Semeraro: Salvo D'Acquisto, ejemplo de amor a la familia
Edoardo Giribaldi - Ciudad del Vaticano
Las tres "juventudes" de Salvo D'Acquisto fueron el centro de la misa celebrada el sábado 22 de marzo en Nápoles, tras la promulgación del decreto del Dicasterio para las Causas de los Santos que declara venerable al Siervo de Dios. En la basílica de Santa Clara, donde está enterrado el heroico Carabinero, el cardenal prefecto Marcello Semeraro, presidió el rito, concelebrando con el arzobispo Santo Marcianò, ordinario militar para Italia. En las primeras etapas de la vida se desarrolla y se aprende a amar el "valor de la familia". Y es en esta perspectiva que la historia humana y cristiana del vicebrigadier se propone como estímulo y aliento para una renovada reflexión sobre la importancia de los vínculos familiares.
Honestidad, amor y confianza a la sombra de la familia
El cardenal introdujo su homilía en la línea del pasaje evangélico leído para la ocasión, el del hijo pródigo, vinculándolo con el tiempo de Cuaresma.
"Es el tiempo en el que debemos alegrar el corazón del Padre, el corazón de Dios, volviendo siempre a él".
El cardenal invitó también a rezar con las palabras del concelebrante, monseñor Santo Marcianò, militar ordinario para Italia, "para obtener del Señor la gracia del milagro -el Papa llama al milagro "el sello de Dios sobre nuestros deseos"- por el que la Iglesia se sentirá autorizada a proceder a su beatificación".
A continuación, Semeraro recorrió las etapas de la vida del vicebrigadier: su primera juventud, vivida aprendiendo "honradez y dedicación al trabajo" de su padre, y el "amor al prójimo" de su madre, así como una profunda "confianza en la Providencia". El núcleo afectivo de D'Acquisto se extendía también a su abuela materna, con la que participaba en las celebraciones litúrgicas y en el rezo diario del Rosario.
Rezar, pero también hacer buenas obras
"No basta con rezar, sino que también hay que hacer buenas obras".
Así advertía el vicebrigadier a la familia. "No era un fanático, era un creyente", precisó Semeraro. Un principio que puso en práctica desde muy joven, como demuestra un episodio significativo: movido a compasión por un niño "descalzo y con frío" que pedía limosna, se quitó los zapatos y se los dio.
"En estos primeros dones maduró su mayor don, el don de su propia vida".
Ejemplo para los compañeros
La segunda juventud, la segunda familia, fue para el Siervo de Dios la de los Carabineros. Un contexto en el que, como recordaba Semeraro, D'Acquisto "maduró en seriedad y dignidad". Sus compañeros de armas daban testimonio de su vocación de servicio.
"Demostró que era mayor de lo que realmente era".
Un compañero de armas lo describió como un hombre que "más que con palabras, era un ejemplo para nosotros, incluso con su vida de fe". Aunque profundamente dedicado al deber, no dejaba de disfrutar de momentos de ocio, como paseos por Vomero, viajes a Bagnoli y visitas culturales a Roma. Pero su tiempo libre también incluía obras de caridad, como los domingos que pasaba en los hospitales napolitanos consolando a los enfermos.
Las familias de D'Acquisto
"Amaba a su familia, la familia en la que nació, amaba a la familia de sus amistades de juventud, amaba a la familia de la Armada. Amó y sirvió a la familia que le fue dada en Torrimpietra".
Así se expresó Semeraro, citando las Actas para el proceso en la causa de beatificación y canonización de D'Acquisto. En Torrimpietra tenía su sede el puesto de los Carabineros que él había comandado. Su amor paterno y materno se enriqueció con la contribución de otros "organismos educativos", como el ambiente eclesiástico, la escuela y el deporte. Así como la propia Armada de los Carabineros, ya elogiada por Juan Pablo II como "realidad educativa", citando el "comportamiento heroico" de D'Acquisto. Sin embargo, según el cardenal, la primera y más significativa escuela de vida sigue siendo la familia, cada una con su peculiar "fisonomía", como la de los núcleos del sur de Italia.
La "primavera" de su vida
La tercera juventud vivida por D'Acquisto es la, sólo aparentemente, más trágica: su muerte. El 23 de septiembre de 1943, en la Torre del Palidoro, en la costa al norte de Roma, una unidad nazi detuvo a D'Acquisto tras un presunto intento de asesinato. En represalia, veintidós civiles fueron capturados y obligados a cavar sus propias tumbas, con vistas a una ejecución inminente. Para salvar a los rehenes, D'Acquisto se autoinculpó como único responsable, ofreciendo su propia vida a cambio de la de ellos. Fue fusilado al instante. Su muerte, sin embargo, no representó un final, sino una "primavera". Y en este sentido, Semeraro concluyó su homilía con una poderosa referencia a las palabras de Jesús en la cruz: "Hoy estarás conmigo en el paraíso".
Estoy convencido de que, en su corazón, esta palabra de Jesús fue más fuerte que las ráfagas de vida que le condenaron a muerte. Estas palabras, Salvo D'Acquisto también las sintió en su corazón al morir. Dio su vida y por eso está en el Paraíso.
Gracias por haber leído este artículo. Si desea mantenerse actualizado, suscríbase al boletín pulsando aquí