Parolin: No convertir la fe en un vestido que se lleva sólo los domingos
Antonella Palermo - Ciudad del Vaticano
El cardenal secretario de Estado del Vaticano celebró el domingo la misa en la basílica romana dedicada a los santos Vitale, Valeria, Gervasio y Protasio, conocida comúnmente como basílica de San Vitale, situada junto al palacio de las Exposiciones, en Via Nazionale. La celebración se ha llevado a cabo con ocasión de los 25 años de atención pastoral ininterrumpida a los fieles rumanos en Roma. En su homilía, Parolin subrayó la importancia de recordar un pasado en el que la fe era el aglutinante de una comunidad fragmentada, lejos de su hogar, de su familia, de sus seres queridos. Y aseguró: "Los tormentos de la sociedad y las convulsiones de la historia no deben entonces perturbar el Reino de Dios que está en nosotros".
Recordar los tiempos en que la cristiandad no estaba dividida
El cardenal recordó las vicisitudes de la comunidad rumana, que a lo largo de los años se ha reunido en diversas iglesias de Roma: de la basílica de los Santos Doce Apóstoles a la basílica de Santa Croce al Flaminio, a la iglesia de Santa Maria in Portico in Campitelli, para llegar, hace unos 16 años, a esta maravillosa basílica. Un peregrinaje que, según él, muestra también una maduración de la comunidad, mientras que mientras tanto otras nuevas comunidades han surgido alrededor de la capital. Una peregrinación que recuerda los tiempos en que la cristiandad aún no estaba dividida, señaló el secretario, los tiempos de los primeros concilios ecuménicos, los tiempos en que la realidad del martirio de los inicios de la Iglesia estaba aún muy presente en la vida de los cristianos. "Veo en esta celebración una feliz coincidencia que puede inspirarnos también a nosotros a vivir más profundamente nuestra fe", indicó. En un país todavía desconocido, celebrar los sacramentos, compartir las dificultades, anclarse en una fe común, puede ser un notable frescor.
Recordar el apoyo de la fe para redescubrir la identidad
Hay una continuidad que se redescubre cada día cuando uno recuerda haber sido apoyado, alentado, consolado. Y es algo "indispensable para redescubrir la propia identidad". Hoy, sin embargo, se corre el "riesgo de convertir la fe en un vestido que sólo se lleva los domingos", lamentó Parolin. En una época que muchos juzgan "fluida", tan rápida que a veces nos impide pararnos a recordarnos quiénes somos, es aún más urgente mirar a los pilares que nos dicen de dónde venimos y cuáles son las realidades que realmente cuentan, "porque permanecen, permanecen firmes, frente a las modas y los tiempos que pasan".
Las tribulaciones de la historia no apagan la esperanza
En el último domingo antes de la solemnidad de Cristo Rey del Universo, la liturgia ofrece una reflexión precisamente sobre el final de los tiempos. Y lo hace también con palabras estremecedoras que, sin embargo, no deben asustar, animó Parolin. Basta con mirar al Señor que permanece y todo converge en Él. "Con un pequeño juego de palabras, podríamos decir que el fin de todo revela a Aquel que, en verdad, es el fin de todo". Encontrarse recordando las propias raíces y apreciándolas significa precisamente mantener el fin fijo ante uno mismo. De ahí la invitación en el hic et nunc que parece manifestar pocas luces. "Los tormentos de la sociedad y las convulsiones de la historia no deben, pues, turbar el Reino de Dios que está en nosotros, que es Dios mismo, porque nuestra alma está ya arraigada y cimentada en su amor, anclada en Aquel que es la roca, con una esperanza, la suya, que es ya una certeza: no son los elementos del cosmos ni el azar los que gobiernan el mundo y al hombre, sino un Dios personal". En la inminencia del Jubileo de la Esperanza, el llamamiento es a vivir las tribulaciones sin disminuir la grandeza de nuestra espera.
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