoniar la fe. Rediseñando la estructura del Sínodo y abriéndolo a la contribución efectiva de los laicos junto a aquella de los obispos, el Papa Francisco continúa y profundiza una conciencia que viene de lejos y que tuvo como piedra angular el Concilio Ecuménico Vaticano II.
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