La Santa Sede en la ONU: Fijar los derechos humanos en la dignidad de la persona
Alessandro Di Bussolo - Ciudad del Vaticano
El enraizamiento de los derechos humanos "en la dignidad común e inalienable de la persona humana" debe reforzarse, porque hace de la promoción de los propios derechos humanos "una fuente de unidad, en lugar de ser presa del individualismo egoísta y de la división". Y es que no faltan presiones "para reinterpretar los fundamentos" de la Declaración Universal de los Derechos Humanos "y socavar su unidad interna, con el fin de facilitar el alejamiento de la tutela de la dignidad humana en favor de la satisfacción de meros intereses, a menudo particulares", como denunció Benedicto XVI en la Asamblea de la ONU el 18 de abril de 2008. Esta es la invitación del Arzobispo Ettore Balestrero, nuevo Observador permanente de la Santa Sede ante la Oficina de las Naciones Unidas y las Instituciones Especializadas en Ginebra (nombrado por el Papa Francisco el 21 de junio), en su intervención de hoy, 13 de septiembre, en el "Tema 2" del Debate General de la 54ª sesión del Consejo de Derechos Humanos.
El 75 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos
Tras recordar que en el transcurso de 2023 la comunidad internacional y el Consejo celebrarán el 75 aniversario de la adopción de la Declaración Universal, el Arzobispo genovés subrayó que "los derechos humanos no son simplemente un privilegio concedido a los individuos por consenso de la comunidad internacional". Representan más bien "aquellos valores objetivos e intemporales que son esenciales para el desarrollo de la persona humana".
Los "nuevos derechos" no adquieren legitimidad por mayoría de votos
Esto significa que "incluso si una sociedad o la comunidad internacional se negaran a reconocer uno o más derechos incluidos en la Declaración, ello no disminuiría la validez de ese derecho, ni eximiría a nadie de respetarlo". Pero también que los llamados "nuevos derechos" no adquieren legitimidad "sólo porque una mayoría de individuos o Estados los afirmen". El ejemplo más llamativo de esta errónea concepción de los derechos, para Balestrero, "lo representan los aproximadamente 73 millones de vidas humanas inocentes que se interrumpen cada año en el seno materno, so pretexto de un supuesto 'derecho al aborto'".
Con demasiada frecuencia se margina a los débiles
Con motivo del aniversario de la adopción de la histórica Declaración, el Observador permanente de la Santa Sede subrayó lo trágico que resulta que "75 años después, muchos de nuestros hermanos y hermanas sigan sufriendo guerras, conflictos, hambrunas, prejuicios y discriminaciones". Y lamentó la falta, con demasiada frecuencia, de ese "espíritu de fraternidad" con el que la comunidad internacional "está inequívocamente comprometida", y denunció el hecho de que hoy, con demasiada frecuencia, "quien es percibido como débil, pobre o carente de 'valor' según ciertas normas culturales es ignorado, marginado o incluso considerado una amenaza que hay que eliminar". Por ello, el aniversario "brinda una importante oportunidad para reflexionar sobre los principios fundamentales que sustentan la protección de los derechos humanos.
Defender los derechos universales de los pobres
Para combatir la tendencia a la discriminación y marginación de los más vulnerables, el Arzobispo explicó que "es esencial adoptar una opción preferencial por los pobres y marginados, para defender sus derechos universales y permitirles prosperar y contribuir al bien común", tal y como ha pedido reiteradamente el Papa Francisco en sus llamamientos para "combatir la cultura del descarte". Y concluyó su discurso citando un pasaje de la encíclica Fratelli tutti, en la que el Pontífice llama a comprometerse "a vivir y enseñar el valor del respeto por los demás, un amor capaz de acoger las diferencias, y la prioridad de la dignidad de todo ser humano en relación a sus ideas, opiniones, prácticas e incluso pecados”.
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