¿Se puede transmitir esperanza en una cárcel?
Xavier Sartre - Ciudad del Vaticano
El jueves 26 de diciembre, en la fiesta de San Esteban y el día después de Navidad, el Papa realizó el primer gesto significativo de este Jubileo 2025 bajo el signo de la esperanza. Francisco abrió una puerta santa en la cárcel de Rebibbia, en Roma.
La esperanza no es necesariamente la primera virtud que viene a la mente en un entorno carcelario, y a veces las prisiones fracasan en su tarea de preparar a los reclusos para su reinserción en la sociedad.
Algunos presos recurren a un capellán. Hay muchas razones para ello, pero para los capellanes católicos es una oportunidad única de aportar un poco de esperanza y ayudar a los reclusos condenados o en espera de juicio a mirarse a sí mismos de otra manera.
Bernard Biette, usted es un capellán laico y padre de familia, y presta su servicio en la prisión de Sarreguemines, en el este de Francia. ¿Puede hablarnos de su experiencia y de cómo transmite la esperanza en la cárcel?
Para mí, la esperanza es venir en nombre de Jesús, con Él y junto a Él en una celda, para decir a nuestros hermanos y hermanas encarcelados que Dios está con ellos, que Dios no les ha abandonado a pesar de los errores que han cometido. En mi opinión, el papel del capellán es transmitirles esta certeza de que siguen siendo amados por Dios. Creo que transmitir esperanza significa darles la seguridad de que Dios les ama tanto como nosotros llegamos a verles.
¿Hablar de esperanza es también una forma de conducirles por el camino de la redención, tanto desde un punto de vista espiritual como desde un punto de vista más prosaico y social?
Significa ambas cosas. En la cárcel, lo único que ven son profesionales del Derecho. Nosotros, de forma voluntaria, estamos ahí para mostrarles que fuera también hay gente que piensa en ellos y que sin duda hay otros que todavía les desean lo mejor. Esto contribuye a la idea de reinserción en la sociedad, mostrándoles que fuera no todo el mundo está en su contra.
¿Los presos acuden a usted y le hablan de esperanza? ¿Existen tales peticiones o preocupaciones, o es algo que usted provoca en ellos?
Creo que nosotros lo iniciamos. Por principio, evidentemente sólo vamos a ver a los que nos lo piden, y entre ellos, no sé si la mayoría formulan realmente la noción de esperanza por sí mismos. Tienen esperanza, pero no creo que la expresen espontáneamente.
¿Por qué acuden a usted?
Las razones son múltiples. Existen las básicas, con los pies en la tierra: ver a alguien, hablar con él, eso es humano. Cuando nos llaman, saben por qué venimos y en nombre de quién. Así que no es sólo el lado humano, creo que necesitan sentirse escuchados. Y escuchándoles nos hacemos una idea de lo que necesitan, de por qué nos han pedido que vayamos. La esperanza forma parte de nuestro acercamiento a ellos y de su acercamiento a nosotros. Quieren que les ayudemos en su viaje como reclusos, de la rebelión a la aceptación, a pedir perdón y una forma de vida diferente cuando salgan.
¿Nota algún cambio en los reclusos a raíz de sus visitas?
Creo que somos parte de ese cambio. Cuando vemos a unos presos durante unos meses, o incluso unos años, podemos comprobar que están cambiando. Cambian en relación con el delito que han cometido, en relación con la víctima, eso seguro, y en relación con ellos mismos, porque encuentran una cierta serenidad, creo que una cierta paz, y pienso que nosotros tenemos algo que ver con eso. Nuestra presencia les ayuda a evolucionar cuando están en la prisión, donde las condiciones de vida son muy duras, pero también les ayuda, me parece, a cruzar la puerta de salida, es decir, en última instancia, a su reinserción.
¿Hablan mucho del perdón con los presos?
Está claro que les decimos que Dios perdona. Les decimos que su misericordia es infinita, pero que ellos también deben aceptar ese perdón. Eso también es importante. Hablamos mucho de esto con los presos. Sin olvidar, por supuesto, a la víctima. Como capellán, a veces no les prestamos suficiente atención, pero también intentamos incluir esta dimensión en las palabras que les dirigimos.
Gracias por haber leído este artículo. Si desea mantenerse actualizado, suscríbase al boletín pulsando aquí