Monseñor Martinelli: El Sínodo hace aflorar caminos de bondad
Antonella Palermo – Ciudad del Vaticano
Ante los medios de comunicación vaticanos, monseñor Paolo Martinelli, franciscano capuchino, vicario apostólico para los Emiratos Árabes Unidos, Omán y Yemen, relata el espíritu con el que está viviendo los trabajos de la asamblea en el Vaticano en la que participa con la experiencia del Vicariato de Arabia y los caminos de sinodalidad desarrollados en los últimos dos años por los creyentes de esa zona.
Excelencia, ¿cómo vive los trabajos del Sínodo a la luz de su presencia en una zona del mundo donde la preocupación por la extensión regional del conflicto de Oriente Medio es particularmente fuerte?
Mientras tanto, expreso mi alegría y gratitud porque el tema de la paz está presente en todo momento en este Sínodo. Por nuestra parte, nos encontramos realmente en una situación delicada porque mi Vicariato comprende los Emiratos, Omán, donde la situación es tranquila, y Yemen, que, por el contrario, sufre nuevas dificultades.
La parte norte también está directamente implicada en acciones perturbadoras – mensajes negativos en el conflicto entre Israel y Hamás – y esto crea una tensión aún mayor en un país ya maltratado por diez años de guerra civil. Por eso rezamos para que esto termine y se vuelva a construir, para que por fin podamos hacer planes para el bien, para compartir, para un camino común. Con tanta violencia es imposible.
Que el Señor toque de verdad los corazones de todos, de los que tienen responsabilidad, para que se rompa la lógica de la venganza. Todos han sufrido, todos se sienten con derecho a reaccionar, pero entrando en la lógica de la venganza, no se vuelve a empezar. Hacen falta caminos de reconciliación y de paz que permitan vislumbrar el bien para todos.
¿Por qué parece que la diplomacia está fracasando?
En primer lugar, hay que revisar los protocolos de la diplomacia. Esto es esencial. Si no hay diplomacia, ¿quién puede establecer el diálogo? Pero también es necesario el testimonio de los pueblos para que veamos que podemos caminar juntos, que las religiones son una contribución a la humanización del mundo y que no deben instrumentalizarse nacionalmente.
Las religiones están por la paz. Aquí, por ejemplo, hay un recinto donde han surgido una iglesia católica, una mezquita y una sinagoga una al lado de la otra. Son hechos, hechos de la buena vida que ayudan a ver nuevas perspectivas. Que las instituciones y los gobiernos apoyen también experiencias como ésta es, sin duda, una forma de fomentar caminos de bien. Se ve que a todos los beneficia compartir sus tradiciones espirituales.
¿Cómo contribuye el Sínodo a la difusión de una cultura de paz?
El hecho mismo del Sínodo es un testimonio de ello. Más allá de los resultados técnicos que pueda arrojar, lo significativo es el hecho mismo de escucharnos unos a otros. Reconocer la riqueza de las diferencias y aprender a discernir juntos la voluntad de Dios es un ejemplo para la Iglesia y el mundo que puede dar lugar a caminos de bien para la sociedad.
En la vigilia ecuménica, ¿cómo le resonaron las palabras «escándalo» y «vergüenza» por la división de los cristianos?
Creo que debemos reconocer el misterio del mal y llamarlo por su nombre. Atención al hecho de que seamos pecadores necesitados de purificación. Esta es la condición para la reconciliación y la conversión.
La misión es el horizonte que atraviesa este Sínodo. ¿Cómo vive usted esta dimensión?
En mi opinión, el tema de la misión es muy importante porque dice cuál es la finalidad de los trabajos de este Sínodo. Dice que no sólo nos preocupamos de nosotros mismos. Es un Sínodo para comunicar el Evangelio con humildad. Sin imponer a nadie, sino compartiendo con alegría lo que hemos encontrado en nuestras vidas.
En uno de los foros organizados en el marco del Sínodo se dejó claro que la Iglesia no es una monarquía...
Sí, no es una monarquía ni una democracia. Es muy interesante y es un camino aún por explorar. Hay una raíz muy popular – la veo en nuestro pueblo donde hay un instinto de participación muy fuerte – en la vida de la Iglesia, que el obispo no puede sino fomentar y exaltar.
¿Cómo ha seguido el viaje del Papa Francisco a Asia y Oceanía?
Lo seguí muy de cerca y me conmovió mucho. Me hizo pensar en las dos veces que el Papa vino a la Península Arábiga; había muchas similitudes, por ejemplo el documento firmado en Indonesia que dejó claro que el camino de la fraternidad continúa.
Luego, la apreciación de las diferencias, algo que me parece sumamente apasionante. El ideal de la vida no es superar la diversidad en una uniformidad que nos aplane, sino tener el placer de encontrar al otro porque es otro.
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