Pizzaballa: Para una paz verdadera, perdón, verdad y justicia
Antonella Palermo – Ciudad del Vaticano
Al día siguiente de la toma de posesión de la parroquia de Sant'Onofrio en Roma, el cardenal Pierbattista Pizzaballa, patriarca de Jerusalén, pronunció una lectio magistralis organizada por la Pontificia Universidad Lateranense sobre el tema "Caracteres y criterios para una pastoral de la paz", un encuentro especialmente emotivo también por la afiliación del Instituto de Estudios Teológicos del Patriarcado Latino de Jerusalén a la Facultad de Teología de la PUL, un vínculo entre Roma y Jerusalén de "importancia fundamental para la Iglesia de hoy", señaló el patriarca.
Al margen de su articulado discurso, deteniéndose unos instantes con los periodistas, señaló que "una paz verdadera y duradera llevará mucho tiempo. Ahora tenemos que trabajar por un alto el fuego como primer paso hacia otras perspectivas políticas, pero todas ellas están por construir, están un poco en el aire".
También reiteró que "es muy difícil identificar caminos, perspectivas mientras el conflicto continúa". Apoyó la necesidad de liberar a los rehenes israelíes y al menos a algunos prisioneros palestinos y "entonces después se verá".
Los cristianos, añadió, pueden crear espacios de encuentro entre organizaciones, instituciones, políticos y religiosos. Y la Iglesia se compromete a crear premisas y contextos de facilitación. Este aspecto centró el discurso ante una asamblea de estudiantes, eclesiásticos, operadores, hombres y mujeres comprometidos con la paz. El padre Francesco Patton, Custodio de Tierra Santa, también estaba entre los presentes.
Tierra Santa sangra, se pide la paz con humildad
"Lo que está sucediendo en Tierra Santa es una tragedia sin precedentes", comenzó diciendo el cardenal Pizzaballa. "A la gravedad del contexto militar y político, que se deteriora cada vez más, se suma el contexto religioso y social", señaló.
El cardenal explicó que no faltan elementos de esperanza, pero que hay que "reconocer con realismo que se trata de realidades de nicho y que el panorama general sigue siendo muy preocupante".
El término paz "parece hoy una palabra lejana, utópica, vacía de contenido, cuando no objeto de una instrumentalización sin fin", subrayó el cardenal Pizzaballa. Tanto en hebreo como en árabe expresó "plenitud de vida", un enfoque integral. "No es, por tanto, sólo una construcción humana o un logro de la convivencia humana, sino una realidad que viene de Dios y de la relación con Él".
Quien evangeliza, recordó el cardenal, anuncia la paz incluso a los enemigos, como hizo Pedro a Cornelio, centurión de las fuerzas militares que ocupaban su tierra. Además el cardenal Pizzaballa se detuvo en un rasgo que debe caracterizar a quien pide la paz: "Ser conscientes de la propia debilidad": si no se va cojeando hacia el otro, insistió, se corre el riesgo de abrir constantes escenarios de guerra, porque "el otro ya no es otro yo, sino un enemigo, al que hay que temer o eliminar".
Por la paz hay que estar dispuesto a morir, como Jesús
El cardenal Pizzaballa aclaró lo que no es la paz: "No es sólo una convención social, armisticio, mera tregua o ausencia de guerra, resultado de esfuerzos diplomáticos y equilibrios geopolíticos globales o locales, ¡que en Tierra Santa desgraciadamente se están rompiendo!
Describió los contornos de la paz, que son mucho más amplios, y citó a San Agustín, porque "se funda en la verdad de la persona humana". Es necesario volver a poner al hombre en el centro, dijo, volver al rostro del otro, a la centralidad de la persona humana y a su dignidad sin par. "Cuando desaparece el rostro del otro – señaló – desaparece también el rostro de Dios y, por tanto, la verdadera paz".
Y concluyó diciendo: "Por la paz hay que arriesgar, siempre. Hay que estar dispuesto a perder el honor, a morir como Jesús". Admitiendo que la paz en Tierra Santa será siempre una obra en curso, el patriarca recordó que para la "Iglesia en Tierra Santa, inscrita en el contexto de una sociedad multirreligiosa y multicultural, rica en muchas diversidades pero también en divisiones, la ‘paz de Jerusalén’, de la que habla el Salmo 121, no es la supresión de las diferencias, la anulación de las distancias, pero tampoco es una tregua o un pacto de no beligerancia garantizado por pactos y muros".
