Ruffini sobre la ruta del Sínodo: Una Iglesia acogedora para todos
Vatican News
Este 30 de octubre, la Agencia italiana SIR (Servicio de Información Religiosa), ha publicado una Nota de Paolo Ruffini, Prefecto del Dicasterio para la Comunicación y Presidente de la Comisión de Comunicaciones de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, sobre lo que ha sido el proceso sinodal en esta Primera sesión que ha concluido el pasado 29 de octubre.
En la Nota, el Prefecto señala que, llegados a mitad del camino de este Sínodo, que nos pide repensarnos como Iglesia, nos encontramos asombrados en un mundo polarizado que "ha perdido el camino de la paz, que ha preferido a Caín a Abel" (Ver Oración del Papa Francisco por la Paz del 27.10.2023); un planeta que "se está desmoronando y quizás se acerca al punto de ruptura" (Papa Francisco, Laudate Deum, 2).
Nos resulta natural preguntarnos: ¿Dónde estamos en el mundo?, ¿Dónde estamos en este proceso? ¿Qué tan lejos hemos llegado? ¿Y hacia dónde? Y, sobre todo, ¿fue útil este encuentro en Roma de obispos de todos los continentes, junto con una pequeña parte de "simples bautizados"?
¿Para qué sirvió?
El documento de síntesis termina citando el Evangelio de Marcos (Mc 4,30 ss). El reino de Dios es como una semilla de mostaza que, cuando se siembra en la tierra, es la más pequeña de todas las semillas; pero luego se vuelve tan grande que las aves del cielo pueden refugiarse a su sombra.
Para esto ha servido reunirse juntos, orar juntos, escuchar juntos la palabra de Dios y escucharnos unos a otros: redescubrir lo que nos une en Cristo; para ser, caminando juntos, la buena tierra donde pueda crecer la semilla.
Testimoniar que otra forma de estar juntos es posible
Valorar siempre, pueblo de Dios unido por el bautismo, lo que nos une y nunca lo que nos divide. Comprender que la corresponsabilidad a la que todos están llamados -en la diversidad de carismas y ministerios- es un servicio y no una potestad. Redescubrir cómo el discurso de Jesús sobre la pobreza nos concierne a todos, como personas y como institución. Proponer evitar cualquier clericalismo (el de los laicos y el de los sacerdotes ordenados). Redescubrir la importancia de cada uno; y sobre todo de la comunión que nos hace uno, miembros unos de otros. Reflexionar sobre el papel de las mujeres, que fueron las primeras en anunciar la resurrección de Jesús, dar un nuevo impulso al ecumenismo. Ser una Iglesia acogedora para todos. Todos, nadie excluido. Una Iglesia que no piensa según las divisiones y etiquetas del mundo, sino que se pregunta en cada momento qué habría hecho Jesús ante este hermano o hermana herido. Y cómo se habría hecho para no excluirlos de la redención.
Los muchos desafíos de una Iglesia sinodal
Hay muchos desafíos que enfrentamos como Iglesia. Se refieren al sacerdocio, al diaconado, a los ministerios no ordenados, a la vida consagrada, a las familias y a las situaciones matrimoniales difíciles; el ministerio petrino, el ecumenismo, la comunicación en la era digital. También se refieren al controvertido tema de la identidad de género y la orientación sexual.
Una ruta y no un menú
Pero es el amor el que los incluye a todos. Sólo una regla describe a la Iglesia constitutivamente sinodal: la caridad; una creatividad misionera fundada, paciente y benigna; “no es envidiosa, no hace alarde, no se envanece” (cf. 1Cor 13,4ss).
Esto nos dijo la asamblea que acaba de terminar. Indicando una ruta y no un menú. Millones, miles de millones de personas son como el viajero que recorrió el camino entre Jerusalén y Jericó. No podemos decir que no lo sabía. Por esto seremos juzgados (ver Mt 25).
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