Tagle: En la República Democrática del Congo encontré la alegría de la fe
Alessandro Gisotti
Un viaje al corazón de África para testimoniar la cercanía de la Iglesia a los que sufren. Con este espíritu, el cardenal Luis Antonio Tagle ha viajado en días pasados a la República Democrática del Congo como Enviado Especial del Papa al III Congreso Eucarístico Nacional, celebrado en Lubumbashi, en el sur del país. El pro-prefecto del Dicasterio para la Evangelización visitó también Goma, capital de la provincia de Kivu del Norte, donde la población sufre desde hace años la violencia y los enfrentamientos armados entre las fuerzas gubernamentales y los milicianos del grupo M23. En esta entrevista con los medios vaticanos, el cardenal filipino se centra en la fuerza del testimonio de los cristianos congoleños y en su vínculo especial con el Papa Francisco.
Cardenal Tagle, acaba de regresar de una visita a la República Democrática del Congo, donde ha participado en el Congreso Eucarístico Nacional como Enviado Especial del Papa Francisco. ¿Qué es lo que más le ha impresionado del pueblo congoleño y de la Iglesia en el Congo?
Tenemos mucho que aprender del pueblo congoleño y de los católicos del Congo. En primer lugar, vemos alegría en ellos. Una alegría misteriosa, porque sabemos que es un pueblo que sufre. ¿Cuál es el secreto de esa alegría? La fe y la esperanza que tienen en el Señor, ¡que es precisamente lo que está en el centro de la Eucaristía! Se trata, por tanto, de una celebración que fue también un testimonio para el mundo entero de cómo la fe, en la presencia del Señor, puede transformar el sufrimiento en una explosión de alegría.
El Papa Francisco visitó la República Democrática del Congo a principios de este año. ¿Hay ya algún fruto visible de ese viaje?
Yo diría que sí. Más allá del recuerdo, del profundo recuerdo de la visita del Papa impreso en la mente y el corazón de la gente, hay también una adhesión a su mensaje. Muchos, de hecho, incluidos trabajadores sociales, dijeron que las palabras del Santo Padre eran para ellos una fuente de esperanza y que, si se estudiaban con atención, podían ofrecer un camino hacia la reconciliación y la paz. Es algo que yo también alenté. Cuando me reuní con el clero, con los religiosos, les dije: "Por favor, no dejemos que la visita del Santo Padre se quede sólo en un recuerdo. ¡No! Que se transforme en un programa pastoral y misionero".
Usted también visitó Goma, capital de Kivu del Norte, la provincia de la República Democrática del Congo más afectada por la violencia y los combates. Usted llevó la cercanía del Papa, que no tuvo ocasión de visitar Goma. ¿Cuál fue la reacción de la población local ante su visita?
Me sentí abrumado, realmente abrumado, y pensé: "Si el Santo Padre estuviera aquí, sin duda se sentiría muy reconfortado y animado en su ministerio como Papa". La gente vive una situación de gran desesperación e indigencia, como en cualquier otro campo de refugiados. Pero también hay quienes sienten este ardiente deseo de paz, y esperamos que todos los implicados en el conflicto -ya sea local o internacional, político, militar o económico- miren a esta gente a los ojos y vean las consecuencias de sus decisiones. No son números, sino seres humanos; y como seres humanos han demostrado su fidelidad al Santo Padre. Por cierto, el Santo Padre ha puesto en marcha un proyecto para que la gente pueda tener agua limpia y potable, y entonces... ¡sí, es una necesidad humana, pero también es muy bíblica! El agua es signo de vida, signo del Espíritu Santo; y cada vez que la gente va allí a sacar agua, estoy seguro de que rezarán por el Santo Padre.
Como pro-prefecto del Dicasterio para la Evangelización, ¿cuál cree que es la contribución de una Iglesia como la del Congo, y más en general en África, al resto de la Iglesia, pensando también en el Sínodo sobre la Sinodalidad?
La Iglesia en el Congo - y quizás podríamos decir en toda África - es una Iglesia vibrante. En algunas partes del continente es muy joven. En el Congo, la Iglesia está llena de energía juvenil. Hay gente joven: rezan, cantan, expresan sus plegarias al Señor incluso con el movimiento. Espero que aporte esta energía al Sínodo y a toda la Iglesia, que ahora está centrada en la sinodalidad. Ojalá aporte esta inyección de energía al resto del mundo. Pero al mismo tiempo, en el espíritu de la sinodalidad, espero que la comunidad internacional -empezando por las Iglesias locales fuera del Congo- escuche los gritos de los pobres. Forma parte de la sinodalidad mirarlos y verlos como hermanos y hermanas que están conectados a nosotros, y comprender que nuestro comportamiento, nuestras elecciones, nuestras acciones, dondequiera que estemos, tienen un impacto sobre ellos. Espero que esto forme parte del proceso sinodal.
Gracias por haber leído este artículo. Si desea mantenerse actualizado, suscríbase al boletín pulsando aquí