Benedicto XVI, el Papa de la alegría
Vatican News
“Roguemos con insistencia al Señor para que, después del gran don del Papa Juan Pablo II, nos dé de nuevo un pastor según su corazón". Es la mañana del 18 de abril de 2005. En una basílica vaticana colmada de fieles, el cardenal decano Joseph Ratzinger celebra la Missa pro eligendo Pontifice. En los ojos y los corazones de los cardenales, que se preparan para elegir al 265º Sucesor de Pedro, siguen impresas las imágenes del funeral de Karol Wojtyla, el Papa que condujo la Barca de Pedro con indomable valentía durante 27 años. Muchos observan que fue su colaborador más cercano quien celebró el funeral y, ahora, la misa que precede a la apertura del Cónclave. Casi parece un traspaso ideal. Una sensación que se confirma al día siguiente, cuando al final de uno de los Cónclaves más rápidos de la historia reciente, el Cardenal Protodiácono, Jorge Arturo Medina Estévez pronuncia la fórmula Habemus Papam:
"Annuntio vobis, gaudium magnum, habemus Papam!"
Son las 18.45, el mundo conoce el nombre del nuevo Papa. Es Joseph Ratzinger que, a partir de ahora y para siempre, será Benedicto XVI. Al igual que su querido predecesor, el nuevo Obispo de Roma no se limita a una bendición "silenciosa" desde la Logia Central de la Basílica vaticana. Quiere dirigirse inmediatamente a los fieles que abarrotan la Plaza de San Pedro y a todos aquellos que, a través de los medios de comunicación y por primera vez también a través de Internet, esperan ansiosos escuchar la voz del Papa. Las primeras y breves palabras de Benedicto XVI ofrecen tanto la figura de la persona como una visión de su ministerio:
Desde los primeros pasos, se delinea el perfil de un "pastor manso y firme" que sirve humildemente a la verdad evangélica, como nos recuerda su propio lema episcopal: Cooperatores Veritatis. Y como subrayó en la Misa de inicio de Pontificado, el 24 de abril de 2005. Más de 300.000 personas abarrotaron la plaza de San Pedro y la Vía de la Conciliación. En una homilía interrumpida por aplausos no menos de 37 veces, el Papa esboza cuál es su programa de Pontificado:
Así pues, parece providencial que el primer viaje internacional del nuevo Papa, previsto por su predecesor, sea precisamente para una Jornada Mundial de la Juventud, y además en Alemania, tierra natal de Joseph Ratzinger. Quienes pensaban que las Jornadas Mundiales de la Juventud eran exclusivas de su creador pronto deberán cambiar de opinión. En Colonia, un millón de jóvenes rezan con el Papa: impresionante el recogimiento con el que esta multitud de jóvenes vive la Vigilia con la Adoración Eucarística. Los jóvenes del mundo también se reunieron con el Papa en Sídney, en 2008, y luego en Madrid, en 2011. El Pontífice insta a los jóvenes a no avergonzarse de ser católicos y les recuerda que "sólo de Dios proviene la verdadera revolución", la revolución del amor. ¿Qué representan las JMJ para Benedicto XVI? Es el propio Papa quien lo revela, mientras vuela hacia la cita de Madrid:
