Beatificación del sacerdote José Rossi, Semeraro: Ícono de Cristo sufriente
Vatican News
Una multitud de personas se agolpó el domingo 26 de mayo en las principales calles de Novara hasta llegar a la catedral para asistir a la ceremonia de beatificación del sacerdote José Rossi, párroco de Castiglione, pueblo del valle de Anzasca, en Ossola, mártir de la fe y de la caridad, asesinado por los fascistas en 1945 a la edad de 32 años. La celebración fue presidida por la tarde por el cardenal Marcello Semeraro, prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos en representación del Papa Francisco, que reconoció el martirio «por odio a la fe» del joven párroco.
Homilía de Semeraro
«Un párroco para todos y un párroco para los pobres... Este camino lo llevó a ser un párroco mártir», dijo Semeraro en su homilía, en la que citó un pasaje del diario del beato, escrito tras cinco meses de vida parroquial. «Me arrojo desesperadamente en los brazos de Jesús, cuyas huellas debo seguir hacia la Cruz, el Calvario. Las tempestades humanas estallan y parecen arrollarlo todo: con Dios estoy más allá de la nube gris de las pasiones, en la atmósfera serena del azul infinito, en la paz divina», se lee. «Sufro con alegría porque estoy unido a mi Dios en la cruz», escribía de nuevo el sacerdote. «Así revivo a la nueva vida que hay en la muerte del cuerpo. Comprendo las locuras heroicas de los Santos al buscar la cruz, el sufrimiento: eran almas sedientas de vida, esa vida que brota de la sangre derramada en el Gólgota que es un lavado de todas las culpas, que es una medicina para todas las heridas».
A imitación de Cristo
Palabras, comentó el cardenal, «a enmarcar, ciertamente, en las dificultades iniciales de poner en marcha una acción pastoral en el nuevo contexto; al mismo tiempo, sin embargo, nos revelan una disposición de fondo que madurará hasta la noche del 26 de febrero de 1945». La noche, es decir, en la que José Rossi «no dudó en inmolar su joven vida» por el rebaño que le había sido confiado. Hay, en esta «inmolación», prosiguió el Prefecto de las Causas de los Santos, «su propia y personal imitación de Cristo, al que ya había sido incorporado por el Bautismo y luego configurado por el Sacramento del Orden».
«La semejanza con Cristo que se nos da en el Bautismo no puede ser algo parcial o provisional, sino que debe ser total: como Él, así debemos ser nosotros. En el mártir, esta imitación se hace incluso corporal. Pero es precisamente la aceptación del sufrimiento por amor a Cristo, para parecerse a Él en todo, lo que hace al mártir", señaló el cardenal. Y recordó cómo el P. José, el día de su ordenación sacerdotal, el 29 de junio de 1937, oyó al obispo repetir el clásico binomio «sacerdote y víctima»: «Nunca serás sacerdote sin ser también víctima para el sacrificio eucarístico».
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