La huella misionera en Papúa: “Nos disteis al Dios del amor que nos llena de esperanza”
Vatican News
“Yo también me llamo Xavier Vergés”, “a mi hijo le pusimos por nombre José Díaz” o “Albert Boudaud”. Es lo que allí se conoce como ‘namesake’, nombrar a una persona -lo hacen con nombre y apellidos- en reconocimiento a otra. Es muy emocionante conocer esta forma de perpetuar el recuerdo de nuestros misioneros.
Por su riqueza y diversidad cultural Papúa Nueva Guinea ha sido y sigue siendo un desafío misionero. “Esta riqueza humana, con sus fortalezas y desafíos, unido a la diversidad cultural, religiosa, lingüística, hacen que el lema del país ‘La Tierra de lo Inesperado’, se convierta en una auténtica oportunidad para creer firmemente que nuestra misión tiene sentido y vale la pena seguir apostando por ser el Corazón de Dios en este territorio misionero de Papúa Nueva Guinea”, son palabras del Padre Abzalón Alvarado, msc, Superior General de los Misioneros del Sagrado Corazón, tras su visita hace unas semanas, (Escucha su entrevista aquí: Padre Alvarado: El Papa en Papúa encontrará una Iglesia fuerte y multicolor).
Pero este desafío misionero no se entiende ahora desde la visión de occidente, como el envío de sacerdotes y religiosas, laicos y laicas, que van a ayudar a un ‘pueblo falto de Dios’. Ese fue el llamado, en 1881, de León XIII a los Misioneros del Sagrado Corazón del Padre Julio Chevalier, pero que hoy hay que ver desde la perspectiva local, desde los ojos de los propios papús, que son los que hacen caminar esta Iglesia particular en el Pacífico. “No podemos exigir que los pueblos de todos los continentes, al expresar su fe cristiana, imiten los modos de expresión que las naciones europeas desarrollaron en un momento particular de su historia”, dice Juan Pablo II en su Exhortación apostólica “Ecclesia in Oceania”.
Desde 1975, es un país independiente, pero la estructura gubernamental no tiene la capacidad para gestionar este inmenso y diverso país y es aquí donde la Iglesia, heredera de las misiones, sigue teniendo un papel esencial. Quedan muy pocos misioneros extranjeros, su labor ha fructificado en una extensa comunidad de sacerdotes y monjas locales. Sus retos son muy parecidos a los del resto de diócesis del mundo: ofrecer las enseñanzas de Jesús frente a las prácticas esotéricas o las sectas, mostrar valores cristianos a una sociedad más secularizada, crear un movimiento seglar fuerte a la vez que se fomentan las vocaciones religiosas, seguir apostando por la educación y el desarrollo de la sanidad, defender la dignidad de las personas, dar protección a las culturas locales…
Un buen resumen de lo que eran y lo que ahora son, son estas palabras de Monseñor Rochus Tatamai, msc, obispo de Bereina, en Papúa Nueva Guinea. En ellas da las gracias por todo lo que los Misioneros del Sagrado Corazón han hecho por su pueblo.
“Nos ayudasteis a respetarnos y a amarnos unos a otros, en especial, a amar a nuestros enemigos tradicionales. Nos disteis el mensaje de Jesús, la Buena Noticia. Nos bautizasteis en el Cuerpo de Cristo.
Como lingüistas, aprendisteis y hablasteis nuestras lenguas. Escribisteis nuestros diccionarios y nos enseñasteis nuestra propia gramática.
Como diplomáticos, negociasteis con las autoridades civiles a favor nuestro. Nos hablasteis de nuestros propios derechos humanos y de la libertad religiosa.
Como mediadores, reconciliasteis las tribus que estaban en guerra. Promovisteis otros valores culturales, como el intercambio de regalos.
Os opusisteis valientemente a la tradicional ley de la venganza, ‘me las vas a pagar’. Ganasteis la confianza y el respeto de nuestro pueblo.
Como constructores, construisteis iglesias, escuelas, hospitales, carreteras, puentes y puertos.
Como maestros, nos enseñasteis a leer y escribir.
Como antropólogos, estudiasteis nuestras estructuras sociales y asimilasteis nuestra visión del mundo.
En la Liturgia y en la celebración de los Sacramentos usasteis nuestros cantos y nuestras danzas para expresar nuestra fe.
Como místicos, estudiasteis nuestras creencias religiosas y nuestros ritos de iniciación. Explorasteis nuestros espacios y nuestros tiempos sagrados. Nosotros os tenemos como hombres espirituales, como hombres de oración y hombres de Dios.
Como expertos en agricultura, nos enseñasteis métodos nuevos de cultivar la tierra y producir cosechas.
Como médicos, nos sanasteis con vuestros ‘milagros’, que eran las medicinas y los conocimientos vuestros que nos dabais.
Como Misioneros del Sagrado Corazón, nos disteis al Dios del amor que nos llena de esperanza.
A todos, un millón de GRACIAS, y al Dios, al que representabais, ¡Gloria y alabanza por siempre!”.
Y todo esto ha quedado en la memoria de los papús, generación tras generación. Cada 4 de julio, se celebra una misa para recordar y festejar aquella primera que el Padre Enrique Verius presidió en 1885 y de la que el año que viene se conmemoran 140 años.
El próximo viaje apostólico en septiembre, hace que Papúa Nueva Guinea vuelva a ser protagonista en las noticias de la Iglesia y esperamos que lo sea un poco más adelante, puesto que el propio Francisco ha dado vía libre para la posible canonización del Beato Mártir MSC Peter ToRot, un catequista laico comprometido con su comunidad, beatificado por san Juan Pablo II en 1995.
------------
Publicación en colaboración con Javier Trapero, Director de la Oficina de Comunicación de los Misioneros del Sagrado Corazón.
Agradecemos a Xavier Calvo su ayuda y la contribución a la promoción de las misiones en Papúa Nueva Guinea.
Fotos: Xavier Calvo
Gracias por haber leído este artículo. Si desea mantenerse actualizado, suscríbase al boletín pulsando aquí