«Mártires del Zenta». Semeraro: Alimentados con “el pan de los fuertes” sirvieron al Evangelio
Renato Martinez - Ciudad del Vaticano
“Fue el impulso misionero el que los condujo hacia un encuentro mutuo. Juntos se pusieron al servicio del Evangelio y fueron fieles hasta el derramamiento de la sangre”, lo dijo el Cardenal Marcello Semeraro, Prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos, en su homilía en la Santa Misa con el rito de beatificación de los «Mártires del Zenta», Pedro Ortiz de Zárate y Juan Antonio Solinas, celebrado este sábado, 2 de julio, en San Ramón de la Nueva Orán, Salta, Argentina.
Celebramos el florecer de la Iglesia
En su homilía, el Cardenal Semeraro recordó que, la historia del martirio sufrido por estos dos nuevos Beatos nos queda muy lejana. “Lejana en el tiempo, ante todo, pero, y singularmente por algunos detalles sangrientos, también está lejana de nuestra sensibilidad. Aún hoy, y lamentablemente desde muchas partes de la tierra – precisó el Purpurado – nos llegan dolorosos testimonios. Testimonios de todo tipo; también inhumanos”. Pero cuando se trata de hijos e hijas de la Iglesia, que son perseguidos y ejecutados por odio a la fe, o también a una virtud infusa, o por la justicia practicada por amor a Cristo, entonces emerge una nueva clave de lectura, que Tertuliano expresó con esta clásica sentencia: semen est sanguis Christianorum, «la sangre de los cristianos es una semilla».
Y citando a San Agustín, el Prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos precisó que, “Cristo es la primera semilla de la que ha germinado la Iglesia. Cristo se hacía semilla y germinaba la Iglesia”. Esto es precisamente lo que hoy nosotros estamos celebrando, recordando el martirio de los beatos mártires Pedro Ortiz de Zárate y Juan Antonio Solinas: estamos celebrando el florecer, la primavera de la Iglesia.
El camino de la justicia, fuente de santificación
Y haciendo referencia al martirio y santidad de los dos Beatos, de los dos ministros de la primera evangelización, el Cardenal Semeraro señaló que, en el canto al Evangelio ha sido recordado el versículo de las Bienaventuranzas: «Felices los perseguidos por causa de la justicia…». El Papa Francisco lo comenta así en Gaudete et exsultate, 92 y 94: «La cruz, sobre todo los cansancios y los dolores que soportamos por vivir el mandamiento del amor y el camino de la justicia, es fuente de maduración y de santificación. Recordemos que cuando el Nuevo Testamento habla de los sufrimientos que hay que soportar por el Evangelio, se refiere precisamente a las persecuciones». Y concluye: «Aceptar cada día el camino del Evangelio, aunque nos traiga problemas, esto es santidad».
El beato Pedro: testigo de Cristo en muchos estados de vida
Del beato Pedro, el Purpurado recordó que, era natural de esta tierra argentina, y citó lo que Robert Whittington, un contemporáneo de santo Tomás Moro dijo de él: «Es hombre de la inteligencia de un ángel y de un conocimiento singular. No conozco a su par. Porque ¿dónde está el hombre de esa dulzura, humildad y afabilidad? Y, como lo requieren los tiempos, hombre de maravillosa alegría y aficiones, y a veces de una triste gravedad. Un hombre para todas las épocas». Es decir, testigo de Cristo en muchos estados de vida. Un testigo del proceso lo ha descrito como «buen político, buen marido y padre, y luego un excelente sacerdote, que conocía bien a los indios y los defendía, los bautizaba y cuidaba como cristianos».
El beato Juan Antonio: entrega generosa a los necesitados
En cuanto al beato Juan Antonio, el Cardenal Semeraro recordó que, él era italiano, natural de Cerdeña. Ingresó en la Compañía de Jesús e, inmediatamente después de su ordenación sacerdotal, llegó a tierras de misión, dedicándose también él a la evangelización de los indios, y al respecto los testimonios han destacado su generosa entrega a sus necesidades, tanto espirituales como materiales; así como la atención pastoral en favor de los españoles, que habitaban en aquellas tierras.
La íntima relación entre el martirio y la Eucaristía
Asimismo, el Cardenal Marcello Semeraro señalo que, desde los primeros siglos de la Iglesia, se evidenciaba la íntima relación que existe entre el martirio y la Eucaristía. “Es de la Eucaristía, en efecto, que nace la fuerza para ser cristianos, para seguir siendo cristianos, para vivir como cristianos. Quizá (y creo que realmente es así), si hoy hay un cristianismo débil y fluido e, incluso, una situación en la que hay vergüenza en mostrarse como cristiano; y también, paradójicamente lo contrario, donde hay cálculo e interés en declararse como tal; si para muchos la fe se reduce a una «cosa», que se pierde con facilidad, la razón está en la lejanía de la Eucaristía”.
La Eucaristía, el «pan de los fuertes»
Y finalmente, comentando una homilía de San Carlos Borromeo, el gran Obispo de la Iglesia de Milán en el siglo XVI, el Prefecto señaló que, la expresión «pan de los fuertes», que en el Salmo 78 se refiere al don del maná al pueblo de Israel que caminaba por el desierto y en la tradición cristiana alude a la Eucaristía, refiriéndose precisamente a los mártires. «¡Cuán sorprendente es la fuerza de los primeros cristianos, de ambos sexos, que se armaban para el martirio con este Santísimo Alimento... y con razón! Este pan de los fuertes, como lo llama la Escritura, da fuerza; para ellos las cuerdas, los grilletes, las cadenas en las manos, la prisión, el ayuno, el hambre eran más dulces que el panal y la miel... Fueron a la muerte con mayor diligencia de cuanto nosotros buscamos la vida».
También nosotros, en el día de la beatificación de los mártires Pedro Ortiz de Zárate y Juan Antonio Solinas, estamos celebrando la Santa Eucaristía. Recemos así: «Oh Padre, que guías a tu Iglesia peregrina en el mundo, sostenla con la fuerza del alimento que no perece, para que, perseverando en la fe y en el amor, llegue a contemplar el resplandor de tu rostro. Amén».
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