San Joaquín y Santa Ana, un ejemplo educativo a imitar
Tiziana Campisi y Lorena Leonardi - Ciudad del Vaticano
Los ancianos nunca deben ser excluidos, deben ser amados y valorados: este fue el deseo del cardenal Robert Prevost, prefecto del Dicasterio para los Obispos, al presidir ayer, viernes 26 de julio, la misa de la fiesta de Santa Ana en la parroquia pontificia del mismo nombre, ubicada en la Ciudad del Vaticano. Las liturgias eucarísticas se celebraron durante todo el día en la iglesia barroca de planta elíptica, antigua sede de la Cofradía de los Sediarios Pontificios, erigida en parroquia el 30 de mayo de 1929 por Pío xi, que confió su cuidado pastoral a los religiosos de la Orden de San Agustín.
En la homilía del cardenal agustino, la referencia inmediata -en la memoria litúrgica de los santos Ana y Joaquín, abuelos de Jesús- fue a la Jornada Mundial de los Abuelos y de los Ancianos, que se celebrará mañana, 28 de julio, en todas las diócesis del mundo, sobre el tema "En la vejez no me abandones". "En su Mensaje -recordó el cardenal-, el Papa Francisco nos dice que «la Sagrada Escritura es un relato del amor fiel del Señor, del que emerge una consoladora certeza: Dios sigue mostrándonos su misericordia, siempre, en cada etapa de la vida, y en cualquier condición en la que nos encontremos, incluso en nuestras traiciones. Los salmos están llenos de la maravilla del corazón humano ante Dios que cuida de nosotros, a pesar de nuestra escasez; nos aseguran que Dios nos ha tejido a cada uno desde el seno materno y que ni siquiera en los infiernos abandonará nuestras vidas''.
A partir de esta toma de conciencia, prosiguió Prevost, "debemos considerar la importancia de los abuelos y de los ancianos en nuestras vidas y en la vida de la familia. Dios quiso que la que daría a luz al Salvador naciera en una familia de fe, y que María, llamada por el Señor a ser Madre del Salvador, conociera el amor de Dios también a través de las enseñanzas de sus padres". Esto, subrayó el celebrante, "muestra no sólo la importancia de la familia, sino en particular el papel fundamental de los padres y de los abuelos en la educación y la formación cristiana de los niños".
Un tesoro de sabiduría
"El Papa -continuó el Prefecto del Dicasterio para los Obispos- nos ha recordado muchas veces el gran tesoro de sabiduría que custodian los ancianos, que con sus consejos saben iluminar el camino de los más jóvenes, ya que 'los jóvenes corren deprisa, pero los ancianos conocen el camino'". Como reiteró Francisco, añadió el cardenal, "cada familia tiene una misión que cumplir en el mundo, un testimonio que dar. Nosotros, los bautizados, en particular, estamos llamados a vivir la misión de anunciar con nuestro testimonio, en nuestras vidas y en nuestras familias, que el amor de Dios nos da siempre la fuerza para caminar juntos, para anunciar la buena noticia, la salvación, para promover la verdadera paz, para ser fieles discípulos de Jesucristo en el mundo". En el altar mayor, donde los fieles admiraban el retablo de Arturo Viligiardi con Santa Ana y la Virgen niña, la celebración terminó con una súplica a la patrona, invocada para que eduque a los hombres de hoy "en la caridad y en la edificación de los demás".
La educación recibida de María
Después, por la tarde, presidió la misa solemne el cardenal Angelo Comastri, quien destacó ante los fieles "la importancia del papel desempeñado por los santos Joaquín y Ana" en la vida de la Madre de Jesús, "siempre vivida en la penumbra, pero visible en los sentimientos de su hija". "Detrás de la disponibilidad de María para pronunciar el maravilloso 'sí' de total disponibilidad a la llamada de Dios, está seguramente la educación que recibió en casa de sus padres", dijo el cardenal. "También en la belleza de los sentimientos que se desprenden podemos vislumbrar una visión de la vida que se respira en el hogar a través del ejemplo de sus padres".
Los ancianos no son una carga, sino un don de Dios
"Es realmente hermoso que podamos conocer a los padres a través de su hija María, que sin duda fue formada por su ejemplo", señaló Comastri, "la primera enseñanza de esta fiesta es, por tanto, el recordatorio de la importancia de los padres". Y si hoy ellos "están a menudo poco presentes a causa del trabajo y de la falta de conciencia de la importancia de su misión educativa", los abuelos son "el único punto de referencia de afecto estable y el único anillo de transmisión de la fe", señaló el cardenal, que finalmente exhortó a rezar a los santos Joaquín y Ana para que los jóvenes "comprendan la preciosidad de los ancianos, que no son una carga, sino un don de Dios".
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