Pizzaballa está convencido de que la comunidad está llamada a ser "un camino abierto en el que el miedo y la sospecha den paso al conocimiento, al encuentro y a la confianza, donde las diferencias sean oportunidades para el compañerismo y la colaboración y no un pretexto para la guerra".
Testigos honestos y creíbles, no es una cuestión trivial
"Tendremos que alejarnos cada vez más de la preocupación por ocupar estructuras físicas e institucionales, para centrarnos más en las bellas y buenas dinámicas de vida que, como creyentes, podemos iniciar", sostuvo además el cardenal Pizzaballa. "En un contexto social y político en el que la opresión, la cerrazón y la violencia parecen ser la única palabra posible, seguiremos afirmando el camino del encuentro y del respeto mutuo como la única salida capaz de conducir a la paz". Y añadió:
Evitar entrar en una lógica de competición y división: ésta fue la principal recomendación del patriarca. "Nuestro estar en Tierra Santa como creyentes no puede encerrarse en el intimismo devocional, ni limitarse sólo al servicio de la caridad por los más pobres, sino que también es parroquial". E insistió en que la opción preferencial por los pobres y los débiles, sin embargo, no debe deslizarse hacia un partido político.
El liderazgo religioso se convierte en una voz libre y profética
En su discurso, el cardenal Pizzaballa cuestionó la responsabilidad del liderazgo religioso, especialmente en Oriente Medio, que, según él, es esencial. Y señaló algunas prioridades: el liderazgo religioso debería, ante todo, cooperar con la mejor parte de la sociedad en la creación de una nueva cultura de la legalidad, y convertirse en una voz libre y profética de justicia, derechos humanos y paz.
Considerando que nunca se puede ser complaciente, especialmente en el contexto de Tierra Santa, el cardenal Pizzaballa volvió sobre la importante función pública de la religión.
"No pocas veces, la política nacional y la religión se encuentran hoy en el banquillo de los acusados, acusadas del mal de hoy, o de incapacidad, atraso, etc.", subrayó, señalando que la fe religiosa desempeña un papel fundamental en el replanteamiento de las categorías de historia, memoria, culpa, justicia, perdón.
"Los conflictos interculturales no se superarán si no se releen y redimen las diferentes y antitéticas lecturas de las propias historias religiosas, culturales e identitarias. Las heridas causadas en el pasado lejano y reciente, así como las de hoy, si no se curan, se asumen, se procesan, se comparten, seguirán produciendo dolor incluso al cabo de los años o incluso de los siglos".
Las religiones no deben ser gasolina arrojada al fuego
El cardenal pidió la cooperación de otras Iglesias y comunidades religiosas, advirtiendo que si las religiones se convierten en funcionales a la lucha política, como ocurre a menudo en Tierra Santa, "se convierten en gasolina arrojada al fuego". Se detiene en el valor del diálogo interreligioso que, si es auténtico, crea una mentalidad de paz. Luego lamenta que "no puede ser como antes, al menos entre cristianos, musulmanes y judíos".
Y da algunos ejemplos: "El mundo judío no se sentía apoyado por los cristianos y lo expresaba claramente. Los cristianos a su vez, divididos como siempre en todo, incapaces de una palabra común, se mostraron divididos en el apoyo a uno u otro bando, o inseguros y desorientados. Los musulmanes se sienten atacados, y considerados cómplices de las masacres cometidas el 7 de octubre... En resumen, después de años de diálogo interreligioso, nos hemos encontrado con que no nos entendemos. Es para mí, personalmente, una gran pena, pero también una gran lección".
Purificar la memoria, la paz está ligada al perdón
La paz y el perdón están estrechamente ligados. No se puede tener todo inmediatamente: "La reflexión sobre el perdón lleva mucho tiempo". Y subraya que "hay que tener en cuenta las heridas colectivas, el dolor de todos". Purificar la memoria es fundamental: "Mientras no haya una relectura de las propias relaciones históricas, las heridas del pasado seguirán siendo un equipaje que llevar a cuestas y un criterio de lectura de las relaciones mutuas".
