De Pablo VI a Francisco: la defensa de la casa común
Marine Henriot – Ciudad del Vaticano
Desde su elección en marzo de 2013, el Papa Francisco ha hecho hincapié en la salvaguarda de la Creación y la protección de los pobres y débiles. La publicación de la encíclica Laudato si' en junio de 2015 es una muestra de ello: un texto dedicado a cuestiones medioambientales y sociales que recuerda uno de los hilos conductores del pontificado: "Todo está conectado... el grito de la tierra y el grito de los pobres no pueden esperar más". Sin embargo, si la Laudato si' y la más reciente exhortación apostólica Laudate Deum han contribuido a la difusión de una doctrina ecológica de la Iglesia, ésta se remonta a mucho tiempo atrás. Así lo subraya el hermano Thomas Michelet, dominico francés y profesor de la Universidad Pontificia Santo Tomás de Aquino (Angelicum) de Roma, autor del libro "Los Papas y la ecología", quien declaró a Vatican News antes del próximo viaje de Francisco a Dubái: "La encíclica Laudato si' desarrolla un magisterio expresado a lo largo de varias décadas.
Los llamamientos de Pablo VI
La primera mención del riesgo de una "catástrofe ecológica" por parte de un Papa aparece en la intervención de Pablo VI en su discurso ante la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) en 1970. "Este discurso marca un punto de inflexión en el magisterio de los Papas, desde una perspectiva que podemos llamar verdaderamente ecológica en el sentido en que la entendemos hoy", comenta el Hermano Michelet. Otro de los Mensajes más significativos de Pablo VI es, sin duda, el dirigido a los participantes en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente, celebrada en Estocolmo en junio de 1972, en el que el Pontífice utiliza -como analiza el padre Michelet en su libro- conceptos típicamente ecológicos y modernos para la época, como la indisolubilidad del hombre respecto a su entorno.
En efecto, surge hoy la conciencia de que el hombre y su ambiente natural son, como nunca, inseparables: el ambiente condiciona esencialmente la vida y el desarrollo del hombre; éste, a su vez, perfecciona y ennoblece el medio ambiente con su presencia, su trabajo, su contemplación. Pero la capacidad creadora del hombre no producirá frutos auténticos y duraderos sino en la medida en que el hombre respete las leyes que rigen el impulso vital y la capacidad de regeneración de la naturaleza: uno y otro son, pues, solidarios y comparten un futuro temporal común. También hay que llamar la atención de la humanidad para que sustituya el ímpetu, con mucha frecuencia ciego y brutal, de un progreso material abandonado a su único dinamismo, por el respeto a la biosfera enmarcada en una visión global de sus dominios que se convierten en "una sola tierra", por usar el bello lema de la Conferencia.
El mensaje de Juan Pablo II
Después de dos décadas, el regreso de la ecología al centro del magisterio pontificio se debe al mensaje de Juan Pablo II para la Jornada Mundial de la Paz del 1 de enero de 1990. Un texto considerado hoy como el primer documento de un Papa dedicado globalmente a la ecología.
“La sociedad actual no hallará una solución al problema ecológico si no revisa seriamente su estilo de vida. En muchas partes del mundo esta misma sociedad se inclina al hedonismo y al consumismo, pero permanece indiferente a los daños que éstos causan. Como ya he señalado, la gravedad de la situación ecológica demuestra cuan profunda es la crisis moral del hombre”, escribía el Papa polaco.
Posteriormente se firmaron numerosas declaraciones sobre el medio ambiente, y la dimensión ecuménica se afirma también en este terreno ecológico. Juan Pablo II, Pontífice de un Este en plena industrialización, vio con sus propios ojos el sufrimiento infligido a la naturaleza. "En efecto, había una catástrofe ecológica en estos países del Este y creo que Juan Pablo II era consciente de ello, y en algunos pasajes de su encíclica sobre el trabajo (Laborem exercens), por ejemplo, vemos aflorar esta cuestión", señala el Hermano Michelet.
Benedicto XVI, el Papa verde
Por su parte, Benedicto XVI se propuso hacer de la Ciudad del Vaticano el primer Estado del mundo con un balance equilibrado de carbono, es decir, que compense sus emisiones de gases de efecto invernadero. El Papa alemán fomentó la plantación de árboles, la instalación de paneles fotovoltaicos en el tejado del Aula Pablo VI y el abandono de pesticidas no orgánicos en Castel Gandolfo, la residencia de verano de los Pontífices. Además de estas acciones simbólicas, el interés de Benedicto XVI por la ecología se manifiesta también en su encíclica Caritas in veritate, publicada en junio de 2009, en la que afirma: "Hoy en día, las cuestiones relacionadas con el cuidado y la protección del medio ambiente deben tener debidamente en cuenta las cuestiones energéticas. El acaparamiento de recursos energéticos no renovables por parte de algunos Estados, grupos de poder y corporaciones es, de hecho, un grave impedimento para el desarrollo de los países pobres. Éstos no disponen de medios económicos ni para acceder a las fuentes de energía no renovables existentes ni para financiar la investigación de fuentes nuevas y alternativas". Benedicto XVI "se preocupó de denunciar los vínculos un tanto neopaganos de ciertas ideas ecologistas", afirma el profesor Michelet.
La novedad de Francisco
Así pues, el Papa Francisco sigue los pasos de sus predecesores apoyándose en la base común del pensamiento cristiano, basada en la salvaguarda de la Creación. Según el padre Thomas Michelet, "la nueva percepción de Francisco, muy fuerte en Laudato si', es la percepción de que el planeta se ha convertido en una pequeño ser frágil". "El planeta se ha convertido en una pobre cosita en manos del hombre, que se ha vuelto super poderoso gracias a su tecnología, lo que por supuesto no era antes. De hecho, el hombre tiene ahora los medios técnicos para destruir el planeta Tierra, lo que obviamente cambia mucho nuestro enfoque del mundo", concluye el fraile dominico.
Un Vaticano más "green"
El 6 de julio de 2022, el Vaticano se adhirió oficialmente a la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, comprometiéndose a la neutralidad de carbono, un proyecto iniciado por Benedicto XVI. Sobre esta base, la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano anunció el pasado mes de noviembre que había puesto en marcha un programa de desarrollo de la movilidad sostenible titulado "Conversión ecológica 2030", cuyo objetivo es también reducir las emisiones de CO2 de su parque automovilístico. Los coches del Estado de la Ciudad del Vaticano serán sustituidos gradualmente por vehículos eléctricos.
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