«Palabras abiertas» sobre el valor del silencio

Eugenio Murrali – Ciudad del Vaticano

«Vendrá para darme certeza/ de su tesoro y del mío, /vendrá como refrigerio/ de mis penas y de las suyas, /vendrá, quizá ya viene/ su susurro». El sonido de las palabras del poeta Clemente Rebora, tomadas de la lírica Dall'immagine tesa (De la imagen tensa) perdura largo tiempo en el pensamiento. Este último poema de los Canti anonimi (Cantos anónimos) escrito en 1920, transmite un sentido tácito de expectación, y su declamación fue uno de los momentos culminantes del encuentro que la Parole aperte. Lessico giubilare per il nostro tempo (Palabras abiertas. Léxico jubilar para nuestro tiempo) dedicó al silencio el viernes 14 de marzo.

Rebora, poeta de lo eterno

Los encuentros que la Biblioteca Vaticana organiza junto con el Instituto de cultura y formación Antonio Rosmini, Iscufar, son policéntricos y ricos en experiencias diferentes, en las que intervienen el sonido, la imagen, la palabra y los preciosos materiales presentes en la BAV. Uno de los ejes del encuentro Parole aperte Palabras abiertas) fue la lectio del padre Pierluigi Giroli, rector de la basílica de SS. Ambrogio y Carlo al Corso. En su alocución, recorrió la vida de Clemente Rebora. Se trata del poeta, de raíces mazzinianas y laicas, que llegó a la fe a través de la experiencia de la Primera Guerra Mundial, durante la cual sobrevivió a sus compañeros alcanzados por un obús en el Karst en 1915. Corrió el riesgo de llegar a la locura, buscando un sentido existencial tras la tragedia vivida.

El padre Giroli se detiene en dos imágenes del poeta, que estaba en vías de conversión. En 1928, durante una conferencia en el Liceo de Milán sobre los mártires Scillitani, el intelectual se interrumpió, no pudo seguir hablando y abandonó la sala. En 1954, en su Curriculum vitae, relata la experiencia, en particular en el verso La Parola zittì chiacchiere mie (La Palabra calló mi parloteo). Acompañado en su vuelta a la fe también por el cardenal Ildefonso Schuster, Rebora llegó al sacerdocio. En una composición, La ballata sul sacerdote (La balada sobre el sacerdote) escribe: «El sacerdote es como una cascada:/ chorrea agua, mientras se hunde/ confundido en la humildad por tal llamada».

La cascada, una imagen a la que volvería Rebora, nos habla de un agua que recoge todos los aspectos, incluso trágicos, de la vida y de la humanidad, desciende y se hunde, se deja absorber por su peso: «Cuanto más desciende, más silencio hay. Un silencio que es más grande que ella», explica Giroli. En efecto, precisamente cuando cree haber llegado al colmo de su poder, con toda la fuerza de su caída, y parece haberse roto, encuentra de nuevo la paz y puede reanudar su viaje, «de cascada en cascada, de silencio en silencio», explica el padre Giroli.

El «silencio» de Dios

Todo es sentido y reflexión en estos encuentros, cuyas líneas maestras quedan claras para los presentes y para quienes los siguen desde lejos gracias a la intervención del arzobispo Angelo Vincenzo Zani, bibliotecario y archivero de la Santa Iglesia Romana, que centró su reflexión en dos expresiones del silencio. En efecto, hay una primera cara de esta realidad, la que crea: «La vida de Dios está envuelta en el silencio y se realiza en el silencio. En el silencio Dios se pronuncia en la encarnación. La creación también está dominada por el silencio».

Pero también hay un aparente «silencio» de Dios, que Jesús experimentó dramáticamente en la cruz: «El silencio del Padre provocó el grito más doloroso y crudo que ha conocido la historia humana», que estalló en «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». La noche oscura vivida por Cristo y por muchos cristianos recuerda la Puerta Jubilar, porque, como explica el arzobispo, la Puerta Santa «simboliza la puerta estrecha, en la que está también el silencio de Dios que en Jesús provocó el grito de «¿por qué?», capaz de resumir todos los «¿por qué?» de la humanidad, al que siguió, sin embargo, su «Todo está cumplido». En la voz sufriente de Cristo emerge su fe, «el Evangelio, el logos se despliega todo».

De aquella herida «nació una y otra vez la Iglesia, fruto maduro del amor silencioso de Dios y de la respuesta confiada de la humanidad», aclaró monseñor Zani, identificando en tal renacimiento la esperanza del Jubileo. Tres son, según el arzobispo, los efectos de la aceptación de este aparente silencio de Dios: la posibilidad de atravesar el flagelo de una modernidad menguante, que ignora la fe, la capacidad de superar el individualismo que marca nuestras vidas y llegar al encuentro y, tercera consecuencia positiva, el impulso para anunciar el Evangelio.

Kivu: un dolor que quita las palabras

Durante el acto se proyectaron duras imágenes grabadas hace unos días por un misionero en la región de Kivu, en la República Democrática del Congo. Un vídeo que mostraba cuerpos sin vida, bebés llorando, todavía aferrados a quienes los llevaban atados a la espalda antes de morir. Ese dolor, capaz de producir afasia, una visión tan chocante con la belleza de la Sala Sixtina, era una poderosa invitación a la reflexión sobre el drama de la guerra.

Escuela de silencio

Además de la conocida lírica de Rebora, el encuentro se enriqueció con la lectura de Scuola di silenzio (Escuela de silencio), una colección de los haikus del cardenal José Tolentino de Mendonça, interpretados por Emmanuel Casaburi, actor y coordinador cultural del proyecto Parole aperte (Palabras abiertas). Otra protagonista fue la música, gracias a composiciones originales creadas especialmente por Letizia Zilocchi e interpretadas para flauta por el maestro Costantino Blanco Ventura.

Un cortometraje y los premios «Palabras abiertas»

Una evocadora proyección del cortometraje SIGMA del director armenio Aram Manukyan, una obra con gran fuerza estética y tensión ética, capaz de hablar del cuerpo en la guerra, pero también del ritual, con referencias evangélicas al episodio de los panes y los peces. Durante la velada, fueron homenajeados por sus méritos culturales el coproductor del cortometraje, Marcelo Zeppi, presidente y director artístico del Festival internacional de cortometrajes de Montecatini, el presidente del Censis, el profesor Giuseppe De Rita, por quien recibió el premio su hijo, y la compositora Letizia Zilocchi.

Maravillas de la Biblioteca

Los asistentes a las reuniones presenciales tienen la suerte de poder apreciar en directo algunas de las obras expuestas en la biblioteca y explicadas a los visitantes por los estudiosos de la institución. Entre ellas se encuentra una obra maestra del grabado de principios del siglo XVI, Strage degli innocenti (Matanza de los inocentes) «con felcetta» de Marcantonio Raimondi, obra que documenta la asociación artística entre el grabador y Rafael Sanzio.

Entre otros documentos elegidos para la ocasión, llama la atención el libro de Arturo Benvenuti, que recoge 276 escritos de internados en campos de concentración nazi-fascistas, o la copia en braille del documento sobre la fraternidad humana para la paz mundial y la convivencia común, firmado en Abu Dabi por el Papa Francisco y el Gran Imán Ahmad Tayyib el 4 de febrero de 2019. La cuidada selección de textos e imágenes invita al silencio y al cuestionamiento, en lo que el director artístico de Palabras abiertas, el profesor Gennaro Colangelo, ha descrito como una experiencia inmersiva, que debe vivirse «como una oración».