Para ser esta luz en el mundo, sin embargo, advierte el Papa, los jóvenes católicos también deben estar dispuestos a ir "contracorriente" con respecto a las modas del momento y los estilos de vida dominantes. El del laicismo que quiere marginar la fe en el ámbito privado es uno de los grandes retos a los que se enfrenta Benedicto XVI. Además, en la misma Misa que precedió al Cónclave, el cardenal Ratzinger había advertido contra la "dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo y que deja como medida última sólo el propio yo y sus deseos". El Papa no se mantiene en posiciones de retaguardia. Por el contrario, en particular, después de que en enero de 2009 se le impidiera hablar en la Universidad "La Sapienza" de Roma, subraya el papel de un "laicismo positivo" que sepa valorizar la dimensión religiosa. Así, en 2010, creó un dicasterio para la Nueva Evangelización con el objetivo de combatir "el eclipse de Dios" en los países de antigua tradición cristiana. Se reúne con artistas en la Capilla Sixtina. Y lanza la idea de un "Patio de los Gentiles", una iniciativa que pondrá en marcha el dicasterio de la cultura:
El Papa, gran admirador de San Agustín, está convencido de que "la opción cristiana" es "aún hoy la opción más racional y más humana". La fe, por tanto, debe ir acompañada de una gran confianza en la razón. En este terreno, dirigiéndose - en marzo de 2006 - a los parlamentarios del Partido Popular Europeo, Benedicto XVI identifica tres urgencias, especialmente para el hombre occidental: la protección de la vida, la defensa de la familia y la libertad educativa. Se trata, señala, de valores "no negociables". Y no porque sean confesionales, sino porque están "inscritos en la propia naturaleza humana y, por tanto, son comunes a toda la humanidad". Son temas que -junto con la paz, la defensa de los últimos, la libertad religiosa- impregnan el Magisterio del Papa: sus homilías, sus discursos y sus documentos. El Papa teólogo sorprende con el lenguaje sencillo y directo de sus Encíclicas: Deus Caritas est, sobre el amor cristiano (2006); Spe salvi, sobre la esperanza cristiana (2007) y Caritas in veritate (2009) sobre el desarrollo humano integral. Este último suscita gran interés en todo el mundo. En plena crisis económica, que estalló en 2008 en Estados Unidos y pronto se extendió por todo el mundo, el Papa ofrece su original reflexión para volver a poner a la persona en el centro de las dinámicas económicas y financieras:
Además de las tres encíclicas, el Papa también publicó 4 exhortaciones apostólicas postsinodales y 19, entre ellas Summorum Pontificum sobre el uso de la liturgia romana anterior a la reforma llevada a cabo en 1970. Se han publicado numerosas cartas en diversas ocasiones, entre las que destaca la dirigida -en 2007- a los católicos de China. Un gesto sin precedentes que subraya la cercanía del Papa a los fieles del gran país asiático. Pero durante su pontificado, Joseph Ratzinger también publicó textos más personales: el libro-entrevista "Luz del mundo" y, sobre todo, la trilogía sobre Jesús de Nazaret, en la que el Papa ofrece sus investigaciones como creyente sobre la figura histórica de Jesús. En ambos casos se trata de un best-seller mundial. No menos importante es el esfuerzo del Papa por proclamar el Evangelio en los medios de comunicación antiguos y nuevos:
Benedicto XVI concede entrevistas a emisoras de radio, envía mensajes de texto a los jóvenes de la JMJ y responde a preguntas en televisión el Viernes Santo. Se conecta, vía satélite, con los astronautas de la estación espacial internacional. Y firma un editorial para el Financial Times. Sobre todo, anima a los medios de comunicación vaticanos y católicos en general a evangelizar la Red. Y lo hace con el ejemplo. En diciembre de 2012, de hecho, el Papa desembarcó en Twitter con su cuenta @Pontifex en 9 idiomas, del latín al inglés, para difundir -como escribió en un Mensaje para la Jornada de las Comunicaciones Sociales- la "suave luz de la fe" en la Red.
