Pío XII y la democracia: Un instrumento de libertad y respeto
Riccardo Saccenti - Ciudad del Vaticano
La adquisición del término «democracia» al Magisterio de la Iglesia en clave positiva pertenece a la atormentada historia de la primera parte del siglo XX. Fue con el radiomensaje de Navidad de 1944 cuando un pontífice, Pío XII, utilizó este término para indicar la forma de organización del Estado en la que se reconoce la más completa protección de la persona humana. A ese pronunciamiento, que Luigi Sturzo no dudó en definir «histórico» por sus implicaciones, se dedicó ayer una tarde de estudios en el Instituto Sturzo, organizada junto con la Università Cattolica del Sacro Cuore y la Fundación Giorgio La Pira. Una elección, la de detenerse en el mensaje radiofónico de 1944, que fue de todo menos festiva.
El valor de la democracia
Agostino Giovagnoli, organizador de la conferencia, situó esta comparación en una época, la de nuestro presente, marcada por una crisis de la democracia que cuestiona a la propia Iglesia, como atestigua la Semana Social de Trieste del pasado mes de julio. Releer el texto transmitido hace ochenta años supone reconocer una distancia histórica, que, sin embargo ,permite captar el alcance de unas palabras que constituyen una etapa crucial en la reflexión de la Iglesia sobre el valor de la democracia.
La democracia instrumento de humanización
Un punto que destacó el cardenal Matteo Maria Zuppi, presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, quien situó el discurso de Pío XII en el surco de un itinerario que pasa por el magisterio social de Juan XXIII y Pablo VI, por el Concilio Vaticano II -en particular lo que leemos en la Gaudium et spes- y llega a los documentos y discursos de Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco. Lo que emerge es la creciente preocupación de la Iglesia por la democracia como instrumento de humanización de la vida política, cuya crisis, también a nivel europeo, no puede dejarnos indiferentes. Este momento de la historia en el que se produce la confrontación con la política ayuda a comprender las razones que impulsaron al Papa Pacelli a posicionarse explícitamente a favor de la democracia.
Andrea Riccardi, al remontar la génesis de las palabras de Pío XII, subraya el reconocimiento decisivo de la catástrofe de la guerra a la que habían conducido los totalitarismos. Frente a los regímenes en los que las masas son guiadas y manipuladas, Pío XII subrayó la democracia como forma de protagonismo del pueblo, es decir, de aquel grupo de ciudadanos, cada uno de los cuales «siente en sí mismo la conciencia de su personalidad, de sus deberes y derechos, de su propia libertad unida al respeto de la libertad y dignidad de los demás».
La democracia en el horizonte eclesial
El mensaje radiofónico de 1944 se sitúa, pues, en el contexto de una Europa todavía escenario de la violencia de la guerra, dividida por frentes y en la que la máquina de exterminio de los judíos sigue activa. Esas palabras llegaron, para Italia, cuando en el Norte aún se libraba la guerra de Liberación en la que los propios católicos estaban implicados como participantes activos. Sobre todo, las palabras de Pío XII sobre la democracia dieron un horizonte eclesial y magisterial a una efervescencia de elaboraciones que en algunos sectores del laicado católico ya habían empezado a tomar forma en los meses anteriores.
La fundación de la Democracia Cristiana
La fundación de la Democracia Cristiana y la redacción del Código Camaldoli se remontan a 1943. En este último texto, se codificó de forma exhaustiva una visión de la sociedad, inspirada en la doctrina social de la Iglesia, en la que se planteaba la necesidad de una forma de Estado que representara plenamente el pluralismo social, económico y cultural del país. En otras palabras, surge una idea de democracia animada por esos cuerpos intermedios que, como puso de relieve el discurso de Giuseppe De Rita, constituyeron el motor de la reconstrucción de posguerra y contribuyeron a la estabilidad democrática del país al mediar en la relación entre el gobierno y el pueblo.
Una nueva organización civil y política
El radiomensaje de Navidad de 1944 planteaba así, a un catolicismo italiano en esencia todavía carente de democracia, la urgencia de figurar entre los protagonistas de la construcción de esta nueva forma de organización de la vida civil y política. Si de este modo Pacelli proporcionó una plataforma para manifiestos como las Ideas reconstructivas de la democracia de Degasperi, el Pontífice también actuó como estímulo para la elaboración no sólo intelectual sino operativa de figuras como Giorgio La Pira, a quien Patrizia Giunti ha dedicado su contribución. En los meses siguientes al radiomensaje, el que estaba a punto de convertirse en figura central del catolicismo democrático, publicó Nuestra vocación social (marzo de 1945), Las premisas de la política (agosto de 1945) y el 25 de octubre de 1945 intervino con el discurso «Examen de conciencia ante la Asamblea Constituyente» en la Semana Social de los Católicos que se celebraba en Florencia en aquel momento y que trataba de la Constitución y de la Asamblea Constituyente.
La persona humana se convierte en meta y medida
La historia de la superación de las reservas, cuando no de la hostilidad del Magisterio de la Iglesia hacia la democracia surge como un itinerario del que el discurso de Navidad de 1944 es una primera etapa. Ese viaje ha conocido contratiempos, ralentizaciones y tentaciones de volver al antiguo sueño del régimen de cristiandad. Y sin embargo, con respecto a la democracia, la Iglesia no ha practicado una simple aceptación. Más bien, el radiomensaje de Pío XII testimonia cómo la Iglesia ha asumido también la condición de discípula ante la historia, captando en ésta los aspectos de una potencial humanización. Es precisamente el caso de la democracia, entendida como el reconocimiento de un pluralismo en el que la persona humana se convierte en meta y medida no sólo de las instituciones, sino de una vida social y económica fundada en el principio de fraternidad
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