En esta perspectiva, es necesaria una verdadera formación cultural en todos los ámbitos. De este modo, se podrá reactivar la dinámica de la vida. A este respecto, el cardenal Pizzaballa señaló que "todos los acuerdos de paz en Tierra Santa, hasta ahora, han fracasado de hecho, porque a menudo se trataba de acuerdos teóricos, que presumían de resolver años de tragedia sin tener en cuenta la enorme carga de heridas, dolor, resentimiento, rabia que aún humeaba y que en los últimos meses ha estallado de forma extremadamente violenta".
Además, no se tuvo en cuenta el contexto cultural y, sobre todo, religioso, que hablaba un lenguaje exactamente opuesto (empezando por los líderes religiosos locales) al de los que hablaban de "paz".
El perdón nunca separado de la verdad y la justicia
El cardenal Pizzaballa fue lacónico en un punto crucial: "El perdón no puede separarse de otras dos palabras: verdad y justicia". Y añadió que ninguna ideología puede mantenerlas unidas, sino sólo el amor. Y recordó que en Tierra Santa existe desde hace décadas la ocupación israelí de los territorios de Cisjordania, "con todas sus dramáticas consecuencias sobre la vida de los palestinos y también de los israelíes".
Habló de la injusticia como la primera y más visible consecuencia de esta situación política. Habló asimismo del no reconocimiento de los derechos básicos y del sufrimiento en el que vive la población palestina en Cisjordania. "Es una situación objetiva de injusticia".
"Mantener la comunión entre los católicos palestinos e israelíes, en este contexto desgarrado y polarizado, es más difícil que nunca", observó el cardenal, que se refirió constantemente a su experiencia personal sobre el terreno, viendo los rostros y los escombros.
Hay una manera cristiana de estar dentro de un conflicto, dijo, recordando una carta a la diócesis enviada hace unos meses, en la que se invitaba a tener coraje por la justicia. Invocando un lenguaje creativo que da vida, crea perspectivas y abre horizontes.
La crisis de los organismos multilaterales
Para concluir, el patriarca de Jerusalén expresó con pesar que en Tierra Santa hay una "crisis creciente de los organismos multilaterales, como la ONU, cada vez más impotente y, para muchos, rehén de las grandes potencias (basta pensar en los diversos poderes de veto). La comunidad internacional es cada vez más débil, al igual que los demás organismos internacionales".
Su largo discurso en Letrán se cerró con una denuncia de la falta de "referencias políticas y sociales capaces de hacer gestos en el territorio que construyan la confianza, capaces de opciones valientes por la paz, de negociar reconciliaciones, de aceptar los compromisos necesarios". Por último, advirtió contra la fácil tentación de que los agentes pastorales ocupen el lugar de esas instancias, aunque las presiones sean cada vez más insistentes. La pastoral de la paz, concluyó, sólo tiene como referencia el Evangelio.
Cristianos en Gaza: situación compleja pero se mantienen vivos
En el espacio dedicado al debate en el Aula Pablo VI del Ateneo Pontificio, el cardenal tuvo ocasión de describir brevemente la situación de los refugiados en Gaza y de actualizar el número de los que se encuentran actualmente en las parroquias cristianas: 462 personas en la parroquia latina y 208 en la ortodoxa.
En comparación con los primeros meses de la guerra, la situación es más tranquila, y empiezan a llegar alimentos, la mayoría comprados en el mercado negro, pero al menos están ahí. Todos han ocupado casas, las enfermedades se propagan, faltan medicinas. La situación es muy compleja, pero se mantienen vivos, son buenos. El Papa está muy presente tanto con llamadas telefónicas como con apoyo en ayudas".
"Quieren que todos estemos alistados", agregó Su Beatitud, subrayando la condición nada fácil incluso como representantes de la Iglesia. "En estos momentos no es muy fácil ser personas que quieren ser constructivas. Lo digo con dolor porque las personas que dicen esto parten de un dolor real que tienen y eso hay que respetarlo". E insistió nuevamente en la necesidad de superar la tentación de querer ver el resultado de la propia acción, por noble que sea.
"No el resultado, no el éxito deben guiar el compromiso, sino el deseo que surge de una convicción personal, de una experiencia de fe que a su vez tiene su origen en el salir al encuentro del otro, en el amor". A raíz de una pregunta sobre el comercio internacional de armas, la denuncia es necesaria, concluyó, "pero debe hacerse con inteligencia, evitando los eslóganes fáciles, creando en su lugar redes, relaciones de opiniones" para que la intención del desarme sea "verdaderamente significativa".
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