La Belén de Roma
Paolo Ondarza – Ciudad del Vaticano
Un acontecimiento prodigioso: una nevada en pleno verano en Roma. Tal como la Virgen había revelado en sueños al Papa Liberio, 36º Sucesor de Pedro.
El Papa Liberio traza el perímetro de la basílica de Santa María la Mayor en la nieve, Capilla Paulina, Santa María la Mayor
El perímetro marcado por la nieve
Es el 5 de agosto del 359. La colina del Esquilino se vuelve blanca. Los copos que caen al suelo marcan el perímetro sobre el que se construirá un templo dedicado a la Virgen. Es la basílica de Santa María la Mayor, conocida como la "Liberiana".
"El templo original no era ciertamente así. Era una basílica mucho más modesta, de una sola nave", explica a Vatican News monseñor Ivan Ricupero, Maestro de las Celebraciones Litúrgicas de la Basílica Papal de Santa María la Mayor.
"Todo lo demás se ha ido añadiendo a lo largo de los siglos. De hecho, la Basílica fue reconstruida en 432 bajo el Papa Sixto III. Los mosaicos del arco triunfal recuerdan ese momento histórico".
Segunda Belén
Con Sixto III, la Basílica adquirió inmediatamente el carácter simbólico de una "Segundo Belén". De hecho, en su interior se construyó un Oratorio de la Natividad, fiel reproducción de la gruta donde nació Jesús, realizado con piedras procedentes de Tierra Santa. Además, hacia mediados del siglo VII, concretamente en el año 644, llegó aquí el precioso regalo que el entonces Patriarca de Jerusalén, San Sofronio, hizo al Papa Teodoro I, natural de Jerusalén: la reliquia de la Santa Cuna o cunabulum.
En aquella época, numerosas incursiones persas habían devastado muchos lugares asociados al recuerdo de la vida de Cristo. El futuro santo, monje y teólogo, ardiente defensor de la ortodoxia, donó al Pontífice cinco varas de madera de sicomoro procedentes del pesebre de Belén, junto con las vendas en las que, según la tradición, fue envuelto el cuerpecito de Jesús. Se conservan hoy en el interior del precioso relicario de cristal, decorado con bajorrelieves de plata, realizado por Giuseppe Valadier a principios del siglo XIX.
Se encuentra en la Confesión, decorada con más de 70 mármoles diferentes por Pío IX, conmemorada por una estatua gigante de rodillas y mirando hacia el mosaico absidal que representa la Coronación de la Virgen.
La primera Misa de Nochebuena
No es casualidad, por tanto, que la Basílica Liberiana, llamada durante siglos Sancta Maria ad Praesepem, se convirtiera en meta de peregrinos "romanos" en Navidad, así como objeto de gran devoción y munificencia por parte de pontífices y soberanos. "Desde entonces – continúa monseñor Ricupero – se celebra en esta basílica la Misa de Nochebuena. Pocos saben que la primera vigilia de Nochebuena tuvo lugar aquí. Más tarde, esta costumbre se transmitió y se convirtió en una tradición litúrgica de la Iglesia católica en todo el mundo.
Durante siglos, la noche del 24 de diciembre, el Papa solía venir aquí a presidir la Misa estacionaria, y hasta antes de la emergencia pandémica, la reliquia era llevada en procesión por las naves al canto del Gloria. "Desde el año pasado – señala el sacerdote – hemos decidido exponerla de nuevo fuera de su relicario, elevada en alto, para que pueda ser venerada la noche de Navidad y hasta la Epifanía".
El traslado del Oratorio del Pesebre
El antiguo Oratorio del Pesebre, que originalmente se encontraba en la nave derecha de la Basílica, gracias a un sofisticado sistema de poleas y cabrestantes, ideado por el arquitecto Domenico Fontana, fue trasladado bajo el imponente Tabernáculo de bronce dorado de la monumental Capilla del Santísimo Sacramento, construida en 1590 por el Papa Sixto V Peretti en obediencia a las normas del Concilio de Trento.
