Peña Parra: En estos tiempos de conflicto confiemos la paz a San Andrea Corsini
L'Osservatore Romano
"En este tiempo marcado por diversos conflictos armados, que causan no poca preocupación por el futuro de la humanidad, confiemos la paz del mundo a san Andrés Corsini". La oración del arzobispo Edgar Peña Parra, sustituto de la Secretaría de Estado, fue elevada durante la misa por la fiesta del santo obispo de Fiesole (1301-1374), celebrada el domingo 4 de febrero, en la capilla a él dedicada en la basílica papal de San Juan de Letrán.
En presencia del capellán, monseñor Franco Camaldo, de los canónigos del Capítulo de Letrán, de prelados de la Curia romana, sacerdotes, consagrados y devotos del santo, el celebrante recordó que, nacido en el seno de una familia noble, quiso hacerse carmelita con solo 15 años, iniciando su camino precisamente "desde la aceptación de esta llamada del Señor y la fidelidad cotidiana al Evangelio". En este sentido, citando al Papa Francisco, el sustituto subrayó cómo los santos no son "héroes inalcanzables o lejanos, sino personas como nosotros, nuestros amigos, cuyo punto de partida es el mismo don recibido" por "nuestro, el Bautismo".
Por tanto, añadió, "la santidad comienza para todos a partir del don del Espíritu". Y "los santos son aquellos que, a lo largo de su vida, han mantenido y alimentado este fuego, hasta hacerse uno con los sentimientos de Cristo y aprender a vivir tras las huellas del Evangelio". Pero, aclaró el prelado, puesto que "también nosotros hemos recibido el mismo don, todos estamos llamados a la santidad, a vivir en el signo de la amistad con el Señor y en el amor recíproco". Además, "no se trata de hacer cosas extraordinarias, sino de vivir el Evangelio en lo ordinario, en lo cotidiano, en la fidelidad a lo que se nos ha confiado, en la generosidad hacia los demás, en el compromiso de construir el bien".
Por eso, insistió Peña Parra, la vida y la obra de Andrea Corsini "nos invitan a desear la santidad, a buscarla, a comprometernos a practicarla", guiados por el Espíritu Santo como indica el pasaje de la primera lectura tomado de Isaías que Jesús proclamó al inicio de su ministerio en la sinagoga de Nazaret: "El espíritu del Señor Dios está sobre mí, porque el Señor me ha ungido; me ha enviado a llevar la buena nueva a los pobres". Este concepto, señaló el prelado, sigue siendo actual, ya que "la Palabra se realiza en todo tiempo y lugar, donde hay personas que, acogiendo el Evangelio, se convierten en transparencia de Cristo, signo de su amor, testigos de su Reino en las distintas vicisitudes del mundo".
El propio Andrea Corsini, viviendo "en primera persona este estrecho vínculo con el Señor", se convirtió en un "auténtico testigo del Evangelio", escuchando al Espíritu y haciéndole sitio. Así, el santo, tras vestir el hábito religioso siendo muy joven, se dedicó en cuerpo y alma a los pobres y necesitados y, cuando estalló la peste, recordó el celebrante, "su vida brilló por la caridad hacia los enfermos, a los que atendió con ternura y generosidad".
Rasgos de carácter que afloraron aún con más fuerza, continuó Peña Parra, cuando llegó a ser obispo, 'manifestó un excelente celo espiritual en la oración, la predicación, la cercanía a las comunidades, pero también en la administración y gobierno de la diócesis. Nunca ejerció el ministerio como una forma de poder, sino que se puso al servicio de la Iglesia, de los sacerdotes, del pueblo'. Y en este sentido, era un verdadero pacificador, concluyó el sustituto, recordando las palabras de Juan Pablo II, que lo consideraba "un hombre capaz de zanjar los desacuerdos, resolver las disputas y apaciguar las almas exacerbadas por el odio".
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