Gallagher a los sacerdotes: sirvamos a la Iglesia con entrega total y cualificada
Vatican News
«Incluso en los momentos de cansancio y desánimo, no os dejéis vencer. Volved vuestros corazones al Señor». El aliento del Papa al clero de Córcega hace unos días tuvo eco ayer, 19 de diciembre, en la capilla de la Domus Romana Sacerdotalis, donde el arzobispo Paul Richard Gallagher presidió una misa con los presbíteros de la Casa para felicitar la Navidad.
Compartir la alegría y la amistad
Varios de los recordatorios de Francisco a los sacerdotes de la isla francesa volvieron en la homilía del Secretario para las Relaciones con los Estados y las Organizaciones Internacionales. Uno de los primeros fue el de «mirar hacia dentro, para no quedar “encallados” en los ritmos y las actividades externas y perder la consistencia interior». Por eso, fue la invitación de Monseñor Gallagher, cuidaros a vosotros mismos y cuidar a los demás. Entre vosotros, precisó, en el signo de la «fraternidad», aprendiendo a «compartir no sólo los trabajos y los desafíos, sino también la alegría y la amistad», sobre todo de cara al próximo Jubileo.
La recompensa de un corazón lleno de alegría
El cuidado de los demás, continuó el prelado, se expresa para los sacerdotes de la Casa del Clero en el trabajo realizado en la Secretaría de Estado, en los Dicasterios, en las Basílicas romanas o en las Universidades Pontificias, «a veces sin recompensas evidentes» y «cargado de responsabilidades».El «mayor acto de amor de nuestras vidas», observó monseñor Gallagher, reside «en nuestra dedicación silenciosa, total y cualificada».Radica, añadió, en aprender a tener «una visión de fe de la realidad eclesial», sabiendo muy bien que «en la Iglesia y en el mundo no todo puede ser de nuestro agrado» y siendo conscientes, por tanto, de que «se cuela una cierta desconfianza del ideal evangélico». «La recompensa a nuestra fidelidad a nuestra identidad sacerdotal y a nuestra dedicación al ministerio al servicio de la Iglesia y del Papa -concluyó monseñor Gallagher- es la plenitud de vida que sólo el Señor puede dar».
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