Del "pequeño rebaño" de Mongolia, una lección para el Sínodo
Andrea Tornielli
Se llama Rufina Chamingerel, es una trabajadora pastoral que dirigió unas palabras al Papa Francisco el sábado 2 de septiembre durante un encuentro en la catedral de Ulán Bator. Ella dijo: "Todavía no sé cómo traducir la palabra 'comunidad' a nuestro idioma.... Nuestra Iglesia se encuentra en esa típica etapa en la que los niños preguntan constantemente a sus padres... Somos muy afortunados porque no tenemos muchos libros de catequesis en nuestra lengua, pero tenemos muchos misioneros que son libros vivos. Quisiera subrayar la eficacia del Sínodo y de la Sinodalidad. Durante el Sínodo, nuestros fieles, especialmente los agentes de pastoral, han podido comprender aún mejor la verdadera naturaleza de la Iglesia y han tenido una visión más completa de nuestras parroquias". Del "pequeño rebaño" católico de las estepas mongolas procede una valiosa indicación para el Sínodo sobre la sinodalidad. El trabajo sinodal vivido aquí ha permitido "comprender mejor la verdadera naturaleza de la Iglesia".
Tomando la palabra después de Rufina, el Papa Francisco, en su discurso a los católicos de Mongolia, quiso "subrayar esta palabra: comunión". Porque, explicó, "la Iglesia no se entiende según un criterio puramente funcional: no, la Iglesia no es una entidad funcional", sino que "es otra cosa". La palabra "comunión" explica bien lo que es la Iglesia: "En este cuerpo de la Iglesia, el Obispo no actúa como moderador de los distintos componentes basándose quizás en el principio de la mayoría, sino en virtud de un principio espiritual, por el que Jesús mismo se hace presente en la persona del Obispo para asegurar la comunión en su Cuerpo Místico".
L'Eglise est une Communion' es el título de un libro escrito a principios de los años 60 por el dominico Jérôme Hamer, futuro secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe y cardenal. La eclesiología de comunión, dijo el Sínodo de los Obispos de 1985, es "la idea central y fundamental de los documentos del Concilio Vaticano II".
El Sínodo que está a la vuelta de la esquina es una ocasión para experimentar y tomar conciencia de lo que significa vivir la comunión eclesial, no según lógicas mundanas, no según pseudo "agendas" preconfeccionadas individuales o de grupo, sino redescubriendo la comunión en la oración y en la escucha recíproca, dejándose guiar todos por el Espíritu y realizando así una dimensión constitutiva del ser Iglesia. Una dimensión presente en la Iglesia desde sus orígenes.
Al recibir el premio "È giornalismo”, el 26 de agosto, el Papa Francisco dijo: "Precisamente en este tiempo, en el que se habla mucho y se escucha poco, y en el que el sentido del bien común corre el riesgo de debilitarse, toda la Iglesia se ha puesto en camino para redescubrir la palabra juntos. Debemos redescubrir la palabra juntos. Caminar juntos. Preguntarnos juntos. Asumir juntos un discernimiento comunitario, que para nosotros es oración, como hicieron los primeros Apóstoles: es sinodalidad, que quisiéramos convertir en hábito cotidiano en todas sus expresiones. Precisamente con este fin, dentro de un mes, obispos y laicos de todo el mundo se reunirán aquí, en Roma, para un Sínodo sobre la sinodalidad: escuchar juntos, discernir juntos, orar juntos".
Desde el corazón de Asia, de Mongolia, desde una Iglesia naciente tan distante en kilómetros de Roma pero tan cercana al corazón del Papa, llega una lección para los padres y madres sinodales que dentro de unos días se reunirán en torno al Sucesor de Pedro para rezar, escucharse y discernir juntos cómo anunciar el Evangelio a las mujeres y hombres de nuestro tiempo.
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