Líbano en la niebla de la guerra y el caos humanitario
Delphine Allaire - Ciudad del Vaticano
Un Estado ausente, un sector público tan hundido como su moneda, un abismo económico y cientos de miles de niños sin escolarizar. El sufrimiento del Líbano podría prolongarse indefinidamente si el sector del voluntariado, en particular el cristiano, no acudiera al rescate.
"Antes del comienzo de la guerra, que no empezó hace tres semanas con el ataque a los bipers y la muerte del líder de Hezbolá, sino el 8 de octubre, Líbano ya tenía cerca de 100.000 desplazados del sur, pueblos bombardeados y una profunda crisis", declaró Vincent Gelot, director para Siria y Líbano de L'Œuvre d'Orient, en una conferencia de prensa efectuada en Beirut el 8 de octubre.
La urgente necesidad de acoger a los desplazados
A estos problemas, ya de por sí existenciales, se suman nuevos problemas humanitarios. En el espacio de tres semanas, 1,2 millones de personas se han visto desplazadas por los combates entre Israel y el Hezbolá libanés.
Para el responsable de "La Obra de Oriente", que trabaja sobre el terreno con socios locales en educación, sanidad y organizaciones de voluntariado, la primera prioridad es proporcionar alojamiento en escuelas, conventos, monasterios y centros sociales a esta población traumatizada, mayoritariamente civil, "que lo ha perdido todo".
En un país en el que el Estado brilla por su ausencia, las prioridades de las ONG son escolarizar a los niños y proporcionar cuidados esenciales, como los que se prestan a las personas gravemente quemadas en los bombardeos en el hospital Geitaoui de Beirut. También parten convoyes de ayuda humanitaria hacia el sur del país, donde los cristianos se niegan a abandonar sus pueblos fronterizos con Israel "por miedo a que sus casas sean ocupadas por milicianos".
A pesar de los frecuentes bombardeos del año pasado a ambos lados de la frontera libanesa con Israel, esta crisis humanitaria no fue prevista, y mucho menos anticipada, por las autoridades interinas e incompletas del país. "Desgraciadamente, el Estado no ha estado ahí", lamenta Vincent Gelot, recordando la posición de la entidad ante la crisis política nacional: elección de un presidente por el Parlamento, formación de un gobierno, para que el sector humanitario disponga de interlocutores estatales creíbles y fiables con los que seguir prestando ayuda. Con las huelgas y el debilitamiento de Hezbollah, la asociación católica espera un avance político, como señaló su director, Mons. Pascal Gollnisch, el 1 de octubre en París.
Sin embargo, el miércoles 9 de octubre, el gobierno libanés anunció su intención de construir aldeas prefabricadas para los desplazados que huyeron de sus casas bajo los bombardeos israelíes, una primicia en un país que ya ha vivido varios conflictos. Casi la mitad de los desplazados se encuentran en centros de acogida de Beirut o Monte Líbano (centro-este del país). Del millar de centros, 807 ya han anunciado que han alcanzado su capacidad máxima, según las autoridades.
Se reavivan las tensiones comunitarias
Vincent Gelot señala que esta gestión, actualmente en estado de caos y emergencia, no ahorra tensiones comunitarias. Además de los 1,2 millones de libaneses desplazados, hay dos millones de refugiados sirios que ya se encontraban en Líbano antes de Gaza.
"Su situación es calamitosa porque estas familias ya eran refugiadas y, por tanto, ya se encontraban en una situación vulnerable. Hay que imaginar que los niños nacieron en los campos de refugiados de Líbano. Estos niños son de origen sirio pero nunca han visto Siria", se entristece el director regional de L'Œuvre. La prolongación libanesa de la guerra ha provocado la llegada de 100.000 personas del sur del Líbano a la vecina Siria. Entre ellas hay refugiados libaneses y sirios que ya habían huido de su propio país, pero que regresan a causa de la guerra. Movidos por el doloroso recuerdo de la guerra de 2006, algunos habitantes se han desplazado dos veces en dos décadas.
"Esta crisis está creando tensiones entre libaneses y sirios. Es muy complicado para estos dos millones de personas, casi un tercio de la población libanesa. El mundo de los refugiados sirios está apoyado por las organizaciones internacionales que les ayudan, que ayudan al sector informal, pero sigue siendo complicado", afirma Vincent Gelot, experto en la situación siria.
En este vecino del Levante desgarrado por trece años de guerra, los refugiados libaneses y sirios se encuentran con un país precario y sometido a sanciones, en el que el 95% de su población vive por debajo del umbral de la pobreza. Seis millones de sirios son a su vez desplazados internos. Las infraestructuras públicas y grandes ciudades como Raqqa, Deir ez-Zor, Alepo y Homs han quedado parcialmente destruidas. "Es un país que también está muy mal, como Líbano, pero peor", suspira Vincent Gelot.
La Gran Depresión
En medio de este estancamiento, prevalece el fatalismo. Los ciclos trágicos de la historia libanesa se repiten desde hace 50 años. "La energía y el dinamismo mostrados por el sector del voluntariado libanés tras la explosión del puerto de Beirut el 4 de agosto de 2020 no se ven por ninguna parte. El cansancio y la depresión se han apoderado del país y han destruido algo de su alma", añade el especialista humanitario en Líbano.
El sector privado sin ánimo de lucro lleva el peso del país y no recibe ayuda de los grandes donantes internacionales, que se concentran en el sector público, minoritario en el país de los cedros, y en el sector informal, que presta ayuda de emergencia, sobre todo a los refugiados. "La Obra de Oriente" presenta algunas cifras: sólo el 15% de los alumnos libaneses se educan en el sector público, el 85% en el privado.
"La singularidad de Líbano reside en este sector privado, que no obtiene beneficios, sino que presta un servicio público a toda la población, en todo el país, desde las zonas rurales a los barrios pobres, para los niños y las personas de todas las confesiones. A este mundo ayudan la diáspora y las asociaciones medianas como la nuestra", prosigue, pidiendo un reequilibrio de la ayuda. Dada la magnitud y el aumento de las crisis, las ONG como L'Œuvre d'Orient, por muy influyentes y competentes que sean, no podrán llevar a cabo solas a largo plazo misiones tan vitales.
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