Las Olimpiadas deben ser un antídoto contra los juegos de guerra
Alessandro De Carolis – Ciudad del Vaticano
Hay muchas formas de jugar. Hay juegos de guerra que en muchas, demasiadas, partes del planeta desarrollan su «agonismo» matando y destruyendo. Y están los Juegos con mayúscula, aquellos en los que antaño se extinguían las guerras, aquellos para los que se espera que ocurra lo mismo con la tregua olímpica invocada desde el 13 de enero por el Papa, y ahora no sólo por él, con vistas a los Juegos Olímpicos de París.
El deporte, lenguaje del diálogo
Athletica Vaticana recuerda este deseo de Francisco en una carta enviada a los atletas en vísperas de la inauguración de los Juegos. Los que comienzan mañana, 26 de julio – y los Paralímpicos que arrancarán el próximo día 28 – «son ante todo historias de mujeres y hombres que hoy no pueden detener “la tercera guerra mundial en pedazos” (como la define Francisco), pero sugieren – se lee en la carta – la posibilidad de una humanidad más fraterna. A través del lenguaje del diálogo deportivo, popular y comprensible para todos».
Gran relevo
«Sin recurrir nunca a atajos y con equidad», escribe Athletica Vaticana, los Juegos «pueden ser oportunidades para la esperanza, en las pequeñas y grandes cuestiones de cada persona y de la humanidad. Sí, los Juegos Olímpicos y Paralímpicos pueden ser estrategias para la paz y un antídoto contra los juegos de guerra».
Lo importante es encarnar «los verdaderos valores del deporte: pasión, inclusión, fraternidad, espíritu de equipo, lealtad, redención, compromiso y sacrificio». Saber que «el deporte no es sólo victoria o derrota, el deporte es un viaje por la vida que nunca se hace solo». Es esa «gran carrera de relevos» en el «maratón de la vida», como escribe el Papa en el libro Juegos de Paz. El alma de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos.
Historias de rescate
Lo importante, prosigue la carta, es que el testigo pase de mano en mano, «cuidando de que nadie se quede solo», adaptando «el propio ritmo al de los últimos». La participación del Equipo de Refugiados en las Olimpiadas, subraya Athletica Vaticana, es junto con la tregua olímpica una de las «propuestas de paz que toda la gran familia deportiva plantea en un tiempo oscuro para la humanidad».
Hay un abrazo especial, dice, que va dirigido a «todos aquellos que cada día viven – intentando aferrarse también a la esperanza que da el deporte – realidades difíciles, en medio de guerras, pobreza, injusticia, tensiones, miedos. El Papa Francisco confiesa: ellos «nos cuentan historias de redención, de esperanza, de inclusión».
Más cerca
El último deseo de Athletica Vaticana es que los de París sean unos Juegos en los que la medalla de oro más brillante corresponda al valor de la proximidad. Incluso el viejo lema olímpico de hace tres años se actualizó en Tokio y se añadió la palabra «juntos» junto a «más rápido, más alto, más fuerte». Que sea este estilo – como sugiere «nuestro excepcional ‘coach’, Francisco» – el que haga de las Olimpiadas, además de las bellas emociones de los récords y las actuaciones, un espectáculo de «cercanía».
Gracias por haber leído este artículo. Si desea mantenerse actualizado, suscríbase al boletín pulsando aquí