Peña Parra: “Alegres y obedientes como María”
L'Osservatore Romano
Como María, que se alegró ante el anuncio del ángel, así también los sacerdotes están llamados a ser "ministros de la alegría en un mundo como el nuestro, marcado a menudo por el dolor, la violencia y diversas formas de pesimismo y hastío". Esta es la invitación que dirigió ayer el arzobispo Edgar Peña Parra, sustituto de la Secretaría de Estado, a los estudiantes y seminaristas del Pontificio Colegio Norteamericano, con motivo de la Solemnidad de la Inmaculada Concepción.
Constructores de un mundo renovado
El prelado celebró la Misa para la comunidad formativa del Janículo y en su homilía destacó cómo mirando a la Virgen "podemos alegrarnos, porque gracias a su fiat generoso la abundancia de la gracia de Dios nos ha llegado en Cristo Jesús y nos sostiene en el camino de la vida". Además de la alegría, añadió, hay otra disposición de María: la obediencia. Ella, en efecto, "en su asombro por haber sido elegida para ser la Madre del Salvador, sigue experimentando turbación”.
“Sin embargo, supera sus miedos y se somete obedientemente al plan de Dios”. Por eso, fortalecido por su magisterio, Monseñor Peña Parra reiteró, “también nosotros estamos llamados a ser obedientes y a convertirnos en signo e instrumento del amor de Dios en las situaciones de nuestra vida cotidiana, constructores de un mundo renovado, no manchado por el pecado, infundido por la luz del Evangelio y, por tanto, capaz de amor, verdad, justicia y paz”.
“Apartarse”
Profundizando en el discurso sobre estos dos conceptos, el sustituto se inspiró en dos frases tomadas de las lecturas: la pregunta de Dios a Adán, escondiéndose de él: "¿Dónde estás?", y la respuesta de María al ángel: "He aquí la esclava del Señor: hágase en mí según tu palabra".
En el primer caso, señaló el arzobispo, expresa "el amor constante con el que Dios va en busca de los que están perdidos, porque nunca se resigna a nuestra pérdida": al alejarse de Él y no obedecerle, "Adán perdió la alegría que poseía en un principio. Alegría y obediencia, por tanto, van siempre de la mano".
En la segunda frase, sin embargo, "María encarna la respuesta de una humanidad deseosa de volver al Señor", la respuesta que debe dar todo cristiano – remarcó el sustituto – y especialmente "aquellos llamados a servir al pueblo de Dios como sacerdotes".
Es necesario, en esencia, "vaciarse, hacerse a un lado" como hizo la Madre de Jesús, pues es "a esto a lo que conduce la obediencia a la voluntad de Dios". Porque sólo así – concluyó Peña Parra – podemos estar "llenos de Dios, de su amor, de la luz de su palabra, que abre el corazón a la alegría, poniéndonos al servicio de los hermanos, en obediencia a la Iglesia".
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