Caccia: la «cultura del usar y tirar» ahoga el clamor de los pobres
Edoardo Giribaldi - Ciudad del Vaticano
«Existe una discrepancia entre los discursos sobre la inclusión y la difusión de una 'cultura de usar y tirar', que deshumaniza a las personas reduciéndolas a su percibida 'utilidad'». La declaración del arzobispo Gabriele Caccia, Observador Permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas, con ocasión de la 79ª Asamblea General, pone de relieve la necesidad de un «desarrollo social» basado en la inclusión de los pobres y en sus gritos, «demasiado a menudo desoídos en un mundo cada vez más consumista».
Afrontar la pobreza con creatividad
Los efectos de la pobreza, según Caccia, «hacen que su erradicación sea esencial para la consecución de un desarrollo humano integral. No basta con satisfacer las necesidades inmediatas, por lo que es necesaria una buena dosis de «creatividad» para «abordar las causas profundas de la pobreza y permitir que cada persona prospere de acuerdo con su dignidad».
Carencias espirituales y materiales
«La injusticia, la explotación y la falta de oportunidades», explica el arzobispo, no sólo impiden a las personas satisfacer las “necesidades básicas”, sino también dar un “propósito”, una “esperanza” y un “sentido” a la vida. Por tanto, las privaciones no sólo deben considerarse en el ámbito material, sino también en el espiritual. Una sobre todo, la educación, no sólo «capacitadora, sino también ennoblecedora».
El papel de la familia
Otro tema abordado por Caccia se refiere al valor de la familia, «unidad natural y fundamental de la sociedad», con un «papel fundamental en el cuidado de los jóvenes, los ancianos y los necesitados», además de representar, en algunas zonas del mundo, «la única fuente de protección social». Los retos a los que se ven abocadas las familias hoy en día se extienden a los jóvenes, convirtiéndose con demasiada frecuencia en la causa de «conflictos y violencia doméstica». Por ello, las políticas deben abordar «el impacto de la pobreza tanto en la formación como en la fragmentación de las familias».
El compromiso de la Iglesia
Al concluir su mensaje, el arzobispo reiteró la necesidad de un esfuerzo colectivo «en un espíritu de solidaridad y subsidiariedad, para asegurar que todos los seres humanos puedan vivir de acuerdo a su dignidad», asegurando el compromiso de la Iglesia de hacer su parte «para lograr el desarrollo humano integral».
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