Incluso antes de entrar en el "continente digital", el Papa visita los 5 "continentes geográficos". Realizó 24 viajes internacionales, algunos de importancia histórica, como a Estados Unidos, donde visitó a la ONU y a la Zona Cero de Nueva York, a Tierra Santa y Jordania, y luego a Líbano, donde se reunió con jóvenes sirios abrumados por la guerra. De nuevo en el Reino Unido, donde pronunció un memorable discurso en Westminster Hall, y en Berlín, donde, por primera vez un Papa, habló ante el Bundestag. Conmovedora e inolvidable fue la visita del Papa, hijo de Alemania, al campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau:
El Papa subraya repetidamente la urgencia de no dejar que el horror de la Shoah caiga en el olvido. Un llamamiento que se hace aún más apremiante tras las declaraciones negacionistas del obispo lefebvriano Williamson. Además, animado por la voluntad de alcanzar la plena unidad de la Iglesia, no escatimará esfuerzos en el diálogo con la Fraternidad San Pío X. El compromiso ecuménico es uno de los momentos culminantes del Pontificado: el Papa se reúne en Estambul con el Patriarca Ecuménico Bartolomé I, que le corresponde con una visita a Roma; abre una nueva fase de relaciones con el Patriarcado ortodoxo de Moscú. En Erfurt, en el monasterio agustino de Martín Lutero, conoce a la Iglesia Evangélica Alemana. Luego, con la Constitución Anglicanorum coetibus, establece un Ordinariato para los anglicanos que deseen volver a entrar en plena comunión con la Iglesia católica. El Papa dedica también un gran empeño al diálogo con las demás religiones, incluso superando las dificultades y los malentendidos iniciales. Este es especialmente el caso de la relación con los musulmanes. En un discurso pronunciado en la Universidad de Ratisbona, en septiembre de 2006, Benedicto XVI citó un pensamiento del emperador bizantino Manuel II Paleólogo sobre el Islam, que provocó vehementes reacciones en el mundo musulmán, que culminaron en ataques contra comunidades cristianas en diversos países. El Papa, unos días más tarde, explicó las verdaderas intenciones de esa cita:
Son palabras que no pasan desapercibidas. Poco después, de hecho, 38 sabios y líderes religiosos islámicos, que más tarde se convertirían en 138 y finalmente en 216, escribieron una carta abierta al Papa para encontrar un terreno común de encuentro entre cristianos y musulmanes. Es el comienzo de una nueva temporada de diálogo, en la caridad y la verdad, que vivirá uno de sus momentos más fuertes, también simbólicamente, con la visita de Benedicto XVI a la Mezquita Azul de Estambul. No menos significativas fueron las visitas del Papa a las sinagogas de Roma, Colonia y Nueva York, y la Jornada por la Paz en Asís, en octubre de 2011, abierta no sólo a los hombres de fe, sino también a los no creyentes. En los años del pontificado de Benedicto XVI también se desencadenaron nuevas persecuciones que convirtieron a la comunidad cristiana en la más perseguida del mundo. Violencia que golpea duramente a los cristianos en el estado indio de Orissa, Pakistán, Nigeria, Norte de África, Sudeste Asiático. Y en Oriente Medio, como se subraya en el Sínodo de los Obispos para la Región:
Si, por tanto, la Iglesia está sacudida externamente por las persecuciones, internamente lo está por el escándalo de los abusos sexuales a menores perpetrados por sacerdotes y religiosos. Es una lacra que en algunos países -como Estados Unidos e Irlanda- ya surgió en el pontificado de Juan Pablo II. Pero el fenómeno irrumpe con fuerza justo cuando la Iglesia celebra el Año Sacerdotal, querido por Benedicto XVI en el 150 aniversario de la muerte de san Juan María Vianney:
"Y así ha ocurrido que, precisamente en este año de alegría por el sacramento del sacerdocio, han salido a la luz los pecados de los sacerdotes, sobre todo el abuso a los pequeños, en el cual el sacerdocio, que lleva a cabo la solicitud de Dios por el bien del hombre, se convierte en lo contrario" (11 de junio de 2010).
El Pontífice afronta con determinación esta emergencia que desfigura el rostro de la Iglesia. Conoció personalmente a las víctimas de abusos en sus viajes a Malta, Estados Unidos, Australia y Reino Unido. Momentos conmovedores que llegan profundamente al corazón del Papa. Escribe una Carta Pastoral a los fieles de Irlanda. Y, sobre todo, dicta nuevas normas sobre casos de malos tratos que agilizan y endurecen los procedimientos para castigar a los culpables de este horrendo delito:
Una firmeza que caracteriza también el proceso de renovación, deseado por el Papa, en la gestión del IOR (Instituto de Obras Religiosas) y de las actividades económicas del Vaticano. Con el mismo afán de transparencia abordó, en 2012, el doloroso asunto de 'Vatileaks' que culminó con la condena, por robo de documentos personales, de su ayudante de Cámara al que posteriormente concedió el indulto visitándole personalmente en prisión.
