La Santa Sede aboga por la libertad de expresión
Edoardo Giribaldi - Ciudad del Vaticano
«La persona humana y la comunidad humana son el fin y la medida del uso de los medios de comunicación social». Con un extracto del mensaje de San Juan Pablo II con motivo de la XXXIX Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, monseñor Richard Gyhra, Observador Permanente de la Santa Sede ante la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), abrió su intervención en la tercera sesión, dedicada a las libertades fundamentales, de la Conferencia sobre la Dimensión Humana, que se celebra en Varsovia hasta el 11 de octubre. La posición de la Santa Sede es la expresada por el Catecismo de la Iglesia Católica, en la sección especial dedicada a los medios de comunicación social, que afirma que «la información a través de los medios de comunicación social» está «al servicio del bien común» y «la sociedad» tiene «derecho a una información basada en la verdad, la libertad, la justicia y la solidaridad».
Los deberes de la libertad de expresión
El compromiso con los medios de comunicación y su búsqueda de una voz autónoma, así como «su impacto positivo en la paz y la seguridad», «debe basarse en una comprensión compartida del papel que desempeñan en el servicio, la promoción y la protección de la dignidad humana», afirmó el diplomático estadounidense. Este enfoque «compartido» necesita que los medios de comunicación reconozcan que su independencia es una «manifestación particular del derecho a la libertad de expresión», cuyo «ejercicio» conlleva «deberes y responsabilidades» particulares.
Expresarse sin miedo, incluso a contracorriente
Dado el «carácter específico» de la delegación de la Santa Sede, su mensaje aborda también la relación «particular» entre «libertad de expresión» y «libertad religiosa». La protección de este último valor «no excluye el debate crítico ni las discusiones serias» sobre temas espirituales. Sin embargo, señala monseñor Gyhra, «no es aceptable esconder» tras tales ideales la «justificación de estereotipos negativos, intolerancia, discriminación, hostilidad o violencia contra las religiones o sus miembros». La libertad de expresión debe asignar un espacio en el que todos los puntos de vista tengan la oportunidad de «expresar sus opiniones, con respeto y sin miedo al otro», incluso cuando éstas vayan «contracorriente». Para ello, los medios de comunicación deben ofrecer «una plataforma» que acoja «un amplio abanico de voces». Esto daría lugar a un intercambio de opiniones «más rico y amplio».
Los periodistas al servicio del bien común
En cuanto a los periodistas, tienen, según la Santa Sede, la «obligación de servir al bien común» proporcionando una información «exacta, objetiva y equilibrada». El papel, ya de por sí importante, de los responsables de la información adquiere aún más relevancia en situaciones de conflicto. Mediante la difusión de noticias libres de prejuicios, los periodistas proporcionan al mundo una «visión» que los órganos de prensa gubernamentales «a menudo no pueden o no quieren dar». Dicha especificidad se refiere sobre todo al «intenso sufrimiento humano» que acompaña a toda situación de conflicto. «Al poner de relieve a las víctimas y, en consecuencia, contribuir a estimular una acción internacional conjunta, los periodistas ejemplifican los efectos positivos y concretos que un modo de informar justo, valiente y honesto» podría “aportar a la sociedad”.
La necesidad de una información libre
El diplomático estadounidense concluyó su intervención recordando las palabras del Papa Francisco, quien, comentando la muerte de varios periodistas asesinados mientras realizaban su trabajo en un discurso a los miembros de la Asociación de la Prensa Extranjera en Italia, había afirmado que «la libertad de prensa y de expresión» representa «un importante índice del estado de salud de un país». No olvidemos que las dictaduras, una de las primeras medidas que toman, es quitar la libertad de prensa o «disfrazarla», no dejar a la prensa libre. Necesitamos un periodismo libre».
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