Pizzaballa: La cuestión de Jerusalén sigue abierta y espera solución
Antonella Palermo – Ciudad del Vaticano
Los aspectos críticos sociopolíticos históricos y contingentes que vive Tierra Santa, una mirada a la Asamblea general del Sínodo que está a punto de comenzar en el Vaticano, los desafíos relacionados con la gestión de los flujos migratorios en el Mediterráneo que tanto afectan también a los pueblos de Oriente Medio: son los temas tratados en la breve conversación que los medios de comunicación vaticanos han mantenido ayer por la mañana en la Sala de Prensa de la Santa Sede con Su Beatitud Pierbattista Pizzaballa, Patriarca latino de Jerusalén, que será creado cardenal en el Consistorio del 30 de septiembre.
Su Beatitud reitera que es una gran alegría haber sido nombrado para la púrpura por el Santo Padre Francisco, “un signo de la atención del Papa y de la Iglesia hacia Jerusalén, que es el corazón del mundo, pero también la periferia”.
¿Por qué dice que Jerusalén es una periferia?
En cuanto al conflicto palestino-israelí, las recientes declaraciones de monseñor Gallagher en la ONU fueron claras. ¿Qué impresión le causaron y cuál es su llamamiento para la región?
Sí, los comento de manera muy positivamente. La Santa Sede también retomó un discurso que hacía tiempo que no se oía. No se había oído hablar de Jerusalén y del estatuto de Jerusalén. Muy a menudo se piensa que la cuestión de Jerusalén está cerrada. No está cerrada y espera una solución que tenga en cuenta las distintas sensibilidades, no sólo políticas sino, sobre todo, religiosas, donde cristianos, judíos y musulmanes tienen la misma ciudadanía.
Digamos que este gobierno ha abierto algunas heridas, en primer lugar, dentro de la sociedad israelí, que hoy está dividida en dos, no tanto en derecha e izquierda, sino precisamente sobre la idea del Estado, sobre la identidad del Estado. Pero también ha reavivado cuestiones sobre las relaciones con otras comunidades, en este caso también con la comunidad cristiana, que en los últimos meses ha atravesado un período muy difícil con ataques a sus símbolos y a su existencia.
Estamos en vísperas de la Asamblea general del Sínodo en el Vaticano. ¿Qué espera del diálogo entre las Iglesias de Oriente y Occidente?
Un Sínodo general no puede dar respuestas precisas y concretas a las diversas realidades que son muy diferentes unas de otras. Pero puede dar algunas indicaciones, algunos criterios de lectura y puede ayudar a cada Iglesia, a cada realidad a darse sus propias herramientas, sin duda. La distinción entre Oriente y Occidente deja hoy mucho que desear. Hay mucho Oriente en Occidente, con la emigración, y hay mucha inmigración asiática o africana en Oriente.
¿Qué crea esto?
Unas palabras sobre el Mediterráneo y su futuro...
Lo que ocurre en el Mediterráneo ocurre en todo el mundo. El fenómeno de la emigración es global. El Mediterráneo es una prueba de fuego de lo que ocurre en el resto del mundo del que no se habla pero que tiene aspectos muy similares: discriminación, desigualdades económicas y sociales, explotación, esclavitud, muerte y abusos de todo tipo.
Debemos asegurarnos de que esta situación no sólo sea sólo padecida, sino que todos la gestionan de forma responsable. Requiere una respuesta global: no puede ser el Mediterráneo por sí solo, ni un solo país, el que pueda resolver el problema. Requiere el compromiso de toda la comunidad, dado que detrás de la migración hay mucha pobreza causada muy a menudo por la discriminación y la explotación.
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