En continuidad con el pontificado anterior, Benedicto XVI también proclamó beatos y santos a algunas grandes figuras de la Iglesia, desde don Guanella a don De Veuster, desde don Gnocchi a Rosmini, desde Mary MacKillop a Charles de Foucauld y Kateri Tekakwitha, la primera santa indígena piel roja americana. En el corazón de todos permanece la beatificación de Juan Pablo II, en la Plaza de San Pedro, a la que asistieron más de 2 millones de fieles. En su homilía, Benedicto XVI se dirigió a su querido predecesor y amigo en primera persona:
Para ayudar a los fieles a profundizar en las razones de la esperanza cristiana, el Papa anuncia algunos Años especiales: además del ya mencionado Año Sacerdotal, celebra un Año Paulino, en el bimilenario del nacimiento del Apóstol de las gentes. Luego, en el 50 aniversario del inicio del Concilio Vaticano II, promueve un Año de la Fe. El Concilio, señala el Papa, sigue siendo una "brújula que permite a la barca de la Iglesia avanzar en mar adentro". Por otra parte, ya en su primer discurso a la Curia, en diciembre de 2005, subrayó que el Concilio debe leerse "en renovación" y "en la continuidad del único sujeto-Iglesia", no hay discontinuidad en la vida eclesial:
Tiempos en los que se repiten las tragedias de la guerra y el terrorismo en tantas zonas del planeta. El Papa se empeña por el fin de los conflictos: sobre todo con la oración. Pero también con llamamientos a la paz, en particular para Irak, Siria, Tierra Santa, Congo y Mali. Y, también, con iniciativas diplomáticas y el envío de ayuda material. Un compromiso, este último, que representa además una mano tendida a las poblaciones afectadas por catástrofes naturales. El Papa, a través del departamento "Cor Unum", está en primera línea en la ayuda a la población de Haití, devastada por el terremoto de enero de 2010. Otra emergencia, de índole totalmente distinta, es la defensa de la familia fundada en el matrimonio entre un hombre y una mujer. Son innumerables los discursos de Benedicto XVI subrayando la centralidad de la familia en la vida de la Iglesia y de la sociedad. Llamamientos que resuenan aún con más fuerza en los dos Encuentros Mundiales de las Familias a los que ha asistido: en Valencia en 2006 y en Milán en 2012. En esta última ocasión, el Papa pide a la Iglesia, a todos los niveles, que no haga sentir extraños a quienes experimentan la herida de la separación o el divorcio:
"Me parece una gran tarea de una parroquia, de una comunidad católica, el hacer realmente lo posible para que sientan que son amados, aceptados, que no están «fuera» aunque no puedan recibir la absolución y la Eucaristía: deben ver que aun así viven plenamente en la Iglesia" (2 de junio de 2012).
Al Papa, un intelectual muy fino, también le encanta bromear. De hecho, uno de los rasgos del carácter de Joseph Ratzinger es el humor, que comparte con uno de sus escritores favoritos: Chesterton. Un ejemplo de su buen humor, incluso en medio de las dificultades, puede verse unos días después de fracturarse la muñeca durante su estancia en el Valle de Aosta, en Les Combes, en 2009:
La amabilidad es otro rasgo que todos aprecian en el Papa, ya sean poderosos o lo más bajo de lo bajo. Una bondad de espíritu siempre acompañada de esa humildad que había recordado al comienzo de su ministerio petrino. "Soy consciente de que no estoy solo", había dicho poco después de su elección a la Cátedra de Pedro, "No tengo que llevar yo solo lo que, en realidad, nunca podría llevar yo solo". Un pensamiento que reiteró en varias ocasiones durante su pontificado:
"Y cada vez me convenzo más de que por mí mismo no podría cumplir esta tarea, esta misión. Pero siento también que vosotros me ayudáis a cumplirla. Así estoy en una gran comunión y juntos podemos llevar adelante la misión del Señor." (19 de abril de 2006).
Pastor humilde, dócil y firme por amor a la Iglesia, Benedicto XVI ha conducido verdaderamente la barca de Pedro por aguas tranquilas y tempestuosas hacia el puerto seguro de la fe en Jesucristo.
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