Nuestra Señora de la Misericordia de Pellevoisin: una devoción que hace bien
Vatican News
“Si bien no es práctica actual” del Dicasterio para la Doctrina de la Fe “expresarse acerca del carácter sobrenatural u origen divino de fenómenos sobrenaturales y supuestos mensajes, las expresiones que Estelle ha presentado como provenientes de la Virgen María poseen un valor particular que deja entrever una acción del Espíritu Santo en medio del conjunto de esta experiencia espiritual”.
Así se expresa el cardenal Víctor Manuel Fernández en una carta dirigida al arzobispo de Bourges (Francia), Jérôme Daniel Beau, y aprobada por el Papa Francisco el jueves 22 de agosto, en la que da su consentimiento para proceder a la propuesta de decreto de “nihil obstat” sobre “Nuestra Señora de la Misericordia”, venerada en el santuario de Pellevoisin, una pequeña localidad del centro de Francia, donde en 1876 una pobre doméstica, Estelle Faguette, habría tenido varias apariciones de la Virgen María.
Una devoción recomendada
El Prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe afirma que no sólo “no hay objeciones doctrinales, morales o de otra índole a este acontecimiento espiritual”, al que los fieles “pueden dar su asentimiento de manera prudente” (Normas, art 22, 1), “sino que en este caso la devoción, ya floreciente, es particularmente recomendable para quienes libremente deseen adherirse a ella”, ya que hay "un camino de sencillez espiritual, de confianza, de amor" que puede hacer mucho bien y que “ciertamente será bueno para toda la Iglesia”.
Carta de Estelle a la Virgen
Estelle nació el 12 de septiembre de 1843 en el seno de una familia muy pobre. Para mantenerse a sí misma y a sus padres, trabajó primero como lavandera y luego como doméstica. Enferma gravemente y su vida corre peligro. En ese momento decide escribir una sentida carta a la Virgen para que se recupere y pueda seguir manteniendo a sus pobres padres. Sus palabras -escribe el cardenal- “sorprenden por su sencillez, claridad y humildad. Estelle narra los sufrimientos causados por su enfermedad. No hace alarde de un espíritu cristiano de resignación. Al contrario, explica su resistencia interior a una enfermedad que trastocó su proyecto de vida”. Pero al final siempre confía en la voluntad de Dios. Sólo quiere ayudar a su padre y a su madre con todas las fuerzas que le quedan: “Esta entrega generosa a los demás, esta vida que se emplea en cuidar a los demás, es lo que más ha tocado el corazón de Madre”, que “sabe reconocer todo el bien que se esconde detrás de nuestras palabras”.
La curación milagrosa
La joven cuenta que en febrero de 1876, a la edad de 32 años, comenzaron las primeras apariciones: a la quinta, tal como había prometido María, quedó completamente curada. Estelle tiene muy claro lo que ocurrió: la Virgen obtuvo su curación de su Hijo. Todo se atribuye a Cristo, es Cristo quien escuchó la intercesión de su madre. Una curación -subraya el cardenal Fernández- “confirmada como milagrosa por el arzobispo de Bourges, el 8 de septiembre de 1893, con el consentimiento del Santo Oficio”.
Algunos mensajes de María
En sus mensajes, María muestra a Estelle toda su cercanía y ternura con palabras de aliento: “No temas, eres mi hija”, “Si quieres servirme, sé sencilla”, “Ánimo”, “Estaré invisiblemente cerca de ti [...] No tienes nada que temer”, “Elijo a los pequeños y a los débiles para mi gloria”. Y luego las exhortaciones a tener paz: “Tranquila, hija mía, ten paciencia, tendrás dificultades, pero yo estoy ahí”, “Me gustaría que estuvieras aún más tranquila [...] Necesitas descansar”. Una invitación dirigida también a la Iglesia: “En la Iglesia no existe esta calma que yo deseo”.
Una presencia silenciosa
Frecuentemente -dice el Cardenal Prefecto-, “más que las pocas palabras de María, lo que impresiona es su presencia silenciosa, esos largos silencios en los que la mirada de la Madre cura el alma”. Estelle escribe: “¡Dios mío, qué hermosa era! Permaneció inmóvil durante mucho tiempo sin decir nada [...] Después de este silencio, me miró; no sé lo que sentí; ¡qué feliz me sentí!”, No me dijo nada. Luego me miró con una mirada muy amable y se fue», “Me miró todavía sonriendo”, “¡Qué belleza y qué dulzura!”, “¡Qué bondad en su mirada y qué misericordia!”.
El escapulario con la imagen del Corazón de Cristo
“La experiencia de Pellevoisin -continuó el Prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe- es mariana, pero al mismo tiempo es fuertemente cristológica”. Así, “la gran petición que la Virgen dirige a Estelle es que le extienda el escapulario con la imagen del Corazón de Cristo, y el gran mensaje de María es la invitación a volverse hacia ese Corazón amoroso del Señor”. Mostrando a Estelle el escapulario del Sagrado Corazón de Cristo, María le dice: “Desde hace mucho tiempo los tesoros de mi Hijo están abiertos [...] Amo esta devoción”.
Estelle acepta esta petición de difundir la devoción al Corazón del Señor. “El Corazón de Cristo”, dice el cardenal, “nunca es indiferente, se deja tocar por nuestra súplica sincera y amorosa, sobre todo cuando es la Madre quien toca su Corazón”. La vida de Estelle transcurrió con humildad en medio de muchas pruebas, acusaciones y calumnias. En 1925 ingresó en la Tercera Orden Dominicana. Murió en Pellevoisin el 23 de agosto de 1929, a los 86 años de edad.
Las autorizaciones de los Papas
El Cardenal recuerda que varios Papas han autorizado actos de devoción vinculados a “Nuestra Señora de la Misericordia”, también conocida por el título de “Madre toda Misericordiosa”: en 1892, León XIII concedió indulgencias a los peregrinos que acudían a Pellevoisin, y en 1900 reconoció el escapulario del Sagrado Corazón. Benedicto XV, en 1915, al recibir el escapulario, afirmó que “Pellevoisin fue elegido por la Santísima Virgen como lugar especial para difundir sus gracias”. En 1922, se autorizó una misa votiva a la Virgen en la parroquia de Pellevoisin el 9 de septiembre. A lo largo de todos estos años -afirma el Cardenal Fernández- han florecido “muchos y hermosos frutos de fe y caridad”en quienes han vivido esta devoción.
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