La primera Misa de San Ignacio y la visión de San Gaetano de Thiene Rodeado de frescos dedicados a los antepasados de Cristo e historias de la Virgen. El Pontífice renacentista está representado en la pared izquierda de la capilla del monumento funerario que se le dedicó: en oración, con la mirada dirigida al altar medieval del Oratorio del Pesebre donde, en las noches de Navidad de 1517 y 1538 respectivamente, San Gaetano de Thiene tuvo una visión mística del Niño Jesús y San Ignacio de Loyola celebró su primera misa. "Al fundador de la Compañía de Jesús – explica monseñor Iván Ricupero – le hubiera gustado celebrarla en Belén, pero no pudo por una serie de contingencias. Cumplió este voto aquí, en Santa María la Mayor, considerada la Belén de Roma".
El belén de Arnolfo
Aquí se encuentra el que se considera el belén esculpido más antiguo de la historia, creado por Arnolfo Di Cambio en 1289 por encargo del primer Papa franciscano, Nicolás IV, menos de setenta años después de la representación viviente de la Natividad por San Francisco en Greccio.
De esta obra maestra única de la plástica medieval, mencionada también por Vasari, se conservan al menos cinco estatuas originales de mármol con las figuras de San José, dos Magos de pie, un Mago orante arrodillado, y las cabezas del buey y del asno, a las que se añade una Virgen con el Niño, sentada sobre una roca, y de mayores dimensiones: alrededor de un metro de altura. La atribución a Arnolfo de esta última, que según algunos estudiosos fue muy retocada en el siglo XVI, es controvertida. Restos de pigmento en la piedra atestiguan que el belén original de piedra, del que se desconoce el número exacto de esculturas, tuvo que ser coloreado.
Santa María la Mayor hacia el Jubileo
Como los pastores llamados por el ángel para el nacimiento del Salvador, en el Año Santo 2025 muchos peregrinos acudirán a la basílica liberiana, la Belén de Occidente.
Al recorrer el amplio espacio litúrgico, su mirada se verá atraída por innumerables mosaicos, pinturas y esculturas de gran valor; por las preciosas reliquias del manto de la Virgen, la paja y el panniculum, las vendas que envolvieron el cuerpo del Niño Jesús.
La Salus Populi Romani y Matteo Ricci
Por último, no puede faltar una pausa en la Salus Populi Romani, el icono que la tradición atribuye a la mano de San Lucas, patrón de los pintores, pero que estudios más recientes han remontado a un período comprendido entre los siglos IX y XI. "Es una imagen tan querida por la devoción de los Papas y en particular de Francisco, que acude aquí al principio y al final de cada uno de sus viajes apostólicos", comenta monseñor Ricupero. "La devoción está muy extendida entre los jesuitas: pocos saben que cuando Matteo Ricci comenzó su misión en China, recibió del Papa una pequeña copia del icono de la Salus que llevó consigo".
Los exámenes sobre la reliquia
Un elemento central de la visita jubilar a Santa María la Mayor será la pausa en oración, bajo el altar mayor, sobre las reliquias de la Santa Cuna, cuyo valor histórico y devocional ha sido confirmado por recientes estudios científicos.
El polen extraído del interior de las varas de sicomoro se remontan a la zona geográfica de Belén y a la época de Jesús. Una confirmación de lo que atestiguan desde hace siglos, entre otros, San Jerónimo, cuyos restos mortales se conservan en Santa María la Mayor.
"Las inspecciones – recuerda el Maestro de las Celebraciones Litúrgicas de Santa María la Mayor – se llevaron a cabo en 2018. La ocasión la dio la decisión del Papa Francisco de donar un fragmento de las veneradas varas a la Custodia de Tierra Santa en noviembre de 2019".
La Puerta que conduce al misterio de la Encarnación
El Pontífice abrirá la Puerta Santa de Santa María la Mayor el 1° de enero de 2025, Solemnidad de María Santísima Madre de Dios. "Ya en 1390 –concluye monseñor Ivan Ricupero – hay constancia de que aquí había una Puerta Santa que los fieles podían atravesar para recibir el don de la indulgencia". Visitar esta Basílica vinculada a la Natividad es una oportunidad para peregrinos y turistas de acercarse al gran misterio de la Encarnación".
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